Luego de la declaración de la autonomía de la Universidad de Occidente he leído dos excelentes textos escritos por Andrés Villareal y Guillermo Ibarra, donde el primero señala que el acto autonómico está acompañado de mensajes para el grupo político que gobierna la UAS, mientras el segundo va a la esencia de lo que debiera ser una política pública sobre las necesidades de la educación pública superior en el estado.
La autonomía de la segunda casa de estudios de los sinaloenses es una buena noticia, porque eso debe significar un rediseño de esta institución que hasta ahora ha sido una suerte dependencia del Poder Ejecutivo y una Universidad con esas características es un contrasentido que no ayuda al estado y tampoco al desarrollo científico y tecnológico.
Además, una universidad que se precie de serlo debe garantizar un marco de libertades y ser autónoma de intereses organizados fuera de ella, como no sucede en la UAS, donde poderes fácticos controlan todas las decisiones que por su naturaleza, deberían ser resultado del reconocimiento de sus autoridades y el conocimiento en el sentido más amplio y diverso.
Sin embargo, no hay que adelantar vísperas, y extraer la conclusión de que la autonomía per se vendrá a cambiar el sistema de relaciones existentes. En realidad se está ante la piedra fundacional de una apuesta para que sus activos vean alto y puedan hacer de ella una Universidad donde en un marco de convivencia civilizada pueda expresarse en libertad y teniendo siempre en perspectiva los saberes.
Y ahí está el primer desafío, la declaratoria de autonomía es indispensable, pero ahora veremos qué están dispuestos hacer los miembros de la U de O, sean directivos, maestros, trabajadores o estudiantes, y es que una de las primeras dificultades en todo cambio cultural es asumir que la situación no es la misma y entender que cada uno de los integrantes debe ser factor de cambio. Nada fácil.
Hay que recordar que muchos, si no todos los directivos, fueron palomeados por el gobernador o indirectamente a través de la rectora Sylvia Paz, una mujer que no estoy seguro sea la adecuada para encausar los cambios, y no por la falta de credenciales académicas y científicas, que las tiene, sino por su talante que no es el de una persona que escucha y aprende del otro.
Yo personalmente lo viví el año pasado cuando siendo miembro del SNI y abriéndome puerta dos programas de doctorado de la institución, uno en Mazatlán y otro en Culiacán, fue imposible establecer una comunicación personal para contribuir con mi experiencia a la universidad a la que le que serví como profesor de asignatura en los ya lejanos años ochenta.
Pero yendo al punto, Víctor Morales, titular de la Unidad Mazatlán, gestionó muy amablemente el encuentro en una visita que la rectora realizaría, creo, para el inicio de cursos y ahí estaba esperando su llegada, me acerqué cuando llegó y me presente cruzando saludos, pero de inmediato atendió a la prensa. Me bateó, como hoy se dice. Observé a una persona distante y soberbia que incumplió con su compromiso de conversar sobre mi incorporación a uno de los programas de posgrado. Nunca había tenido contacto con ella —todavía sigo sin tenerlo— y ese rechazo velado me lo llevé de tarea.
Al tiempo lo comenté con una amiga académica cercana a la rectora y me dijo que la explicación de ese rechazo tenía que ver con que la llegada de Sylvia Paz, contra todo lo que se ha dicho, era parte del “cogobierno” que Quirino Ordaz sostenía con Cuen Ojeda.
Lo que me pareció de primer momento un exceso; ella había terminado mal su relación con el ex rector luego de que en 2008 impulsó a ese cargo a Víctor Antonio Corrales Burgueño, sin embargo, en la lógica de mi amiga, su promoción a la rectoría de la U de O sellaba el agravio.
No he tenido mayores elementos para pensar que así es, espero que sea una especulación más, pues como dijo Guillermo Ibarra “sería una locura” que se entregara la U de O al grupo de Cuen.
Vamos a esperar a que los universitarios udeoistas hagan su trabajo, que se diseñe la ley orgánica y sus reglamentos, que veamos los mecanismos de dirección, promoción, ingreso y permanencia a la institución, para saber de qué estará hecha la segunda universidad pública del estado y entonces, sabremos si aquel comentario de la académica tiene fundamento o fue una especulación, o es una realidad que hoy se festina en la intimidad.
En fin, la U de O, con o sin autonomía, seguirá dando que hablar.
Columna publicada el 21 de enero de 2018 en la edición 782 del semanario Ríodoce.