Esta rabia no se puede quedar así. Hay familias que lo perdieron todo con la inundación en varias ciudades de Sinaloa y no se trata solo de una contingencia por una lluvia excesiva. Las recurrentes inundaciones en amplias zonas de Culiacán, Los Mochis, Mazatlán y Guasave, merecen una respuesta distinta a la que han dado los últimos tres gobernadores y alcaldes. Y se resume en una palabra: asistencialismo. No más.

Los ciudadanos afectados tampoco han encontrado una postura distinta al lugar común: reclamo y exigencia de apoyos para resolver la crisis inmediata. Mucha rabia que termina ahogada. Lo mismo en Infonavit Humaya hace una década, que en la 6 de Enero, o Valle Alto más recientemente.

Ni unos ni otros se han ido al fondo.

Gobernadores y Alcaldes han tenido miedo a entrarle a un tema que es de pesos y centavos. No necesitan arrastrar lápiz para saber que hoy día, con tanto que no se hizo, costaría un mundo de dinero ir resolviendo ese problemón en Los Mochis, Guasave, Mazatlán y Culiacán. Y lo peor, implica desenterrar un mugrero representado por centenares de permisos de construcción otorgados al margen de la ley, o en el mejor de los casos autorizándolos sin muchas preocupaciones. Al final que no pasará nada, igual entre una y otra inundación pasan cinco años y los funcionarios ya no estarán en los cargos.

Los propietarios en esas zonas fueron engañados, por decir lo menos, y algunos hasta fraudeados por los consorcios de constructoras y la misma autoridad. Sus viviendas están devaluadas, y aunque no las han perdido por completo terminarán por aceptar que si siguen así irán perdiendo valor.

No hay solución sencilla ni barata. Seguir en la respuesta asistencial es irresponsable por la autoridad, porque nunca podrá reparar el daño por completo, además del riesgo inminente en la seguridad personal de los habitantes, no solo en las propiedades. Y si los propietarios se mantienen sin pedir explicaciones de lo que ocurre, sin que la autoridad les rinda cuentas de las causas por qué se inunda su casa, seguirá ocurriendo con las consecuencias conocidas de las pérdidas materiales y hasta de vidas.

Gobierno tras gobierno no se meten en problemas y argumentan que se trató de una lluvia atípica, demasiada agua para un tiempo tan corto. Es cierto algunas de las veces, pero no en todas. Se inunda porque no se tomaron decisiones inteligentes basadas en datos. Se inunda porque una construcción le tapó el cauce natural al agua, porque se desarrolló un fraccionamiento donde no debía, porque un proyecto público buscó ahorrar menos y el puente quedó más chico o el drenaje pluvial más angosto.
Mil y una malas decisiones, corruptas decisiones, a un mismo problema. No son las lluvias, es la corrupción, el negocio a costa de lo que sea, el resolverlo a medias.

Esta vez sí, esta vez la rabia de perderlo todo debe primero que todo buscar explicaciones, la autoridad está obligada. ¿Por qué se inunda?, una respuesta técnica, ingenieros expertos que elaboren la respuesta por cada zona.

Primera cita
(Malasia) Llevan 10 años detenidos en Malasia, un país que ni siquiera sabían que existía y donde se fueron, dicen ellos, por una propuesta de trabajo. En Culiacán, los tres hermanos González Villarreal eran ladrilleros y en Malasia fueron detenidos en posesión de metanfetaminas.

En ese país asiático, con apenas medio siglo de vida independiente, el tráfico de drogas se castiga con la pena capital, pero en el caso de los tres sinaloenses se cambió a cadena perpetua. Salvaron la vida, pero aún les queda un camino larguísimo.

En enero de este año, Ríodoce publicó un trabajo de Alejandro Monjardín donde señala que 56 mexicanos estaban condenados a pena de muerte, con procesos judiciales abiertos donde se buscaba revertir la condena —como el caso de los hermanos de Sinaloa, donde se logró. Otros 75 mexicanos, además, en aquel momento estaban acusados de delitos que pudieran tener como condena la pena de muerte. La misma nota recuerda que 13 mexicanos han sido ejecutados en Estados Unidos en un siglo.

La historia de los tres hermanos de Culiacán fue llamativa desde su descubrimiento mismo: tres jóvenes muy pobres de la capital de la Organización Sinaloa eran detenidos con droga en un país al otro lado del mundo. Y después se sabría que no eran los únicos en esa condición, sino que estaban regados por casi todo el mundo.

El mercado global de las drogas también cobra su cuota en ese capítulo, y como pasa siempre, las cobra entre los más jodidos.

Deatrasalante
(Manuel) En 2013 el huracán “Manuel” inundó medio Culiacán y una gran parte de Navolato y otros municipios. Se declaró la emergencia, y el gobierno de Mario López Valdez concentró los recursos del Fondo Nacional de Desastres. Una jugosa forma pública de aprovecharse de la tragedia, de negociar a costo de los más miserables.

Años después los constructores ni siquiera podían cobrar, muchos de los afectados aseguraron que jamás les llegó ni un cacahuate.

Esta rabia no se puede quedar así (PUNTO)

Columna publicada el 23 de septiembre de 2018 en la edición 817 del semanario Ríodoce.