La propuesta de reforma al artículo 41 de la Constitución dada a conocer por el Presidente del PRI, Enrique Ochoa Reza, es un regreso al México de 1976, por lo menos. Suprime el financiamiento público a los partidos, los lleva a una total privatización. Además, propone la eliminación de los diputados y senadores de representación proporcional.
Desde luego que en México el subsidio a los partidos políticos es grande, lo que debe de llevarnos a una disminución significativa. México es el país más generoso de América Latina con los partidos políticos. En 2015 asignaba 3 dólares por votante, ubicándose por debajo de Austria con 16.5 dólares, Francia, Suecia e Israel, según el estudio El costo de la democracia: Apuntes sobre el financiamiento público en América Latina, del autor Daniel Zovatto.
José Woldenberg, quien es uno de los autores del libro La mecánica del cambio político en México, propone un debate racional, sin demagogia, sobre estos temas y señala la pertinencia de una disminución del financiamiento público a los partidos, pero alerta que su eliminación traería consigo el riesgo de caer en manos de “mecenas” privados o hasta de intereses oscuros. Eliminar al cien por ciento el financiamiento público a los partidos es “un disparo al pie” que puede afectar la equidad en las contiendas electorales, la transparencia del dinero que reciben, y contraer compromisos con grupos legales e ilegales. Algo que ya pasó en Colombia.
El segundo gran componente de la propuesta del PRI es la eliminación de los diputados y senadores de representación proporcional. Que a decir de José Woldenberg, hacía mucho tiempo que no escuchaba un dislate de esta naturaleza.
Antes de la reforma electoral de 1977, las minorías no eran tomas en cuenta y era imposible su acceso a algún puesto de elección popular. En México se tenía el sistema electoral de mayorías relativas, que es el más antiguo del mundo, y por tal el más imperfecto. Fue con la reforma electoral que impulsó Jesús Reyes Heroles, cuando se adoptó el sistema electoral alemán, es decir el mixto, el de mayoría y de representación proporcional.
Nos dice Javier Santiago, quien fuera Consejero Ciudadano del INE, que la reforma electoral de 1977 tendió a resolver el problema en sus dos dimensiones: amplió y fortaleció el sistema de partidos y creo el sistema de representación proporcional. Esta manera de elevar a la esfera política la diversidad nacional ha permitido compensar la limitación natural del sistema de mayoría relativa en la elección de diputados y senadores.
El equilibrio relativo entre votos y curules, la pluralidad política y la efectividad del sufragio son valores centrales de nuestra aún frágil democracia. Renunciar a ellos trae consigo el riesgo de inestabilidad política y mayor insatisfacción social. Una brecha aún mayor entre a política y la sociedad.
Pueden explorarse diversas opciones que no borren de un plumazo nuestra historia ni distorsionen el sistema de representación para conducirnos a un ya superado régimen de partido hegemónico. Y es que no resulta nada difícil pronosticar el saldo neto de la propuesta del PRI. Por su implantación territorial en todo el país, y así lo indican las estadísticas electorales, así como por el carácter inconcluso de la transición a la democracia en diversas entidades federativas, el PRI logra un buen número de triunfos de mayoría.
Empecemos el debate, sin regresar al pasado como lo propone el PRI.
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