Prometo no enamorarme

 

En medio de toda esa oferta de cintas mexicanas muy promocionadas y sobrevaloradas, que decepcionan más de lo que pudieran agradar, Prometo no enamorarme (México/2017), dirigida por Alejandro Sugich, resulta una encantadora sorpresa, como un drama sencillo con una historia sin complejidades, pero con algunos detalles que la hacen significativa y disfrutable.

Mientras Iván (Alfonso Dosal) graba sonidos ambientales en un parque de la Ciudad de México para su próximo concierto en Colombia, sentada a un lado de una fuente encuentra a Julieta (Natalia Varela), una chelista que acordó de verse con su esposo Daniel (Alfonso André), pero después de tres horas no llega ni responde el teléfono.

Como la chica acaba de llegar de España, necesita un lugar donde alojarse, por lo que Iván se ofrece a llevarla al hotel de Luis (Pedro De Tavira), uno de sus amigos, que está muy cerca de ahí. Una vez instalada, los músicos empiezan un recorrido por la ciudad, que incluirá ir comer, el lago de Chapultepec, un antro y el departamento de él.

A pesar de que Iván debe viajar esa misma noche, no da señales de querer alejarse de Julieta, sino al contrario, cada vez se muestra más interesado en estar con ella, compartir experiencias musicales y, desde luego, acerca de lo que cada uno pasa en lo relacionado con su vida amorosa.

El momento de separarse llega, Julieta aún no recibe respuesta de Daniel, por lo que no descarta la posibilidad aceptar el ofrecimiento de Iván, aunque con la condición de no involucrar los sentimientos.

La cinta que originalmente se llamaría Julieta, luego cambió a Helena y al final quedó como Prometo no enamorarme tiene como principal acierto a sus protagonistas, quienes, sin ninguna extravagancia, interpretan muy bien a esa chava extranjera a la que dejan plantada y ve como buena opción para sentirse mejor la compañía de Iván, un chico que disfruta mucho de hacer música, pero a quien no le va muy bien en el amor.

La presencia de Dosal en la pantalla grande es cada vez más frecuente, pero así no se trate de una excelente actuación, la de ahora sí podría ser una de las más honestas en la que haya participado. Varela destaca mucho más en su interpretación de una Julieta dolida, decepcionada, sensible, aunque enamorada y con esperanza. Eso sí, entre ellos hay empatía y funcionan muy bien como amigos/válvula de escape para el momento difícil que viven, más en el caso de ella.

Es interesante la relevancia que se le da a la música, no precisamente la que se escucha, sino como tema: Julieta, Iván y Daniel se dedican a ella profesionalmente, por lo que su vida gira en torno a eso y lo experimentan hasta en lo más cotidiano –la grabación de sonidos ambientales, la decoración de un departamento. Incluso su personalidad podría clasificarse por el tipo de canciones que les gustan y tocan.

Con lugares comunes y otros no tanto de la Ciudad de México, algunas escenas interesantes -la grabación en el baño–, y un ambiente musical que se ve y escucha muy armónico, Prometo no enamorarme, se vuelve una buena opción. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

Artículo publicado el 29 de julio de 2018 en la edición 809 del semanario Ríodoce.

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