El complot mongol

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 Lo que distingue a las películas de Sebastián del Amo es que intentan ir más allá de la mayoría de las que se filman en México: son producciones un poco más pensadas y elaboradas, lo que se refleja, entre otros aspectos, en el elenco y el diseño de producción, aunque, finalmente, el resultado no sea del todo bueno.

El mayor logro del director es El fantástico mundo de Juan Orol (2012), su opera prima, que no ha logrado repetir con Cantinflas (2014) y El complot mongol (México/2019) —la que nos ocupa ahora, basada en la novela del mismo título, de Rafael Bernal, de la cual existe hay otra versión cinematográfica realizada en 1977, por Antonio Eceiza.

En 1963 surge el rumor de que en su visita a México, la China comunista planea un atentado en contra del presidente John F. Kennedy, por lo que el Licenciado Rosendo Del Valle (Eugenio Derbez) y el Coronel (Xavier López Chabelo) contratan a Filiberto García (Damián Alcázar) para que encuentre a quienes intentan ese funesto plan. El inconveniente es que solo hay tres días para esa secreta encomienda, en la que García se hace del apoyo del agente de la CIA Richard Graves (Ari Brickman) y del de la KGB Iván M. Laski (Moisés Arizmendi). Aun así, el pistolero no pierde la oportunidad de enamorar a la atractiva Martita Fong (Bárbara Mori), con quien desea irse a Acapulco, una vez que termine el trabajo.

Al igual que en sus dos primeras cintas, sobre todo Cantinflas, El secreto mongol se distingue por su elenco de reconocidos y experimentados intérpretes, de quienes, unos más que de otros, no existe duda de su capacidad para actuar. Desafortunadamente en esta ocasión no todos dan el ancho, unos están desaprovechados y otros mal asignados: Chabelo debió haber sido el Licenciado del Valle; Derbez hubiera mejor no estado o tenido menor presencia; y Sosa debió haber salido más, por ejemplo.

Una diferencia muy significativa entre las dos versiones es el tono: la de 1977 intenta ser más seria, mientras que la de 2019 recurre a la comedia, lo cual es un acierto para la primera y uno de los más grandes errores de la segunda, porque si algo es trascendental en cualquier historia, sin importar el formato ni el género en el que se presente, es la credibilidad, lo cual sí sucede en las diferentes situaciones, tramas y subtramas del filme de hace 42 años, pero no en las de éste, a las que no se les da crédito por más que se quiera.

A la dirigida por Eceiza se le cree al cinismo, habilidad, destreza y galantería de Pedro Armendáriz, como García; y a la autoridad, ambición e, incluso, miedo de Tito Junco, como el Licenciado del Valle. En cambio, la dirigida y escrita por Del Amo no se percibe tan veraz a ese ambivalente Damián Alcázar, con todo y un ridículo y largo llanto, al final; ni a ese forzado Eugenio Derbez.

Quien sí se ve natural y verosímil en las dos películas es El Licenciado: Ernesto Gómez Cruz, en aquella ocasión; y Roberto Sosa, en ésta, en la que también sobresale Bárbara Mori, quien además de guapa es muy consistente en su intento de parecer china.

El complot mongol de Del Amo hubiera continuado el tono serio de su antecesora, evitado que García le habla al público, que un chino se expresara como cubano, y buscado un ritmo más dinámico. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 5 de mayo de 2019 en la edición 849 del semanario Ríodoce.

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