Cine: ‘Dora y la ciudad perdida’

Dora la Exploradora

En esa insistencia/moda por llevar al live action las historias de animación, en donde Disney tiene un largo camino recorrido, con menos experiencia Nickelodeon presenta Dora y la ciudad perdida (Dora and the Lost City of Gold/EU/2019), dirigida por James Bobin (Los Muppets, 2011; Alicia a través del espejo, 2016), y no lo hace mal. Tampoco se trata de la gran película, pero contiene aspectos interesantes que la hacen un producto disfrutable, no solo para los más pequeños: son más las sonrisas y el buen sabor de boca que provocan las aventuras de la chica exploradora, que los reclamos o comentarios negativos.

La jungla es un lugar bien conocido por Dora (Isabela Moner), en donde salta de un árbol a otro en una liana y convive con animales, tanto inofensivos como salvajes, pero llega el momento de estudiar la secundaria y la ahora adolescente deja a sus padres (Eva Longoria y Michael Peña) y se muda a la ciudad, en donde está su querido primo Diego (Jeff Wahlberg), aunque la escuela se vuelve el reto más grande para la extraña chica, que se convierte en la burla de todos.

Un desafortunado suceso regresa a Dora al Amazonas, donde está la mítica ciudad perdida de Parapata, en Perú, que sus padres quieren encontrar y explorar, pero hay otros que intentan quedarse con el oro que contiene. Por fortuna, para esa gran tarea, a Dora la acompañan Diego, Sammy (Madeleine Madden) y Randy (Nicholas Coombe), quienes tienen que lidiar con las torpezas de Alejandro (Eugenio Derbez), quien se supone intenta protegerlos de unos secuestradores.

Uno de los aspectos más interesantes de la cinta escrita por Matthew Robinson y Nicholas Stoller, es ver en la realidad las características principales de la caricatura: por más ridículo e inverosímil que pudiera ser, Dora se las ingenia para que los demás repitan palabras complicadas o en otro idioma; recurre a canciones para hacer menos estresante una situación y es extremadamente optimista. Curiosamente, muchas de ellas funcionan, e incluso es muy probable que una de las escenas que más se recuerden al salir sea la relacionada con el “popis”, y que muchos incorporen esa palabra a su vocabulario.

Lo que hace más agradable y disfrutable al filme es la estupenda actuación de Isabela Moner como Dora. Su astucia para las acrobacias, su constante positivismo, su carisma, el tomar cada complicación como un reto del que puede aprender, y el que esté consciente de que su forma de ser no encaja en la ciudad, pero igual se aferra a ser ella misma, es muy natural, creíble y loable.

Es verdad que los personajes son por demás estereotipados, que algunos no están bien estructurados, y otros son sobreactuados (Isela Vega, Derbez) y desaprovechados (Zorro y Botas); que la historia es muy predecible —generalmente así son las cintas para niños, porque ellos no tienen la misma capacidad de análisis que los adultos—, pero Dora y la ciudad perdida posee buenos momentos, como ese cuando se arriesga y recurre a la animación, para una escena que de otra manera, tal vez, no hubiera funcionado; y ese otro de Michael Peña intentando hacer la música que abunda en las fiestas citadinas. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 29 de septiembre de 2019 en la edición 870 del semanario Ríodoce.

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