La casa hogar para adultos mayores de Culiacán, donde nadie voltea

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Jorge camina hacia el fondo del patio. Entre gallinas y perros llega a una construcción pequeña de láminas y cartón. Ahí se dirige a un anciano que se encuentra dentro del cuarto. “Ponte una camiseta o una camisa porque te van a entrevistar”, le dice.

El lugar es un albergue para personas de la tercera edad en condiciones de abandono. El sitio está casi a un costado de la carretera a Sanalona en la colonia el Pípila, entre el fraccionamiento Villas del Real y la colonia San Valentino. Se llama casa hogar “El buen samaritano”, y opera sin ningún tipo de apoyo oficial.

Jorge se encarga de los cuidados del lugar, el cual no cuenta con instalaciones apropiadas. Todo es hechizo o “parapetado”, y dan atención hasta a 40 hombres de la tercera edad, así como a algunos migrantes que se encuentran de paso.

Apurado, el hombre mayor abotona su camisa verde y se acicala la cabeza. Voltea a todos lados y Jorge le repite unas instrucciones. “Es que vas a platicar con el chavalo, es periodista”, y el hombre accede.

ALFONSO. Los años se van y uno no se da cuenta.

—¿Cómo fue que llegó aquí a Culiacán, jefe?

—Pues así como dice el señor, los años así se van. ¿Ya mañana qué es?… jueves y así los años y no sabe uno, no se da cuenta.

—¿Y su familia?

—Pues mire, yo familia tengo y no tengo.

—¿Cómo es eso?

—Pues mire, como está uno pobre no lo reconocen.

—¿Cuántos años tiene aquí, jefe?

—Ya ni me acuerdo pero creo que tengo cuatro años.

El hombre se llama Alfonso Rivera y no escucha bien. Explica que nació en Otatillos, en la sierra de Badiraguato y que allá trabajó muchos años en el campo. Alfonso fue rescatado de la colonia Rosario Uzárraga, en donde vivía con su cónyuge, pero al fallecer ella, se quedó solo.

Y Jorge acota. Le explica a Alfonso que debe tener más tiempo en el albergue, ya que él lleva en el lugar siete años. Y pensativo, el anciano reflexiona y responde: “Sí, tengo cuatro años”.

Y otra vez explica que tiene 79 años, pero que no se acuerda. Repite que no tiene familia y que es de escasos recursos. Vive en pobreza extrema. Pero al menos en la casa hogar tiene un techo donde vivir, o al menos, dónde ver pasar los días.

Junto a Alfonso Rivera viven otros ancianos, son 10 construcciones hechizas de cartones, láminas y hojas de madera alrededor de un patio. En uno de sus costados, hacinados en dos cuartos, nueve hombres yacen en catres y camas viejas de hospital.

No pueden valerse por sí mismos, además de ancianos son enfermos crónicos o con alguna discapacidad. Incluso hombres jóvenes están asistidos en el lugar que tienen en común el abandono o la indigencia.

Jorge comienza la explicación de cómo opera el lugar. De manera mensual reciben una despensa por parte del DIF Municipal, pero nada más. Ningún otro apoyo oficial.

Ahí cocinan en hornillas y estufas viejas. El agua la purifican con unos bidones donados por la organización Operación Bendición México, sin embargo tienen un fuerte adeudo de pagos con la JAPAC y con la CFE.

A un costado un lavadero y encima de él cuelgan las prendas recién lavadas. En el suelo de tierra, los perros buscan guarida del sol que comienza a calar. Son las 10:30 de la mañana pero en el lugar casi a la intemperie no se siente frescura alguna.

Los techos de láminas y cartones apenas cubren de los rayos del sol, y una nueva preocupación recae en Jorge con la llegada de las lluvias y los nueve inquilinos que no pueden valerse por sí mismos.

Y Jorge se afana, se truena los dedos. Él es originario de Veracruz. Hace una señal a Alfonso, quien se despide.

“Lo más fácil es voltear la cara hacia otro lado y yo lo hice hace años y me fui. Regresé y me volví a ir pero me di cuenta que yo no necesito nada, es este lugar el que necesita todo y nomás fíjate en Alfonso. Aquí el tiempo pasa y la gente no lo percibe”, explica.

El lugar además de las necesidades obvias a la vista tiene requerimientos como medicamentos e insumos como pañales y sueros orales, pero opera en la pobreza extrema. Apenas el viernes 21 de junio el titular de Consejo Nacional de Evaluación Política de Desarrollo Social (CONEVAL), Gonzalo Hernández Licona, dio a conocer que Sinaloa se encuentra muy por debajo de la media nacional en pobreza general (30.5 por ciento), menor al 43 por ciento en el país; y 2.6 por ciento en pobreza extrema, comparada con el 7.6 por ciento nacional.

Pero las cifras oficiales contrastan con más de un sector de la capital del estado. Al suroriente de Culiacán la casa hogar “El buen samaritano” es una pequeña muestra. Alrededor, las colonias de El Barrio, la Zona de Tolerancia, CROC, Amistad y 7 Gotas también lo demuestran.

Pero todas esas son estadísticas y es en las acciones donde Jorge tiene que centrarse. Junto a Basilio Valenzuela y José Valdez atienden diario al lugar y a los inquilinos. Jorge se detiene un momento a tomar aire. Encogido de hombros se explica una vez más.

“Yo aquí muchas veces me aguanto las ganas de llorar, pero no dejo que me vean”.

Y mientras autoridades presumen cifras, al pequeño predio al suroriente de Culiacán nadie voltea.

Artículo publicado el 28 de julio de 2019 en la edición 861 del semanario Ríodoce.

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