A Eugenio Garza Sada lo mató la guerrilla por error, afirma José Domínguez

A Eugenio Garza Sada lo mató la guerrilla por error, afirma José Domínguez

Un adjetivo le costó el trabajo. Pedro Salmerón era titular del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones Mexicanas (INEHRM) y, en un tweet, llamó “valientes” a los guerrilleros que el 17 de septiembre de 1973 intentaron secuestrar en Monterrey, Nuevo León, al empresario Eugenio Garza Sada. En el intento, en medio de una refriega con los escoltas, le dieron muerte.

Esos jóvenes “valientes” eran miembros de la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S), fundada seis meses antes, y una de las organizaciones armadas más radicales que México tuvo en esa época convulsa. Los “molieron a palos” hasta que se desintegraron en medio de actos que rayaban en el terror y una “guerra sucia” que dejó en el camino cientos de jóvenes asesinados, torturados y desaparecidos. Solo en Sinaloa, 42 de ellos no han sido localizados todavía.

José Domínguez Rodríguez fue parte de esa guerrilla. Ingresó junto con sus hermanos Gabriel, Miguel, Alberto y Plutarco a un grupo llamado Los Lacandones, que, junto con otras organizaciones conformaron luego la LC23S. Rondaba los 18 años de edad.

—Se ha generado mucha polémica al respecto; más allá de si debía decirlo o no en su calidad de funcionario público ¿Tiene razón Pedro Salmerón?

—Yo veo muy bien ese calificativo porque para andar en donde anduvieron esos jóvenes se tenía que ser muy valiente porque estaban enfrentando a todo el sistema y, haya sido por una formación o haya sido porque buscaban algo, pero se necesitaba muchísima audacia y mucha valentía para atreverse a hacer lo que ellos hicieron; en principio yo pienso que sí aplica el calificativo al margen de la controversia que se armó y al margen de las consecuencias que hubo no solo de la controversia sino de lo que ellos estaban haciendo, que para mi gusto fue algo que nadie buscaba y que ellos menos que nadie querían que se diera, es decir, la muerte del empresario.

—Dices “luchaban contra todo el sistema” ¿cómo lo describirías? ¿Qué era el sistema de ese entonces?

—Para todos los que participamos en ese proceso fue como una reacción generada por dos cosas: por un lado diría que la cerrazón del régimen mexicano de dar satisfacción a las demandas populares de distintos actores, por beneficios económicos, por derechos de tierras, por cuestiones de democracia y de libertades elementales; hay una historia de movimientos que todo el mundo conoce, desde Rubén Jaramillo que luchaba por derechos en Morelos y que fue asesinado junto con su familia por órdenes del presidente (Adolfo López Mateos) y del gobierno estatal, hasta el movimiento del 68 pasando por maestros, petroleros, médicos, ferrocarrileros… toda la historia que ya sabemos es una historia de agravios, de falta de libertades, de charrismo sindical, de represión, de cerrazón, de antidemocracia y de un servilismo de los sectores medios y altos de la sociedad, la intelectualidad, ante el sistema…

—Movimientos que se fueron enlazando, los ferrocarrileros en el 58, los médicos, Jaramillo el 65…

—Todo, hay una secuencia que pasa también por protestas en algunas zonas del país como en Sonora, en Guerrero, en Chihuahua la guerrilla (Asalto al Cuartel Madera en 1965). Pero en Guerrero, por ejemplo, era un movimiento social, de maestros, con Lucio Cabañas a la cabeza y también fue perseguido. La otra variable es un fenómeno mundial de surgimiento de movimientos armados en contra del sistema y de gobierno dictatoriales, que vienen a cuajar en el triunfo de la revolución cubana donde la guerrilla llega al poder, generando íconos de la lucha a nivel mundial como lo fue el Che Guevara. Igual en Europa surgieron movimientos masivos contra el sistema de opresión (el Mayo francés y Praga, por ejemplo)…

—¿Tú sabes qué sucedió realmente ese septiembre de 1973 cuando matan a Eugenio Garza Sada?

