Contrario a la costumbre de las formas en política, Gerardo Vargas Landeros dio la primicia al periodista Felipe Guerrero: Se incorpora al gobierno de López Obrador, y Guerrero se encargó de distribuirla en redes sociales, como una nota de ocho columnas —que sin duda lo es— en caso de resultar cierta.

Y es que el ex secretario del gobierno de Mario López Valdez, considerado uno de los más corruptos que haya tenido Sinaloa, se incorporaría, paradójica y kafkianamente, al que trae como principal bandera la lucha contra la corrupción.

O sea, a quien AMLO en campaña señaló precautoriamente que si quería sumarse a la causa morenista tendría que hacerlo como cualquier ciudadano, ahora de ser cierta esta especie, lo podríamos tener, a decir por él mismo, en la Secretaría de Seguridad Pública, la Secretaría de Agricultura o la Secretaría de Relaciones Exteriores.

En ese estricto orden, aunque también puede servir para menesteres menos mediáticos. Veámoslo en sentido inverso, en Relaciones Exteriores iría porque se dice que el punto de contacto con el malovismo fue y es Marcelo Ebrard y éste, como sabemos, ocupará esa posición; en Agricultura no se sabe de su experiencia a no ser la mala relación que el malovismo sostuvo con los productores del campo y, donde sí hay una experiencia malograda es en materia de seguridad pública, donde ese gobierno dejó una friolera de más de 7 mil homicidios dolosos la mayoría impunes, cientos de desaparecidos y decenas de feminicidios y, por si fuera poco, una estampa dolorosa de rastreadoras que recorren el estado buscando los restos de sus deudos para darles cristiana sepultura.

Ciertamente, hasta donde se logra ver a Vargas Landeros, no tiene hasta ahora causas pendientes con las instituciones encargadas de supervisar el manejo de los recursos públicos, pero igual su fortuna y las indagatorias contra funcionarios indiciados por corrupción no terminan y podrían arrojar información que lo comprometa como sucede hoy con su jefe político.

Son miles de millones de pesos desaparecidos que siguen siendo buscados por la ASF y la ASE y la percepción pública es que pagarán justos por pecadores, si es que pagan, como ya lo vimos con Ernesto Echeverría, que paga con descuento y en abonos parte de sus pillerías.

Pero me pregunto, ¿qué animó a Vargas Landeros para hacer esta confesión anticipada y evitar esperar una información más oficiosa por los canales establecidos en el círculo rojo de Morena? Es un político en sus cabales. Acaso, ¿no le agradaría una foto con AMLO en la escalinata de la Casa Roma por donde transitó Raúl Elenes, el sinaloense designado titular de Conapesca? Claro que sí.

Es probable que el ofrecimiento exista, pero condicionado a las reacciones que provoque en el estado, que seguramente serían adversas, pero no tanto para él, sino para el propio movimiento que encabeza AMLO.

Y es que muchos ciudadanos, militantes y simpatizantes de Morena se sentirán desilusionados con la confirmación, resulta inaceptable que miembros del malovismo que algunos periodistas sugieren fueron decisivos en los triunfos del norte del estado, olvidan lo que es del conocimiento público: que los malovistas hábilmente jugaron a las tercias con el PRI, el PAS-PAN y Morena, lo que al menos al reconocerlo en el último caso, sería descalificar el propio tsunami electoral morenista, el voto en línea, del 5 de 5 que va más allá de la región norte.

La incorporación de Vargas Landeros al gobierno de la “cuarta transformación” no sería una buena noticia para Sinaloa, pues significaría la rehabilitación del malovismo y echaría por la borda las investigaciones en curso y sobre todo en el imaginario colectivo, y esperanzador del lopezobradorismo, causaría graves daños que complicaría la operación de los próximos gobernantes.

¿Con qué cara podrán los morenistas decir que van contra la corrupción cuando malovistas forman parte del gobierno federal? y, por supuesto, cuando tarde que temprano buscarán posiciones en los gobiernos municipales, ya se dice por ejemplo que Billy Chapman, el alcalde electo de Ahome, incorpora algunos miembros de este grupo que es despreciado hasta por los vecinos del municipio norteño.

En definitiva, el morenismo no deja de sorprender, pues por un lado están los discursos estremecedores de la campaña presidencial y los de sus candidatos federales y locales, las declaraciones potentes contra la corrupción y, por otro lado, está la realpolitik que merma tajos del capital político, lastima la esperanza y nubla el paisaje político.

Esperemos que la primicia termine siendo un simple buscapiés, de esos a los que nos acostumbró el malovismo en la etapa de la campaña.

Al tiempo.

Artículo de opinión publicado el 2 de septiembre de 2018 en la edición 814 del semanario Ríodoce.