Regresan a abogado desaparecido sano y salvo, después de 10 días

juan miguel 1

¿Sus captores lo golpearon y amenazaron? —preguntó Ríodoce al abogado Juan Miguel González Torres, después de vivida la odisea de su privación ilegal de la libertad.

—Nunca me golpearon, nunca me dijeron te vas a morir. Cuando en una etapa yo no preguntaba nada, ellos me decían ‘¿cómo te has portado abogado?, ¿qué has hecho?, ¿con quién te metiste?, ¿a quién no le cumpliste?’, yo respondía: ‘No señor, yo no tengo problemas’. Ellos decían: ‘¡Ah!, ¿a poco no?’

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Cuenta González Torres que cuando sus presuntos plagiarios le llevaban sus alimentos y le ordenaban que se tapara los ojos y se mantuviera de espaldas, él les pedía una Biblia y obedeciendo los planes de Dios que por algo lo había puesto en ese cautiverio, no perdía oportunidad de orar con devoción por ellos.

Incluso, asegura que cuando en una ocasión terminó de hacer una plegaria en su encierro, detrás de la puerta se escuchó como un susurro: “Amén”.

La noche del 14 de diciembre, cuando sus captores regresaron sano y salvo al licenciado Juan Miguel González Torres, de 49 años de edad, faltaban tres días para que se cumpliera el plazo que el Colegio de Abogados Genaro Estrada había dado al vicefiscal para que diera una respuesta concreta sobre la desaparición de su colega, de lo contrario adoptarían otras medidas de presión.

Sus angustiados familiares y amigos, habían orado para que Dios lo librara de hombres violentos y que volviera a casa sano y salvo y que tuvieran noticias de él en el nombre de Jesús y antes del 24 llegaron las “buenas nuevas”.

González Torres había pasado 10 días privado de su libertad por un grupo de cuatro hombres con armas de fuego que sorpresivamente lo habían encañonado cerca de sus oficinas en avenida Cruz Lizárraga, cuando intentaba abordar su vehículo, llevándoselo amarrado de las manos y con ojos vendados.

No sin antes dar gracias a Dios por ungirlo con fortaleza espiritual para resistir su cautiverio mediante el silencio y la oración aprendidos en el templo cristiano, relató su odisea.

—¿Cómo ocurrieron los hechos?

—Iba subiendo al carro para irme a mi casa, eran pasaditas de las 9:00 de la noche del miércoles 5 de diciembre. Por la distribución del espacio del vehículo donde me subieron, era una camioneta. Me decían: “agáchate no voltees, agáchate no voltees”.

—¿Y cuántos hombres eran?

—Cuatro sujetos, cubiertos, traían pecheras, armas largas, armas cortas y radios de frecuencia. Me decían “súbete, súbete”. Primero pensé que era asalto, ellos llegaron así: “súbete”. Me quise quitar la cadena y mis cosas que traía. Mis prendas. “No, no, súbete, súbete, vas a investigación”, y de ahí pal’real, “no voltees”. Me quitan los lentes, y yo sin lentes que están gruesos, como fondo de botella, no te alcanzo a ver ahí. No leo, nada más veo una raya.

—¿Usted no preguntó a sus secuestradores qué querían?

—No me dejaron preguntar, el punto era, “súbete vas a investigación”. Y yo: adelante, ¿de qué se trata? Fui la única vez que yo pregunté algo.

—¿Qué le preguntaban?

—¿Cómo te llamas?, ¿a qué te dedicas?, ¿qué edad tienes?, ¿de dónde eres? Me quitaron mis pertenencias y me estuvieron preguntando sobre cuestiones personales. Mis datos prácticamente. Y pues ellos hablaban en clave.

—¿Se identificaron como un grupo de investigación de Gobierno?

—Nada, nada. Otra cosa, yo fui agente del Ministerio Público. Y pues más o menos estoy familiarizado con las claves. Ninguna clave de las que manejaban se me hizo conocida. Ya fue cuando no me gustó.

—¿A dónde se lo llevaron?

—No pues todo el tiempo estuve vendado. Y sin lentes. Haga de cuenta que me quitaron el sentido de la vista.

—¿Usted sintió que lo llevaron a una oficina policial o fuera de Mazatlán?

—No, yo estuve en otro lugar, no era una oficina donde estuve. Por lo que yo sentía y escuchaba era una casa de seguridad seguramente. Quizá en alguna ranchería cercana.

—Algunas de sus amistades pensaban que usted estaba siendo víctima de extorsión…

—No, no, no. A mi siempre me dijeron vas para investigación, y estando en cautiverio y estando igual amordazado, o sea, con los ojos vendados y amarrado me estuvieron igual preguntando por ocasiones.

—¿Qué otras cosas preguntaban?

—Me dijeron ‘¿Cómo dices que te llamas?. Miguel González ¿González qué? Torres. ¿Qué edad tienes? 49 años. ¿De dónde eres?  De la Ciudad de México. ¿Dónde vives? Justamente enfrente de la zona naval. Así como dice mi credencial; porque me quitaron mis pertenencias. Esos son mis datos reales, les dije, ahí viene mi cédula profesional.

—¿En algún momento pensó que sus interrogadores eran policías?

—No, no, no, ya cuando vi que no me sonó ninguna de las claves que manejaban, no pues dije, esto no es Gobierno. Solo me dijeron: vas para investigación, no contestes más allá de lo que se te pregunte. ¿Te queda claro? Y yo contestaba sí señor o no señor, de acuerdo a la pregunta yo contestaba. Yo así contestaba, para evitar un conflicto, verdad.

—¿No le dijeron si era una agencia de investigación federal?

—No, pero siempre me estuvieron haciendo preguntas. Me trataron bien. A lo que pude ver, nada más, al inicio fue gente en chalecos y pantalones de mezclilla, no sé, fue cosa de segundos…

—Cuando se lo llevaron y lo regresaron, ¿sintió que salieron de la ciudad o daban vueltas en círculo?

—No pues seguramente salimos de la ciudad, porque fue mucho el tiempo y el terreno era escabroso, una parte del terreno.

—¿Ya fue a la vicefiscalía?

— No. Fue un investigador el sábado a mi casa. Le comenté a mi compañero dirigente del Colegio que pasara la inquietud a la mesa directiva, dijeron, está bien, descansa, relájate, cualquier cosa nos hablas o te hablamos.

 

¿Qué regalar en Navidad?

A la pregunta qué regalar en Navidad, el hombre que regresó a casa recomienda: “A tu enemigo, perdón; a tu oponente, paciencia; a un amigo, tu corazón; a los enfermos, servicio; a todos los hombres, caridad; a los niños, buen ejemplo; y a ti mismo, respeto”.

Artículo publicado el 23 de diciembre de 2018 en la edición 830 del semanario Ríodoce.

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