
Es la madrugada del sábado 2 de diciembre. La fiesta está por terminar. Unos piden la cuenta, otros la última bebida y otros cantan. Es el toro enamorado de la luna… Entre tragos de cerveza, todos cantan a tope, a todo pulmón. Las palmas arriba, acompañando al músico que con su voz aguardentosa complace al público.
No faltaron las de Silvio Rodríguez y menos las de Sabina. Piden la última “rola”. Y el músico complace a su público. Y ese toro enamorado de la luna, que abandona por la noche la manada… Pero el júbilo se interrumpe. Hombres vestidos de verde olivo ingresan al lugar y la fiesta termina…
Fragmento del artículo publicado el 17 de diciembre de 2017 en la edición 777 del semanario Ríodoce, ya en circulación.