El hit del ‘Químico’ Benítez

El hit del ‘Químico’ Benítez


La gestión del alcalde Luis Guillermo Benítez Torres transcurría sin pena ni gloria en sus primeras semanas. El proceso de acomodo administrativo se vivía en medio de sobresaltos. La llegada de un gran número de personas sin experiencia a la función administrativa era y es clamorosa, además la Síndica Procuradora enderezaba lanzas contra la esposa del alcalde por “nepotismo” y hasta le pronosticó a la primera dama una pena corporal de tres años.

En este ambiente turbulento Quel Galván, el eficaz director de la Jumapam, le dio un salvavidas mediático y acercó información sensible al alcalde sobre el estado en que encontró a la paramunicipal. Algo que era un secreto a voces. Algunos empresarios se robaban vulgarmente el agua y el drenaje para evitar el pago como cualquier otro ciudadano. Entre ellos estaba al que se le había concesionado el uso y usufructo del Estadio de Beisbol.

Antonio Toledo fue requerido por la Jumapam para que cubriera un adeudo y explicara lo de unas tomas clandestinas que suministraban ilegalmente agua al inmueble beisbolero. No acudió, según lo dijo, el alcalde a la prensa.

La reacción primera del empresario fue establecer contacto con otros niveles de gobierno para, como siempre se ha hecho, intermediar y resolver el problema de pago. No tuvo éxito.

El Químico Benítez suspendió los servicios y puso los sellos correspondientes en las ventanillas de boletaje del estadio. Les dijo a esos intermediarios oficiosos “que si nos les había caído el 20 de que el país ya había cambiado después de los resultados del 1 de julio”. Cuando los problemas se arreglaban con una llamada. Y que la única solución era pagar adeudos y multas que alcanzan un total de 3 millones de pesos.

Este tipo de acciones solo tiene un precedente en los años 80, cuando el alcalde panista Alejandro Higuera hizo lo mismo con unas conexiones irregulares que prestaban el servicio al mayúsculo fraccionamiento El Cid, propiedad del desaparecido Julio Berdegué.

Es decir, el vulgar robo de agua y drenaje ha sido una práctica común entre empresarios, y eso ha provocado que la Junta opere frecuentemente con números rojos.

Y esto, claro, ha sido tolerado y hasta auspiciado por las administraciones pasadas, que les tembló la mano para ejercer la autoridad y evitar este descalabro de las finanzas municipales.

Quizá una llamada ha sido la diferencia. Ahora que el Químico Benítez ha dado el paso en el saneamiento de las finanzas de la paramunicipal, la pregunta es si seguirán tras otros empresarios que se roban los servicios públicos, incluso el no pago o las reducciones abusivas en los pagos del predial, donde está otra cloaca que merma los ingresos de la alcaldía porteña. Todo indica que sí y eso debe favorecer las finanzas del municipio.

Pero volviendo al tema del estadio, el Químico como alcalde electo se opuso a los términos del convenio de concesión que se hizo en la pasada administración priista y a regañadientes los aceptó; sólo pidió que se otorgaran 2 mil entradas gratis en cada partido. Solicitud que se entrampó porque no se sabía quién entregaría el boletaje, ya que el empresario beisbolero prudentemente no quería que aquello se politizara y terminara afectando la función.

No tengo noticias de que aquello haya terminado bien. Y ahora, según los términos del convenio firmado por las partes, y dicho por el propio Químico Benítez, podría estar en riego la concesión porque no se cumple con el pago de los servicios al municipio.
El alcalde debe estar valorando ir jurídicamente adelante con esa idea, sin embargo, mientras son peras o son manzanas, el estadio sigue sellado. Y esto de permanecer tiene un efecto sobre el rol de juegos previstos en el estadio Teodoro Mariscal y seguramente en el ánimo de los aficionados.

Dicho de paso, existe la percepción mayoritaria de que el Químico Benítez hizo lo institucional, lo correcto, lo decente, y ahora corresponde a Antonio Toledo salir al paso y resolver el adeudo y multas, para que siga el juego.

Toledo ha dicho a la prensa que demandará al gobierno municipal, pero de hacerlo, el pronóstico es reservado y podría perder de todas, todas, aquí la máxima de “que vale más un mal arreglo que un buen pleito” llama a cerrar este capítulo penoso para la administración del beisbol porteño.

El juego debe continuar.

Artículo de opinión publicado el 2 de diciembre de 2018 en la edición 827 del semanario Ríodoce.

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