La leyenda de Ramón Gallardo Campista el ‘Gato’

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JULIO DE 2003. ‘Que vengan a buscarme’.

Encuentran ejecutado a un hombre que aseguran es el “Gato”.

Perseguido por el Gobierno y una legión de enemigos que se había ganado a pulso, Ramón Gallardo Campista, el Gato, desde la década de los años 90’s, hasta 2010, a salto de mata, se forjó una leyenda de gavillero entre traiciones y perpetrador de famosas masacres que habían dejado una estela de muerte.

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Aunque todavía el viernes 21 de septiembre, la Vicefiscalía Regional Zona Sur, no confirmaba la identidad del cadáver de la persona hallada en el kilómetro 106 de la carretera Internacional-15 Mazatlán-Culiacán, algunos medios de comunicación asumían extraoficialmente que el cuerpo era del Gato.

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Hasta se publicó el texto escrito con plumón negro en una cartulina blanca que sus ejecutores dejaron sobre el pecho de su víctima y que la Vicefiscalía no había querido confirmar: “Por fin cayó Ramón Gallardo alias el Gato, tanto tiempo que anduvimos tras de ti, pero a cada chango se le llega la hora y te tocó a ti. Ahí está ese secuestrador que tanto daño hizo a la gente”.

 

Cuotas

Ramón Gallardo Campista, amigo de las AR-15  de los AK-47, frisaba los 60 años de edad; algunas versiones no confirmadas aseguran que era originario de Caballo de Arriba y/o Caballo de Abajo, San Ignacio, comunidades serranas colindantes con el estado de Durango.

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La violencia originada por el Gato y sus gavilleros desplazó a ejidatarios de las comunidades aledañas a su territorio que tuvieron que poner tierra de por medio, huyendo, unos hacia el extranjero, otros a Culiacán, y los menos a Mazatlán.

Para el Gato no había mejor escenario para sus andanzas que el Cerro del Chivo, y conocía los caminos, quebradas y praderas de la sierra como la palma de su mano, era muy bueno para caminar desde Caballo de Arriba hasta la sierra del León de La Petaca.

“Él era un hombre blanco, que siempre andaba risueño, bien porque esa era su personalidad, o bien porque era fumador de la mariguana”, comentan.

“Ramón Gallardo Campista, a la muerte de Librado (de Vado Hondo), volvió a la zona serrana del municipio de San Ignacio a cargo de una gavilla de 30 individuos para tomar el control, iniciando una pugna con un tal Betito, operador de los “Guzmán Loera”, dijo una fuente del Gobierno federal.

“Fue lo que a principios del año originó desplazamientos forzados de personas; al Gato se le señala de los hechos de El Platanar, San Ignacio, donde ejecutó personas y prendió fuego a las viviendas”, señaló.

“El Gato, aseguró, fue desplazado hacia la sierra de Cosalá, nunca trabajó para una sola organización, lo mismo le daba si vendía cosechas a Los Zambada, Los Guzmán o Los Beltrán;  y exigía cuotas a las empresas mineras de San Ignacio y Cosalá”.

 

Leyenda mortal

“La que masacró a los 12 fue la gavilla de Los Librado que viven en Vado Hondo, son gente del Gato“, corrió la voz aquél 11 de junio, de 2014, en San Ignacio, cuando 12 hombres originarios de El Guayabo fueron masacrados.

El  Gobierno del Estado también había acusado a Gallardo Campista de ser el principal responsable, entre otros crímenes, de la masacre del 10 de mayo de 2002, en la sindicatura de San Jerónimo de Ajoya, donde murieron 12 personas, entre ellas, tres policías intermunicipales, cuando celebraban el Día de las Madres.

El 20 de julio de 2003, el abogado Ricardo Arnulfo Mendoza Sauceda, entonces dirigente del Frente Contra la Impunidad, en Culiacán, quien defendía a los presuntos “chivos expiatorios” de la masacre del 10 de mayo de 2002, se entrevistó con Ramón Gallardo Campista, en la zona serrana de Cosalá.

—¿Qué motivó que el gavillero quisiera hablar con usted— preguntó Riodoce al abogado.

—Bueno, Ramón tiene el control de Cosalá, Durango, la parte alta de Ajoya de San Ignacio, Concordia, y se mueve al estado de Nayarit. Él se enteró de que había un abogado que había tomado la defensa de los “chivos expiatorios” creados por el Gobierno respecto a la masacre de Ajoya, y que yo estaba buscando que las cosas se aclararan conforme a Derecho.

—¿Qué le dijo Ramón Gallardo?

—La propuesta de él es que el Gobierno no esté matando gente inocente. Él está dispuesto a afrontar las consecuencias cuando el Gobierno llegue a él o se lo encuentre, pero exige que no se metan con quienes no tienen nada qué ver. Y Ramón Gallardo a sus 30 y tantos años tiene un sentido común y unos alcances más allá de sus estudios primarios, porque sabe que el Gobierno lo busca para matarlo.

—¿Le mandó algún mensaje concreto al Gobierno?

—Me dijo. “Vaya y dígale al Gobierno que Ramón Gallardo Campista no está de acuerdo con que esté matando a gente inocente, si el Gobierno me anda buscando a mí, porque debo algo, que vengan acá donde yo estoy”.

—¿Qué otra cosa le dijo?

—Dijo: Si mis enemigos malandrines me andan buscando que vengan sin capucha donde yo estoy y me busquen y aquí nos arreglamos, pero no quiero que vengan revueltos con la Policía Ministerial del Estado. La PME está muy acostumbrada a encapuchar a mis enemigos y son los que vienen haciendo el trabajo sucio, pero si siguen asesinando a gente inocente, yo voy a empezar a matar policías y van a ver que entre los policías vienen revueltos malandrines.

Artículo publicado el 23 de septiembre de 2018 en la edición 817 del semanario Ríodoce.

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