Reporteros Sin Fronteras (RSF) recordó en el marco del Día Internacional de la Mujer, que se celebra este 8 de marzo, que en el mundo actualmente hay 27 mujeres periodistas en prisión; algunas de ellas padecen condiciones carcelarias inhumanas, son víctimas de tortura y de acoso sexual, y las cuales pide que sean puestas en libertad cuanto antes y de manera incondicional.
El organismo señaló que según registros que due datan de finales de febrero de 2019, en el mundo hay 334 periodistas encarcelados; de ellos 27 son mujeres, lo que representa 8 por ciento del total. Hace cinco años eran sólo 3 por ciento.
“27 mujeres periodistas están siendo privadas de su libertad por sus valientes palabras o escritos”, recuerda Christophe Deloire, Secretario General de RSF. “Las reporteras enfrentan todo tipo de represalias: pueden ser víctimas de sentencias desproporcionadas e injustas y, al igual que sus colegas del género masculino, padecer las peores condiciones carcelarias, tortura, incluso acoso sexual. RSF pide que estas periodistas sean puestas en libertad cuanto antes y de manera incondicional e incita a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a que actúe en torno a estos casos”, agregó.
Nueve países retienen en sus prisiones a mujeres periodistas. Irán y China poseen el triste récord de ser los dos países donde hay más reporteras encarceladas: en cada uno hay siete periodistas tras las rejas. Les sigue Turquía, donde hace dos semanas se puso en libertad a la famosa periodista e ilustradora kurda Zehra Doğan; no obstante, en el país aún hay cuatro mujeres periodistas en prisión. En Arabia Saudita hay tres; en Vietnam, dos; mientras que en Egipto hay una, al igual que en Bahréin, Siria y Nicaragua.
Las periodistas de estos países suelen estar en el punto de mira de las autoridades debido a los textos que escriben para la prensa o la información que publican en las redes sociales. Sin embargo, a menudo se les acusa de “pertenecer a un grupo terrorista” o de “hacer propaganda” para uno de ellos –es el caso de Turquía y Egipto–, así como de “tener contactos sospechosos con entidades extranjeras” –como en Arabia Saudita–. Acusaciones poco claras y para las cuales no existen pruebas, pero que se emplean para justificar severas penas de prisión.
En Irán, Narges Mohammadi, periodista y defensora de los derechos humanos, y Hengameh Shahidi, editora del blog Paineveste, fueron condenadas a 10 y 12 años de cárcel, respectivamente, por “complot contra la seguridad nacional de la República Islámica” e “insulto al jefe del sistema judicial”. Antes que ellas, su colega iraní-británica, Roya Saberi Negad Nobakht, fue detenida por sus publicaciones en Facebook; inicialmente la habían condenado a 20 años de prisión (en 2014), luego redujeron su pena a 5 años.
Los regímenes de algunos países no dudan en emplear las penas máximas de prisión a fin de hacer callar para siempre a las voces que les molestan. Es el caso de China. En 2010 Gulmira Imin, quien administraba el sitio web informativo Salkin y pertenece a la comunidad musulmana uigur, fue condenada a cadena perpetua por “separatismo” y “divulgación de secretos de Estado”.
En Turquía, la famosa periodista Nazlı Ilıcak, de 74 años de edad, también fue condenada a esa pena; la juzgaron por haber participado en un programa en el que se criticaba a las autoridades televisado la víspera del intento de golpe de Estado de julio de 2016. Fue juzgada al mismo tiempo que dos de sus colegas, los hermanos Altan, que como ella son periodistas reconocidos. Los tres fueron sentenciados a cadena perpetua agravada, lo que significa que estarán recluidos en mayores condiciones de aislamiento, sin que puedan concederles permisos ni amnistía
Condiciones carcelarias inhumanas
Las periodistas, al igual que sus colegas del género masculino, en ocasiones padecen condiciones de detención muy duras. En Nicaragua, Lucía Pineda Ubau, jefa de información del canal de televisión 100% Noticias, fue detenida por la policía, acusada de “terrorismo”. Antes de que la condujeran a una cárcel de mujeres pasó 41 días detenida en la prisión de alta seguridad El Chipote. En esta cárcel, que fue un centro neurálgico de la dictadura militar des Somoza, las condiciones carcelarias son “infrahumanas”, señaló el eurodiputado José Inácio Faria, quien visitó a periodistas encarcelados.
