La UNAM y las elecciones sinaloenses

elecciones amlo

Esta semana se celebró en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM la penúltima sesión del seminario “Los estados 2018: Contexto federal y desafíos en los procesos locales”. En ese seminario me tocó participar en la mesa 7 correspondiente a los comicios intermedios en los estados III con el capítulo Sinaloa. Este evento organizado por el Tec de Monterrey, el INE, IEDF y la UNAM fue coordinado por nuestra amiga la politóloga Rosa María Mirón y gracias a sus buenos oficios en los próximos meses tendremos una obra colectiva de invaluable valor documental.

El ensayo de investigación que presenté en mi alma mater lleva por título “La segunda y media alternancia en Sinaloa”, un trabajo que registra el paso del tsunami Andrés Manuel por estas tierras de deslealtad partidaria. Y es que es altamente significativo porque no solamente el candidato presidencial de la coalición “Juntos haremos historia” barrió a sus adversarios políticos, sino también a los otros candidatos de su partido y así, se convirtió en el estado del norte que le aportó a AMLO más votos en términos relativos y el que guarda el quinto lugar a nivel nacional.

¿Cuáles son grosso modo los principales hallazgos que nos encontramos en este ejercicio de investigación?, que espero se convierta en un libro de análisis y perspectiva para 2021 si a una institución le interesa:

Primero, el tsunami Andrés Manuel echó abajo todos los pronósticos asociados a la evolución electoral en el estado y los estudios demoscópicos más optimistas. Desapareció el bipartidismo y redujo a su mínima expresión a los partidos que habían dominado hasta entonces el imaginario electoral y la muestra más evidente es que el PRI de tener 21 diputados ahora tiene 8; el PAN de 7 ahora 2 y el PAS, el partido con mayor ascenso y la revelación de 2016, de 6 solo tiene una diputada.

Segundo, el comportamiento electoral de los sinaloenses pasó de una alta abstención en 2016 a una alta participación en 2018, lo que significa que cuando hay candidatos y ofertas de contraste los ciudadanos salen a votar masivamente esperando mejorar su situación.

Tercero, si bien fue amplia la derrota de los candidatos de las otras coaliciones y el independiente a la presidencia, el tsunami lopezobradorista estableció una diferencia sustantiva entre AMLO y los candidatos de la coalición “Juntos haremos historia” al Senado, a la Cámara de Diputados, alcaldías y en el Congreso del Estado, lo que demuestra el factor arrastre y revela la existencia de un voto diferenciado fortalecido.

Cuarto, en efecto, los sinaloenses salieron a votar la idea del voto en línea, el 5 de 5 solicitado por AMLO —qué sin duda lo hubo— sin embargo, esta votación hay que matizarla pues las diferencias de voto correlativo con los otros candidatos de la fórmula morenista es notoria. Ello confirma una práctica que hemos observado al menos en los últimos 20 años. El votante tiende hacerlo en forma diferenciada o cruzada, que en estas elecciones se confirmó ampliamente y es un activo para las siguientes elecciones.
Cinco, el tsunami creó nuevos contrapesos políticos, un gobierno dividido donde el Ejecutivo es priista y la mayoría legislativa morenista además donde aparecen de nuevo los gobiernos municipales yuxtapuestos. Que solo tiene precedente en 1995 cuando el PAN gana estas mismas alcaldías lo que significó técnicamente poner en el centro a la política de negociación y el acuerdo político que observamos en la aprobación de la Ley de Ingresos y la Política de Egresos de 2019.

Seis, estos resultados electorales son el escenario básico de los comicios de 2021 y una lectura rápida favorecería a Morena, sin embargo, el ejercicio de gobernar está provocando a esta formación un desgaste muy rápido y eso resta en la percepción de la marca electoral. Claro, en política nada es para siempre y qué mejor ejemplo que lo ocurrido en los últimos ocho años.

Y finalmente siete, titular el texto como dos alternancias y media, tiene que ver con una consideración metodológica sobre un proceso errático, cambiante, que ocurrió en los últimos ocho años de realineamiento electoral. En 2010 triunfa una coalición hegemonizada por el PAN y se lleva prácticamente todo; en 2016 el PRI recupera la gubernatura y la mayoría absoluta del Congreso del Estado más tres de las cuatro alcaldías principales; y en las primeras elecciones concurrentes intermedias se mueve todo ese escenario con el triunfo amplio de los candidatos de la coalición de “Juntos haremos historia”.

Este realineamiento es por la falta de lealtad partidaria, con el subsecuente efecto sobre el llamado voto duro, y ello está provocando un sistema de partidos muy inestable que tiene efectos decisivos sobre la gobernabilidad política como se expresa en las relaciones Ejecutivo-legislativo y sobre todo en la dinámica de los principales ayuntamientos. Viven la curva de aprendizaje y el escándalo constante lo que limita una adecuada acción de gobierno y la frustración en franjas de gobernados.

Artículo publicado el 7 de abril de 2019 en la edición 845 del semanario Ríodoce.

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