El Carnaval de Mazatlán y la violencia previa 

 

Resurgen hechos cruentos a pesar de los operativos policíaco-militares

 

El 7 de febrero se había anunciado que 2 mil 100 elementos de las corporaciones federales, estatales y municipales, vigilarían el puerto con motivo de la celebración de Carnaval  “Patasalada, el circo de los talentos, Mazatlán 2018”.

Con un operativo de vigilancia integrado por elementos de Ejército y Marina, Policía Estatal Preventiva, Policía Federal, Policía Municipal, Protección Civil Municipal y Estatal, Tránsito, Cruz Roja y Bomberos, el Carnaval inició el 8 de febrero, cuyo objetivo es que la fiesta termine el 13, con saldo blanco.

Se informó que vigilarán con 550 cámaras de vigilancia de alta resolución, vehículos blindados y/o de vigilancia tipo C-2, motocicletas especiales y un dron.

Pero los hechos cruentos del miércoles 7 y  jueves 8, ocurridos en las calles de Mazatlán, evidenciaban que ni los patrullajes policíacos-militares inhibían la comisión de delitos perpetrados en plena luz del día en la ciudad.

El alcalde Joel Bouciéguez Lizárraga, informó que se instrumenta un programa llamado Proximidad con la Ciudadanía, integrado por elementos militares, estatales y municipales con la finalidad de inhibir los delitos en las colonias del puerto.

 

La ejecución

Eran aproximadamente las 11:30 horas del jueves 8, cuando un gatillero que viajaba de acompañante de un motociclista, disparó en varias ocasiones a la cabeza del conductor de una camioneta Dodge, color blanco, que hacía alto en el semáforo ubicado en la esquina de las avenidas general  Pesqueira y Gabriel Leyva, de la colonia Obrera, donde se encuentra una cámara de videovigilancia.

La víctima identificada como Jesús “N”, de 20 años de edad, murió al interior de la cabina de la camioneta, con placas de circulación del estado de Baja California, AN-04-427.

El asesinato fue perpetrado a dos cuadras de la esquina de la calle Obrero Mundial, donde el 18 de marzo de 2013, en un supuesto enfrentamiento contra policías municipales murieron el teniente Mario Aquino Ramírez y el cabo Nínive Fermín Ramírez, quienes viajaban en una camioneta Caravan, color arena.

El general Moisés Melo García, entonces comandante de la Tercera Región Militar,  informaría que los militares no se encontraban laborando  y que en ese momento no portaban armas, pero que aceptaría el resultado de la investigación de las autoridades competentes, como ocurrió finalmente.

 

Intento de linchamiento

Cuando los policías municipales llegaron a rescatar a Juan Antonio, acusado de asaltar violentamente a una transeúnte, el presunto culpable había sido amarrado y golpeado por ciudadanos que habían defendido a la joven víctima.

El alcalde Joel Bouciéguez Lizárraga dijo a los pretendidos justicieros: “Los llamo a que nos atengamos a la razón y dejemos que la autoridad actúe, no queremos que la gente haga justicia por su propia mano, es delicado y peligroso”.

Se refería al intento de linchamiento contra un supuesto asaltante de una joven que se dirigía a Banorte, en la calle Juan Carrasco, quien fue correteado y alcanzado por ciudadanos que se facultaron a golpearlo y amarrarlo.

“Obviamente”, continuó Bouciéguez Lizárraga, “se trata de una gente que cometió una conducta ilegal, pero no es la manera como la vamos a reprender, para eso está la ley, para eso hay un procedimiento, las instituciones de seguridad pública”.

El miércoles 7 de febrero, en la calle 16 de Septiembre, la indignación de algunos transeúntes había disparado adrenalina, pues obedeciendo a sus impulsos solidarios con la víctima del presunto asaltante, habían corrido tras él para detenerlo.

El primer munícipe calificó de lamentable el hecho de que un grupo de ciudadanos haya procedido a detener, golpear y amarrar al presunto delincuente, porque ellos mismos, con su conducta, habían violado la ley.

La escena de una persona amarrada a un poste y golpeada, con huellas de sangre, con el fondo de una pared y la puerta de una propiedad con “placas” de graffiti parecía producto de una disputa por el territorio de las tribus urbanas.

La pared rayada con graffiti por manos anónimas servía como fondo al hombre amarrado y señalado de asaltante, que a su vez se había convertido en víctima de ciudadanos que intentaban hacer justicia por su propia mano.

El imputado identificado como Juan Antonio aparentemente portando un cuchillo, había arrebatado el bolso a una joven que se dirigía rumbo a la sucursal bancaria Banorte, ubicada en la calle Juan Carrasco, en el centro de la ciudad.

La damnificada, forcejeo de por medio, había intentado impedir que el supuesto asaltante la despojara de su bolso, mientras los transeúntes que observaban cómo aquél se daba a la fuga, enardecidos persiguieron al presunto agresor.

Juan Antonio esgrimiendo el cuchillo y a manotazos había logrado quitarle el bolso y correr hacia la calle 16 de Septiembre, buscando los callejones cercanos de la calle Germán Evers, para escaparse de sus perseguidores.

“Yo tenía bien agarrado mi bolso, pero cuando sacó el cuchillo y me tiraba manotazos con el arma, le solté el bolso”, relató la mujer asaltada.

El presunto agresor no había calculado que al perpetrar del asalto a la dama, generaría coraje a los transeúntes, que aunado a la carrera imprevista, habría provocado el desbordamiento de la violencia al extremo de querer lincharlo.

“Ya tenemos quiénes fueron los que cometieron ese hecho, vamos a ver qué procede para ellos, por lo pronto al otro que tuvieron ‘amarrado’, ya le están aplicando una sanción correctiva”, reveló el primer edil Bouciéguez Lizárraga.

 

Artículo publicado el 11 de febrero de 2018 en la edición 785 del semanario Ríodoce.

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