—Primero déjame acotar porque yo en septiembre del 73 estaba preso en Lecumberri. A mí y a un grupo nos detuvieron en octubre del 72 y allí estuvimos presos hasta diciembre de 1973. Yo salí casi inmediatamente después de que ocurrió lo de Monterrey pero tengo la información por conversaciones con los actores de ese hecho o porque en la misma cárcel compañeros que tenían contacto con gente de afuera se estuvieron informando de que en la Liga estaban organizando una campaña de secuestros de personajes en todo el país con el fin de obtener recursos, armas, pero sobre todo con el fin de liberar a decenas de compañeros nuestros que estaban presos, que era lo más importante. Se hizo con relativo éxito en Guadalajara con el secuestro del empresario Fernando Aranguren y con un cónsul (Anthony Ducan, de Gran Bretaña… y en Monterrey era parte de ese proyecto el secuestro de Eugenio Garza Sada. La Liga había definido una estrategia: vamos a negociar en paquete, vamos a pedir lo mismo, incluía la publicación de un manifiesto en los medios; la entrega de recursos, un avión con dinero y armas. Lo que no se dijo es que se diría que el avión era para salir del país, pero en realidad lo que se pretendía era dirigirse a algún aeropuerto del país para seguir en la lucha, nada que irse a Cuba o a Corea del Norte… Esa era la estrategia.

—¿El gobierno llegó a tener conocimiento de lo que pretendían?

—No creo que supieran tanto lo del plan, pero sabían lo que se venía porque tenían infiltrados, no al nivel que dicen algunos “analistas”, pero sí había infiltrados que andaban en la periferia de la organización. Sobre todo tenían información y asesoría internacional, los israelitas, pero sobre todo de los Estados Unidos, el FBI, la CIA. Ellos tenían mucha información sobre lo que estaba pasando en América Latina y en México.

“Tenían prefigurado un escenario e hicieron algo que también se ha narrado muy poco: unos seis u ocho meses antes de que diera esta oleada de secuestros ellos organizaron un grupo—yo sostengo que Nasar Haro en coordinación con inteligencia de los Estados Unidos—, que era encabezado por Jorge San Nicolás Arjona, este cuate de origen medio argentino-argelino, pasó por EU y llegó a México y reunió a cuatro o cinco jóvenes y les ofreció participar en actos delictivos, ganar dinero y total impunidad. ¿Qué hicieron en las zonas pudientes de la Ciudad de México? secuestraban, les sacaban sus datos (información de su familia) a las víctimas, los mataban y luego negociaban un rescate; esto lo hicieron varias veces; de repente los agarran y los presentan como secuestradores, con un claro motivo de desprestigiar nuestro movimiento. Los metieron a Lecumberri y ya en la cárcel se empezaron a quejar porque los trataban como a los otros reos; entonces San Nicolás amenazó con revelar todo lo que sabía. Un buen día lo meten a la crujía “G” y se “suicida” de 20 puñaladas, además de que se ahorca. En sus declaraciones ministeriales aparece su historia, hay que buscarla.

18 DE SEPTIEMBRE: La trágica noticia.

—Cuando matan a Garza Sada el gobierno se endurece más y dice que no negociará con “terroristas”…

—Sí, cuando un mes después se logra el secuestro de Aranguren en Guadalajara, la Liga manda sus peticiones aunque no se haya logrado el de Garza Sada, y a los días sale Pedro Ojeda Paullada (entonces titular de la PGR) para declarar que no pactarán con criminales. Luego dice “y esta es la demanda que nos manda la Liga”… y en la lista de presos que supuestamente se pide su liberación, aparece el nombre de Nicolás Arjona. Para mí es de kinder el montaje que hicieron: todos aquí trabajando para la CIA y la CIA trabajando para la policía mexicana.

—Volvamos a Garza Sada…

—De los que participaron en el intento de secuestro de Garza Sada yo conozco o conocí solo a tres: a Edmundo Medina, a Miguel Torres Enríquez y a Jesús Piedra Ibarra, hijo de doña Rosario Ibarra, éste último como muro de contención en la acción del secuestro.

“Ellos atraviesan una camioneta, el empresario tenía solo un guardaespaldas en la parte trasera y el chofer, que también era guardaespaldas. Los compañeros pretendían dispararle al chofer y al guardaespaldas y llevarse a don Eugenio; y sucede que abren las puertas por los dos lados, disparan al escolta y también al chofer, pero éste saca la pistola y dispara para un lado y otro y mató a dos de los guerrilleros, se hace una balacera y le disparan al chofer y resulta herido también don Eugenio, tratan de llevárselo pero ven que está muy herido y no pueden, se van y fracasan.

