Sueño y pesadilla a cien años de la revolución soviética

Meses antes de morir, el periodista Manlio Tirado López se había propuesto escribir un ensayo sobre la Revolución rusa, a propósito de su centenario. Era de la idea de que todas las revoluciones habían fracasado, menos una: la Revolución Industrial. Le pedimos que analizara también las revoluciones de China, Cuba y Nicaragua. Pero ya no alcanzó su cometido, aunque 15 días antes de morir, Manlio nos entregó tres textos que escribió en la redacción de nuestro semanario en Mazatlán. En esta edición les presentamos el primero.

El 7 de noviembre se cumplen cien años del triunfo en Rusia de la revolución socialista soviética. Los artífices de ella fueron los bolcheviques, un grupo radical del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, que acaudillaba Lenin y que en 1918 fundó el Partido Comunista de Rusia.

Guiados por la doctrina marxista leninista, los bolcheviques pretendían crear un régimen económico y político superior al capitalismo. La idea de construir un mundo nuevo conmovió y sedujo a una parte de la humanidad, sobre todo a los jóvenes. En su libro El fin del homo sovieticus, Svetlana Aleksiévich, premio Nobel de literatura 2015, reproduce los recuerdos de rusos que fueron testigos de la revolución bolchevique. Uno de ellos se refirió a las prédicas sobre la creación de un mundo nuevo: “Todos íbamos a vivir como hermanos y seríamos iguales. ¿Quién no se enamoraba de ese sueño? Los pobres, los que no tenían nada, creyeron en los bolcheviques. Y todos los jóvenes se hicieron bolcheviques… el marxismo se convirtió en nuestra religión”.

 

Como todas las revoluciones del siglo 20, la soviética también fracasó. ¿Por qué? Porque los bolcheviques no pudieron crear un régimen superior al capitalismo. Por eso el sistema social que erigieron no resistió la prueba del tiempo, ni la competencia con el capitalismo.

Según la teoría marxista leninista, el capitalismo estaba destinado a perecer y su sepulturero sería la clase obrera. En 1915, Lenin afirmó, en su obra sobre el imperialismo, que el capitalismo había llegado a su etapa final. Alentados con los triunfos de la revolución china (en 1949) y el establecimiento de estados soviéticos en la Europa Oriental en la década de 1940, los comunistas repetían que estaba próximo el fin del capitalismo. Nikita Jruschov, Primer Ministro soviético, en un discurso pronunciado ante la asamblea general de la ONU, dirigiéndose a los estados capitalistas, pero en especial a la Unión Americana, gritó: “los enterraremos.”

Pero, oh ironía de la historia, el que sucumbió fue el sistema soviético, mientras que el capitalismo renació en los países donde presuntamente había sido enterrado. La economía de mercado resucitó de entre los muertos.

El mercado fue subestimado. Es más vital de lo que suponían sus críticos. El capitalismo sobrevive porque forma parte de la naturaleza del ser humano, es inherente a él. Lo atractivo de la economía de mercado es el afán de consumo y de ganancias. El consumo y el lucro son las fuerzas motrices del régimen basado en la propiedad privada de los medios de producción y de distribución.

Según Marx, el capitalismo aparece como un arsenal de mercancías, nace arrojando lodo y sangre por todos los poros y nada en las heladas aguas del cálculo egoísta. Parafraseando a Winston Churchill, el capitalismo es el peor régimen económico, pero no se ha inventado nada mejor.

La experiencia histórica indica que el capitalismo llegó para quedarse. En él deben resolverse los problemas que enfrenta la humanidad. Algunos tienen solución, otros no. La economía de mercado registra periodos de crisis y también de auge. Y así vive y sobrevive. A final de cuentas el capitalismo es una invención del género humano. La historia de la revolución soviética mostró, además, que los mejores sueños pueden convertirse en pesadillas.

Para consolidarse en el poder y emprender la construcción del socialismo soviético los bolcheviques necesitaban la paz. Enfrentaban dos guerras: una contra Alemania, a la que el gobierno revolucionario puso fin en marzo de 1918; la otra era la guerra civil, promovida por las viejas clases dominantes que pretendían recuperar el poder. Esta conflagración terminó en 1921 con la victoria de los bolcheviques.

Durante el periodo de guerra civil (1917-1921) se impuso el comunismo de guerra, una política caracterizada por el férreo control que ejercía el Estado sobre la economía.

En diciembre de 1917 se creó el Consejo Superior de la Economía Nacional para centralizar y coordinar la producción y distribución de mercancías del campo y la ciudad.

En el medio rural se formaron comités para confiscar cereales a los campesinos, sobre todo a los kulaks, los campesinos ricos. Las requisas crearon descontento y hasta insurrecciones. Esos comités también controlaban precios, salarios, mercados y cooperativas. El comunismo de guerra también condujo a la disminución de la producción agrícola y al desabastecimiento de productos básicos. En 1920 la cosecha disminuyó a la mitad de 1913.
Las guerras devastaron la economía de la recién creada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) ¿Qué hacer para recomponerla?

El nuevo Estado no estaba preparado ni material ni espiritualmente para poner en marcha la edificación del socialismo. Lenin propuso a los jefes bolcheviques, y éstos aceptaron, volver al capitalismo para recomponer la economía. A este viraje los soviéticos le llamaron la Nueva Política Económica (NEP, por sus siglas en ruso).

En 1921, las empresas expropiadas con menos de 20 trabajadores se restituyeron a los antiguos propietarios. En el campo se eliminaron las confiscaciones de cosechas y se fijó un impuesto que dejaba al campesino un excedente para vender en el mercado. La tierra no se podía vender, pero se podía rentar y se permitía contratar obreros agrícolas.

Se estableció un sistema de economía mixta, en la que el Estado controla los sectores más importantes, como la gran industria, los transportes, el crédito y el comercio exterior. El sector estatal producía el 92 por ciento de la riqueza total y empleaba el 84 por ciento de la mano de obra, mientras que el sector privado producía el 7.6 por ciento del PIB y empleaba al 16 por ciento de los trabajadores.

El sector privado renació: se reintegraron a la vida económica especialistas, técnicos, funcionarios del viejo régimen, burgueses que habían sido expropiados, hombres de negocios, especuladores. Algunos se enriquecieron, otros se empobrecieron, especialmente en el campo.

En 1924 murió Lenin y se replanteó el camino que debía seguir la URSS: continuar con la NEP o reemprender la vía socialista. El tema provocó una discusión feroz, que se empalmó con la lucha por el poder entre Trotsky y Stalin, quienes pretendían ser los sucesores de Lenin. Al final se impuso Stalin, quien se convirtió en uno de los dictadores más crueles de la historia universal de las tiranías.

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