Cuando un amigo se va… queda un espacio vacío

joel df

A la memoria de nuestro amigo Joel Díaz Fonseca, que ya descansa en paz

Cuánta razón tenías Joel en compartirnos que “cuando un amigo se va, queda un espacio vacío”.

Te fuiste sin despedirte amigo. Igual que muchos otros que transitamos contigo por este sendero del periodismo; me quedé con las ganas de darte un abrazo, de esos abrazos que sellan una amistad para siempre.

Pero… la última vez que te vi estabas tan sano, tan fuerte como el tronco de un ahuehuete, que la noticia de tu muerte nos dejó perplejos. Lamenté mucho no haber estado junto a ese grupo de amigos la noche en que te despediste. Esa noche que rodearon tu ataúd y reconstruían anécdotas de aquel Noroeste que tampoco volverá. Cuando fuiste pilar en aquel proyecto periodístico que le dio a Sinaloa y a la región sur un periodismo libre, crítico, comprometido y la oportunidad de instaurar el derecho a esa verdad que no leíamos en el periodismo convencional de los años noventa.

Te fuiste tan rápido que no me diste tiempo para decirte: Gracias Joel.

Me quedaré con la imagen de aquel periodista firme que defendió a cabalidad el ejercicio del periodismo libre y a los periodistas.

Recuerdo aquella ocasión en que discutías fuertemente con Manuel Clouthier, el director General de Noroeste. Tus alegatos salían de aquella oficina de Redacción (frente a la UAS) y fuertemente respondías por teléfono: “Es que yo no le puedo pedir eso, dígaselo usted, yo no puedo ni debo obligarlo a algo que no pasó”. Y lo repetías una y otra vez.

Yo me encontraba en uno de los cubículos de la sala de redacción y por curiosidad me aproximé a aquel cuarto blanqueado, austero, rodeado de libros y buena música que hacía las veces de bunker donde una mañana escuchabas el Ave maría de Schubert o leías a Saramago para disuadir el estresante oficio cotidiano de revisar el material periodístico del día siguiente.

Cuando escuché que colgaste el auricular me acerqué y con un dejo de preocupación me pare frente a una esquina de tu escritorio donde tenías documentos y hojas desparpajadas, algo muy común en un jefe de redacción. Te pregunté si pasaba algo y con el rostro todavía molesto y sonrojado por la incomodidad que genera un diálogo ríspido y forzado, me contaste lo ocurrido.

“Acabo de hablar con Clouthier, y me está pidiendo que te retractes sobre la nota que escribiste donde entrevistas a Julio Berdegué sobre el tema del Hotel que va a construir el Ejército en la Zona Dorada (de Mazatlán). Me ha dicho que Berdegué le habló por teléfono esta mañana y que le pide de favor que públicamente te desdigas de lo que has escrito porque le han hablado de la Secretaría de la Defensa Nacional y le han llamado la atención por haber despotricado contra los soldados al declarar que el Ejército no tiene nada que hacer en el ramo hotelero, y que el haberlos criticado y decirles ‘zapatero a tus zapatos’ le está ocasionando problemas con el Presidente Ernesto Zedillo y el Ejército”.

“Y me está pidiendo que te obligue a que escribas una carta aclaratoria donde digas que alteraste la declaración y que pusiste en boca de Berdegué palabras que él no dijo. Yo le he dicho que confío en ti y que no fue así. Yo conozco cómo es de hocicón Berdegué, porque yo también lo entrevisté, y cuando le llaman la atención de arriba le echa la culpa al reportero. Entonces le he dicho que yo no podía hacer eso, que en todo caso te lo dijera él. Así que si te habla, tú sabrás lo que haces, pero yo te sugiero que no lo hagas”.

Joel agachó su cabeza y empezó a jalarse el bigote para mitigar la angustia derivada de aquel desacato a una orden superior que rompía con su lealtad institucional.

Cuando salí de su oficina, me lamenté no haber expresado un “gracias Joel” muy intenso, por ese gesto de solidaridad. Pasé toda la tarde y noche nervioso y el siguiente día en espera. Maquío nunca llamó.

Ahora vuelvo a sentir el deseo de darte un abrazo muy fuerte Joel. Cuánto lamento tu partida amigo. Te vas y en esa marcha al infinito se va una parte de nosotros, de tus amigos que siempre te recordaremos como un ícono del periodismo en Sinaloa.

Espero que descanses lleno de paz en ese lugar del firmamento reservado para los hombres y mujeres que son fieles seguidores del Cristo Primitivo, ese que nos legó el principio irrenunciable de amor al prójimo. Algún día o tal vez más pronto de lo que pensamos, nos encontraremos de nuevo, para seguir haciendo equipo y escribir la historia desde las alturas.

Hasta siempre entrañable amigo. Te abraza, Francisco Sarabia (Franchesco).

Artículo publicado el 10 de marzo de 2019 en la edición 841 del semanario Ríodoce.

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