—¿Se plantearon actos de ese tipo en Sinaloa?

—No porque aquí no había gente capacitada para este tipo de acciones, era gente que organizaba trabajo de masas pero no para acciones así.

—Han corrido muchas versiones, que iban a matarlo, otros dicen que los propios escoltas lo hicieron porque tenían esa orden dada por el mismo empresario…

—Mira, los que le dispararon no le dispararon a él, no lo querían matar pero se da la balacera y lo matan. Ahora, el grupo Monterrey dijo que el presidente Echeverría sabía y lo dejó pasar. Yo te puedo decir que tenían indicios, los tenía Nasar Haro y su jefe, Fernando Gutiérrez Barrios (entonces subsecretario de Gobernación), ellos tenían muchos indicios de por dónde iban las cosas pero no le informaban todo al presidente porque así funcionaba el sistema; eso me consta porque en una operación que se hizo para tratar de liberar a un detenido, con palancas de alto nivel en el gobierno de López Portillo, el presidente dijo “yo no me puedo meter en eso, son temas de seguridad nacional”. Se lo había pedido su mamá.

—¿Y la posibilidad de algún infiltrado?

—Se argumenta que estábamos infiltrados, yo francamente dudo que en ese comando hubiera alguno. En el discurso de fondo sí tenían razón: finalmente el discurso pseudorrevolucionario daba pie para la intelectualidad pero no a la guerrilla, la guerrilla hubiera querido matar al presidente, quería acabar con el sistema y Echeverría hizo todo para acabar con la guerrilla, todo, porque permitieron y auspiciaron la conformación de un ejército clandestino, la Brigada Blanca, el Ejército Mexicano subordinado a la Brigada Blanca, el campo militar para ellos con ese fin.

—Entonces esas versiones de que fue Echeverría quien lo mandó matar no tienen sustento…

—No, eso es falso totalmente, pienso que Echeverría era más entregado y más partícipe de negociar con los empresarios que AMLO. Entonces ¿cuándo se iba a enfrentar a los grupos más poderosos? Nunca, eso es maniqueísmo; se hizo la autopsia y se determinó que la bala que lo mató era de la raza y la misma raza ha aceptado esto, que le habían dado un balazo sin intención.

¿Te sorprende que se siga hablando del tema?

—No, se registra el comentario de Salmerón y el escándalo que se hizo con justa razón porque mataron a un prohombre fundador de la industria del norte, del Tec de Monterrey, que prepara ejecutivos para las empresas… y se hace a más de cuatro décadas, pero mataron a dos personas más, los guardaespaldas, y nadie los toma en cuenta; tan humanos somos unos como los otros. Para la sociedad y los valores, sí, Garza Sada fue un prohombre, pero cuando dicen “valientes jóvenes” tienen razón, claro que fueron jóvenes valientes.

Y remacha:
“Uno los muchachos que mataron era un brillante estudiante en Sonora y se enroló en la guerrilla ¿a poco crees que la gente dejaba a su familia, dejaba todo porque quería nada más aventurarse o porque eran delincuentes? No eran asesinos, tuvieron que aprender a defenderse y en un operativo se tenía que hacer lo que se planeaba. Yo sé que para la gente hablar de los familiares de uno está cabrón, pero yo tuve dos hermanos que fueron brillantes deportistas (Gabriel y Miguel), competidores y ganadores a nivel nacional, alumnos del Politécnico. Cuando murió mi padre, fue Heberto Castillo al funeral y me dijo “que muchachos tan brillantes tus hermanos, brillantes”. En la escuela donde ellos estudiaron había una placa donde estaban los nombres de los alumnos más destacados y ahí estaban ellos. Así que si de ideología se trata, ¿por qué no? nosotros también tenemos a nuestros héroes. Y un ser humano es tanto como el otro, pero la historia nunca los va a reconocer porque la historia siempre se escribe de otro modo.

Artículo publicado el 29 de septiembre de 2019 en la edición 870 del semanario Ríodoce.

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