Por dos años Quirino Ordaz ocupó las sillas del Ejecutivo y Legislativo al mismo tiempo. No es literal, claro, los poderes en México no pueden recaer en una misma persona, pero sí por sus alter ego, Irma Tirado y Víctor Godoy. Ni siquiera tomaba protesta como Gobernador cuando el Congreso estaba aprobando reformas que eran fundamentales para la sucesión: La elevación de los porcentajes del Impuesto Sobre Nóminas —incluso consensuada con los grandes empleadores del estado, Coppel y Ley— y los cambios en el pago de la Tenencia; además la renuncia del Auditor Antonio Vega y el nombramiento de la nueva Auditora Superior.
Con todo y los tropiezos de Irma Tirado, el Congreso fue al ritmo que marcó el gobernador. No perdió pisada: Suspendieron la Cuenta Pública a Malova porque así convenía políticamente, para luego aprobar las dos de su último año sin problemas ni aclaraciones. Pidió disminuir el número de diputados y legisladores y los bajaron, luego otro cambio al pago de la Tenencia y lo mismo. Pidió que el Fiscal fuera Juan José Ríos Estavillo y se lo concedieron. Todo, todo quedó a conveniencia, sin reparos de ninguna naturaleza. Es decir, como siempre de los siempres.
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Por eso ahora llama la atención la amnesia del PRI. El golpe en la cabeza del 1 de julio pasado le afectó toda capacidad de memoria a corto plazo. El 1 de octubre ya no sabía lo que pasó el 30 de septiembre. No es pose, repite el estribillo de moda: No me acuerdo, no me acuerdo, y si no me acuerdo no pasó. Solo así se explica que los diputados del PRI pidan que en el recinto se coloque en letras doradas la leyenda Al Movimiento estudiantil de 1968; o que soliciten que las reuniones de las comisiones legislativas sean totalmente públicas y transmitidas por internet.
Sergio Jacobo dirigirá la primera minoría del partido que siempre fue dueño y señor del Congreso. Politólogo y ensayista, formó parte de un grupo que se encargó de estudiar y publicar los análisis del Sinaloa de los años 90. Ya escribía de “competencia electoral más reñida”, diversificación del voto,”una sociedad más dinámica y participativa”. Si alguna vez deseó dirigir la mayoría y sentarse en la parte central del recinto ordenando los trabajos, ahora tendrá que manejar un discurso donde el PRI se siente incómodo, ser oposición no está en su naturaleza.
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Sergio Jacobo llega acotado a la oposición legislativa, antes dirigía el despacho de Quirino Ordaz y además no tiene todos los hilos dentro del PRI como para imprimirle una dinámica novedosa a su posición. Aun así tiene una visión panorámica de la realidad de Sinaloa —con todo y la amnesia que finge ahora— y un respaldo teórico-práctico de la política. Desde su anterior trabajo podrán pedirle milagros, pero nunca como ahora para el PRI amnésico la definición de política será el arte de lo posible.
Margen de error
(Pizca de realidad) Morena mientras tanto tendrá que dominar a sus propios demonios. No hay nada peor que exorcizarse. Cuando se revuelve adrenalina con un ego exacerbado no hay solución cercana. Morena se compone de elementos contrarios que chocan entre sí, una mezcla cercana a la dinamita.
Si Sergio Jacobo tiene que articular un lenguaje entre la oposición en el Congreso y la promoción del Ejecutivo, Morena y su coordinadora Graciela Domínguez tendrán que armar un discurso entre la promoción de Andrés Manuel López Obrador y la oposición a Quirino Ordaz. Unos y otros estarán divagando por ubicarse.
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Graciela Domínguez es socióloga, no politóloga. Al contrario de Sergio Jacobo no ha dado bandazos en su militancia, es de izquierda desde siempre y además ya fue diputada local. Tiene la desventaja de que los miembros de su bancada mantienen el ego exacerbado y se creen ganadores por su nombre y no por AMLO. Ahí es donde están los demonios de Morena, dentro de sí mismos.
La bancada de Morena se compone de un conglomerado de hombres y mujeres ajenos o desechados de la política. Hacer un equipo con ellos será el principal reto de la nueva mayoría.
Deatrasalante
(Los Gandarilla)En 1995 Víctor Gandarilla dirigía el PRI todopoderoso. Un año antes a México le había pasado de todo: asesinaron al candidato más fuerte y se habían levantado en armas unos indígenas en Chiapas. Aun así, Ernesto Zedillo ácido y sin carisma conservó la presidencia para el PRI. Al año siguiente fue la elección intermedia en Sinaloa y sufrirían la primera gran derrota de su historia. Los ciudadanos culparon al PRI de la crisis que llamó Salinas como los errores de diciembre y el incremento a la tasa del IVA.
Ese 1995 el PRI de Gandarilla y de Renato Vega perdió las Alcaldías en las principales ciudades: Ahome, Culiacán y Mazatlán, además Navolato, Salvador Alvarado y Angostura. La geografía distrital de un municipio, un distrito y la clausula de gobernabilidad le permitieron mantener la mayoría en el Congreso.
Veintitrés años después otro Gandarilla, Carlos, hijo de Víctor, dirigiría el PRI en otra derrota histórica, la de 2018. Volvieron a perder las principales ciudades, solo que los cambios en los distritos ya no le permitieron mantener el Congreso y también lo perdieron. En la toma de protesta del nuevo Congreso se sentaron en la misma fila de asientos, dos generaciones, dos grandes derrotas (PUNTO)
Columna publicada el 7 de octubre de 2018 en la edición 819 del semanario Ríodoce.