En Vietnam, Tran Thi Ngala, bloguera y activista defensora de los trabajadores migrantes, fue acusada de haber publicado en la Red contenidos que atentaban contra el Estado. Durante más de seis meses estuvo detenida en secreto, hasta su proceso, que duró un día, el 25 de julio de 2017. Como se negó a admitir su culpabilidad cuando estaba detenida, las autoridades penitenciarias impidieron durante cerca de un año que pudiera comunicarse por teléfono y que tuviera visitas. Su abogado, que sólo pudo verla una vez antes del juicio, estaba muy preocupado por su estado de salud, que no dejaba de empeorar.
En Irán, la falta de atención médica es común tanto en la tristemente famosa prisión de Evin (en Terán), como en Gerchak, una de las peores prisiones del país, donde Sepideh Moradi, Avisha Jalaledin y Shima Entesari, tres colaboradoras del sitio web informativo Majzooban Nor, que pertenecen a la comunidad sufí, purgan una pena de cinco años. Las periodistas encarceladas a menudo emprenden peligrosas huelgas de hambre para protestar por las condiciones carcelarias y porque no tienen acceso a atención médica adecuada.
Diversos informes de la ONU señalan que las iraníes se enferman con mayor frecuencia en prisión que los hombres. La segregación de las mujeres impuesta por una sociedad ultraconservadora y el odio tradicional del régimen islámico a los intelectuales y disidentes agrava la situación de las mujeres encarceladas. “Si bien las condiciones sanitarias para los hombres son duras, para las mujeres la falta de higiene en prisión es aún más terrible y problemática”, confirma Taghi Rahmani, esposo de Narges Mohammadi.
Torturadas, humilladas y acosadas sexualmente
Las periodistas encarceladas están expuestas a sufrir los peores maltratos. En China, Gulmira Imin fue torturada cuando estaba detenida y la obligaron a firmar documentos sin que pudiera contactar a su abogado. A la tortura física se suma el peligro de violación o de acoso sexual. En Egipto, personas cercanas a la joven fotoperiodista Shorouq Amjad Ahmed al Sayed, detenida el 25 de abril pasado, señalaron que fue golpeada hasta que se desmalló, que la insultaron y amenazaron con violarla para que confesara lo que ellos querían: que creó una página web para amenazar la paz pública y que pertenecía al movimiento de los Hermanos Musulmanes, que está prohibido.
En Arabia Saudita la situación de Eman al Nafjan, fundadora del blog Saudiwoman y de la bloguera Nouf Abdulaziz Al Jerawi, que colaboraba con el sitio web The Arab Noon, provoca gran preocupación. Según la organización saudí Al-Qst, ellas forman parte de las activistas feministas que fueron torturadas tras ser detenidas en la primavera de 2018. La ONG precisa que algunas activistas también padecieron acoso sexual; las desnudaron, las fotografiaron desnudas y las obligaron a besar a otras prisioneras.
Desaparecidas en prisión
Aún no se han dado a conocer los cargos presentados contra Eman al Nafjan y Nouf Abdulaziz. En otras regiones del mundo, seis periodistas también están detenidas sin que se haya realizado aún un juicio. En algunos casos sus allegados les han perdido el rastro por completo. En China se desconoce lo sucedido con las periodistas-ciudadanas Zhang Jixin, Qin Chao y Li Zhaoxiu , detenidas en 2015, 2016 y 2017, respectivamente.
La bloguera siria Tal al Mallouhi también desapareció cuando estaba detenida. En 2011 la condenaron a cinco años de cárcel; debería haber salido libre desde hace mucho tiempo. La última vez que la vieron con vida fue en 2016, cuando fue transferida a la prisión de alta seguridad del Estado en Damasco. Tenía sólo 18 años cuando la detuvieron, en 2009. Es a la vez una de las periodistas encarceladas más jóvenes y más antiguas.