El gobierno de Estados Unidos reconoció al presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, como el ganador de las controversiales elecciones del mes pasado en medio de las protestas de miles de hondureños que creen que el conteo de votos fue fraudulento.
La decisión del Departamento de Estado respalda a un aliado que ha cooperado con los intereses de Washington en América Central, incluido el control del flujo de drogas ilegales y migrantes en la frontera de Texas.
El gobierno hondureño también ha demostrado su lealtad en otros escenarios. Fue uno de los ocho países que votó con Estados Unidos el jueves en contra de una resolución de Naciones Unidas que denuncia el reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel, hecho por el presidente Donald Trump.
El Departamento de Estado dijo en un comunicado que felicita a Hernández, pero agregó que se debe realizar “un esfuerzo significativo a largo plazo para sanar la división política en el país y promulgar reformas electorales muy necesarias”.
Hernández es una figura muy polarizadora en Honduras ya que, durante su primer mandato de cuatro años, acumuló mucho poder en las débiles instituciones del país.
Un ejemplo es la comisión electoral que informó en la noche de las elecciones que el principal candidato de la oposición, Salvador Nasralla, estaba adelante antes de que el recuento electrónico se detuviera durante un día y medio. Cuando se reanudó, la tendencia cambió para favorecer a Hernández, y finalmente fue declarado ganador por aproximadamente 50,000 votos.
“Cuando tienes unas elecciones muy cercanas, tienes que confiar en el juez”, dijo Miguel Calix, representante hondureño del Instituto Holandés para la Democracia Multipartidaria, una organización respaldada por los partidos políticos holandeses. “Y el problema es que nadie confía en el juez”.
Pero la victoria de Hernández en las elecciones ha provocado multitudinarias protestas callejeras en diversas regiones del país.