Luego de la declaración de la autonomía de la Universidad de Occidente he leído dos excelentes textos escritos por Andrés Villareal y Guillermo Ibarra, donde el primero señala que el acto autonómico está acompañado de mensajes para el grupo político que gobierna la UAS, mientras el segundo va a la esencia de lo que debiera ser una política pública sobre las necesidades de la educación pública superior en el estado.
La autonomía de la segunda casa de estudios de los sinaloenses es una buena noticia, porque eso debe significar un rediseño de esta institución que hasta ahora ha sido una suerte dependencia del Poder Ejecutivo y una Universidad con esas características es un contrasentido que no ayuda al estado y tampoco al desarrollo científico y tecnológico.
Fragmento del artículo de opinión publicado el 21 de enero de 2018 en la edición 782 del semanario Ríodoce.