Asesinan a dos taxistas y asaltan a decenas en Los Mochis en un mes

José Antonio abordó al pasajero en plena calle, minutos después con el cuerpo bañado en sangre y dejando una estela hemática sobre la acera norte de la calle Huinolo, en el fraccionamiento Las Canteras, en Los Mochis, luchaba por su vida que se extinguió en menos de 20 metros de un doloroso caminar.

Con dos décadas de experiencia atrás del volante y siendo hijo de taxista, el veterano conductor no se olió la tragedia que se le avecinaba cuando esa madrugada del martes 17 de julio levantó al pasajero, recordó su padre, José Juan Briceño Quintero.

“Nadie sabe las intenciones del pasajero, y menos una persona que toda su vida se dedicó al trabajo honrado, que jamás hizo daño a nadie. Me lo cocieron a picahielazos, desde la yugular. Fue una muerte muy horrible”.

De acuerdo con informes policiales y versiones vecinales, el pasajero condujo al taxista sobre el boulevar Topolobampo, una calle de terracería que está flanqueada por un canal de riego y un caserío nuevo, y que de acuerdo con colonos es transitada a todas horas de la noche, e incluso patrullada por la Policía Municipal de Ahome.

Unos metros antes de llegar a la calle Huinolo, el taxi —marca Nissan, línea Versa, color plata, modelo 2018, marcado con el número 260 y portando las placas VFC-7191 de Sinaloa— se detuvo.

Del auto descendió José Antonio, que trastabillaba. Estaba tinto en sangre desde el cabello hasta la cintura. Llegó hasta la puerta principal de la primera casa que vio con el foco encendido, gritó por ayuda, la tocó. Nadie le abrió. Con su sangre plasmó su esfuerzo en la pintura amarilla de la vivienda: un mural de más de un metro de altura y en ángulo recto.

Moribundo se marchó, pero sin dejar de gritar. En su oscilante caminata tumbó la pastilla de otra casa. Nadie se despertó a pesar de que el fluido eléctrico se había interrumpido. Dio tumbos hasta el medio de la calle Huinolo, y se encaminó hacia una casa en donde estaba aparcada una camioneta. Tocó, gritó por ayuda pero nadie salió. Solo abrieron las puertas cuando los gritos se callaron. Al salir vieron a una persona tinta en su propia sangre, pero inerme. No lo sabían, pero José Antonio ya había muerto.

Con el cuerpo frente a sus ojos, llamaron al 911. Los primeros en responder fueron policías preventivos, luego socorristas que decretaron que la persona ya no tenía signos vitales. Luego arribó el vano equipo de homicidios y finalmente los peritos anticrimen.  Estos últimos ordenaron el levantamiento del cuerpo.

Mientras el cadáver era analizado y los deudos avisados de la tragedia, los investigadores iniciaron sus pesquisas. Tenían una idea clara del asesino.

Algunos civiles que fueron entrevistados, dijeron que los ministeriales les hicieron sesudas preguntas:

—¿Han visto a ‘locochones’ por aquí?

—Todos los días y a cada rato— respondieron.

—¿Los conoces?

—Nosotros no, pero los municipales sí. Son amigos o socios en los trabajos. Unos trabajan para el otro. La autoridad permite cualquier cosa a cambio de cuota. Aquí se ven. Ellos saben quiénes son los que están matando taxistas, síganlos y los tendrán.

Con la respuesta, los colonos hicieron referencia a que 18 días antes, el 30 de junio, a dos cuadras en línea recta en donde quedó el taxi Versa de José Antonio, habían asesinado a un primer conductor: José Adrián, de 25 años.

El cuerpo fue descubierto con tres decenas de puñaladas en el asiento trasero de un Toyota, línea Yaris, color blanco, modelo 2017. Eran las 23:30 horas del sábado 30 de junio.

El auto estaba estacionado en el mismo boulevar de terracería, Topolobampo entre las calles Tepezcohuite y Copal, en Las Canteras.

José Adrián, primero, y después, José Antonio, murieron en dos ataques con arma punzocortante, perpetrados con saña inaudita en un mismo sector, de noche, en un par de “dejadas” mortales.

Entre algunos trabajadores del volante sindicalizados como de los del servicio particular de la aplicación Uber corre la versión de que ambos asesinatos son producto de una golpiza que un taxista le propinó a una joven cuando esta se quedó a bordo del carro mientras esperaba a que su pareja atacara a navajazos al conductor para robarle el dinero de los servicios y demás pertenencias.

La víctima habría vencido al victimario y luego golpeado a la mujer hasta abandonarlos en el mismo sector Canteras, hacia donde habían pedido el servicio.

La reacción del taxista fue producto al desinterés de la Policía Municipal de actuar en contra de las parejas que se estaban dedicando a asaltar conductores de alquiler.

Incluso, los Uber se vieron forzados a organizar sus propias operaciones de seguridad, incluyendo el propio rescate de sus compañeros, la detención de malhechores y la ubicación de sospechosos, ante la ineficiencia de los cuerpos de seguridad, tanto preventiva como los asignados a grupos de investigaciones.

Nadie, ni sindicato ni autoridad confirmó la versión, pero allegados a la dirigencia, revelaron que ninguno de los asesinados tenía cuentas pendientes con sujetos desalmados, y que las revelaciones que circulan son hipótesis que debe indagar y resolver la autoridad penal.

Durante las exequias de José Antonio, más de un centenar de taxistas marcharon por la ciudad en una protesta silenciosa que en ocasiones rompía un claxonazo o con gritos: ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Queremos seguridad Sr. Gobernador! ¡Seguridad Sr. Gobernador!

“Venimos a exigir justicia para nuestros compañeros asesinados, y seguridad para el resto de los trabajadores. Pase lo que pase no vamos a doblarnos. Las protestas van a continuar si vemos que no hay avances. No nos vamos a detener aquí. Sólo pedimos que se encuentren a los responsables y sean llevados a juicio”, expresó Luis Horacio Macillas Mendoza, secretario general de la Unión de Trabajadores del Volante del Norte de Sinaloa (UTVNS).

Gerardo Medina, líder camionero cetemista, condenó el doble homicidio: “No se vale lo que hicieron con él (ellos). Es una injusticia. No queremos que quede impune. Son mentiras lo que se dice que traía cuentas pendientes, lo quieren convertir en un ‘chivo expiatorio’, era cien por ciento de trabajo”.

Afirmó que los operadores de unidades de alquiler no son malvivientes. “Somos gente de trabajo. Nosotros vamos a seguir en la lucha para parar esto”.

Artículo publicado el 22 de julio de 2018 en la edición 808 del semanario Ríodoce.

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