La semana pasada, durante un foro sobre las adicciones y cómo combatirlas o tratarlas, el alcalde de Culiacán, Jesús Estrada Ferreiro, propuso la creación de clínicas para proveer de droga a los adictos y que esto sea legal y seguro. “La idea es trabajar, porque hacer este tipo de actividades no significa incentivar al adicto para que lo siga haciendo, necesitamos estar prevenidos para que si él no lleva su dosis nosotros la tengamos ahí para ponérsela”, dijo.

Lea: La propuesta de dosificar drogas en Culiacán del Alcalde Estrada Ferreiro https://bit.ly/2QvvEWb 

Sobra gente a la que esta propuesta parecerá descabellada. “Uno más de sus disparates”, escuché por ahí. Pero no, no es una locura ni un disparate. De hecho él habla de crear las condiciones —incluida la legal— para que esto pueda llevarse a cabo. De hecho, creo que es una de las pocas ideas de avanzada que ha expuesto el alcalde durante su gestión. Su propuesta es muy general, claro, pero la dirección es correcta. Las políticas prohibicionistas han sido un fracaso, sobre todo en los grandes mercados de las drogas, empezando por los Estados Unidos, el principal opositor a la despenalización dentro y fuera de sus fronteras. Allá mueren más de 100 mil estadounidenses al año por consumo de opiáceos y en los países de América Latina cientos de miles solo por la violencia que genera el narcotráfico.

Pudo haberse evitado mucho daño si los Estados Unidos hubiesen tenido otro enfoque ante el problema de la drogadicción. Y digo Estados Unidos porque en las convenciones internacionales sobre drogas la voz de este país ha sido siempre imponente. Y aunque el gobierno central no ha cambiado su política sobre las drogas desde hace más de cien años, una veintena de estados ya despenalizaron el consumo y hasta la producción de mariguana, unos con fines médicos, otros con fines lúdicos y otros con los dos fines.

Quien se asuste con la idea que plantea Estrada Ferreiro debe saber que hace 80 años el gobierno del general Lázaro Cárdenas del Río despenalizó el consumo de algunas drogas y —léase bien— creó dispensarios donde los drogadictos acudían a saciar su adicción bajo vigilancia médica, pues eran tratados como “pacientes”, no como delincuentes.

Después del Reglamento Sanitario de 1931 que proscribía el consumo y convertía a los adictos en delincuentes, sobrevino una visión moderna impulsada por el doctor Leopoldo Salazar Viniegra, jefe del Departamento de Salubridad durante el cardenismo, el mismo que impulsó la reforma de 1940 con una visión muy adelantada para su tiempo y que, por ello mismo, fue frenada en primer lugar por los Estados Unidos y luego por sectores del clero, del empresariado y luego del propio gobierno.

Como jefe de Salud, Leopoldo Salazar era el principal funcionario antidrogas de nuestro país pero al contrario de lo que los gringos pensaban sobre la forma de combatir el narcotráfico, éste proponía que la mejor forma era que el Estado creara un monopolio para la venta de las drogas a los adictos a precios accesibles, que al mismo tiempo hiciera incosteable el negocio para los narcotraficantes. La prohibición, decía, encarecía las drogas y el adicto tendría que delinquir para adquirirlas de manera ilegal, generando una cadena criminal que no tendría fin. Junto con ello planteaba establecer dispensarios y hospitales para tratamiento de los adictos y campañas educativas. A partir de la legalización, miles de internos que estaban en los penales por posesión de pequeñas dosis de drogas fueron dejados en libertad.

¿Qué dijo Estrada Ferreiro durante el foro? Textualmente esto: “Es evitar que por la necesidad de ese vicio, vaya y golpee a alguien para seguir manteniendo su adicción”, es decir, en parte lo mismo que estaba en el fondo de la reforma cardenista.

El sistema de control de los adictos que Salazar proponía era la elaboración de un padrón de adictos, emisión de certificados del padecimiento, dosis controladas, farmacias o droguerías controladas. Lo mismo, por cierto, que hacen ahora los estados que en la Unión Americana han estado despenalizando el consumo de la mariguana.

Por eso no hay que asustarnos. Hay que crear las condiciones legales para dar al tema otro tratamiento. Es todo. Los norteamericanos se metieron en un hoyo muy grande con la prohibición y están saliendo de él a pedazos, con la despenalización en los estados, pero después de un siglo. Ya seguimos sus pasos todo este tiempo y hemos pagado muy caras las facturas. Pero ya es hora de cambiar.

Bola y cadena
UNO DE LOS PROBLEMAS DE MÉXICO en todas estas décadas es que su política anti drogas no tuvo contrapesos en el país. El presidencialismo atroz que caracterizó nuestro sistema político hizo que todos los poderes caminaran en el mismo sentido de la criminalización del vicio de las drogas, generando costos históricos que es imposible cuantificar ahora. No debemos, en el marco de los cambios que exige la sociedad mexicana, seguir repitiendo los mismos errores.

Sentido contrario
DEL ESCÁNDALO DESATADO POR LA PUBLICACIÓN de la lista —incompleta— de periodistas y medios que recibieron pagos en el sexenio de EPN, nadie ha reparado en un pequeño detalle: a dónde fueron el 20 ó 30 por ciento del monto de los contratos regresados en calidad de “moches”, a qué oficina de Gobierno, a qué funcionario. Tal vez no sea en todos los casos, pero sí en su mayoría.

Humo negro
NO SÉ QUÉ SE FESTEJE EL 31 DE MAYO que el DIF estatal está anunciando un concierto de Julión Álvarez para festejar a las mamás con el lema “Mujer echada pa’delante”. ¿A quién se le ocurrió la idea? ¿Quién la vendió? ¿Quién va a cobrar su parte por la contratación de un hombre que fue acusado de lavar dinero del narcotráfico? ¿No habrá otra manera de rendir homenaje a mujeres que no se echan pa’ trás? Vaya pobreza cultural.

Columna publicada el 26 de mayo de 2019 en la edición 852 del semanario Ríodoce.