Hazlo como hombre

 

 

 

 

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Es curioso que las películas mexicanas más taquilleras, al menos de los últimos años, sean muy malas. La de mayor récord y que se salva un poco más es No se aceptan devoluciones (2013), que en sus primeros días de estreno recaudó 148 millones de pesos; le sigue ¿Qué culpa tiene el niño? Con 71; y de ahí Hazlo como hombre (México/2017), que en cuatro días recuperó 68.

Eso no es todo, la cinta dirigida por el chileno Nicolás López también es la mexicana más exitosa estrenada en el mes de agosto, con alrededor de 70 millones, dejando en segundo plano a Un gallo con muchos huevos (2015), que obtuvo 47.

Raúl (Mauricio Ochmann), Santiago (Alfonso Dosal) y Eduardo (Humberto Busto) son mejores amigos desde niños, y a pesar de que el primero ya está casado con Luciana (Ignacia Allamand) y próximo a convertirse en papá, siguen disfrutando juntos de los video juegos, las reuniones y el futbol.

Poco antes de la boda, la relación no va muy bien entre Santiago y Nati (Aislinn Derbez), y no por los nervios, sino porque él descubrió que es gay y no sabe cómo decir que sale con alguien más y no quiere llegar al altar con la chica con la que lleva tres años de pareja.

Cuando por fin se decide contarles a sus amigos, Eduardo no tiene problemas con la noticia, pero Raúl, que es un auténtico macho, no acepta que Santiago prefiera a los chavos, e incluso recurrirá a terapia psicológica para ayudar a su amigo, del que piensa que está equivocado, aunque eso lo lleve a conocerse a sí mismo.

Las anteriores de Nicolás López, Qué pena tu vida (2010) —el año pasado se hizo una versión mexicana, de muy baja calidad, por cierto— y Sin filtro (2016), que son mucho más taquilleras que buenas películas, no son tan malas como su primer largometraje en México, Hazlo como hombre, el cual no se salva en ningún aspecto.

En el caso de todos, las actuaciones son pésimas, comenzando con Mauricio Ochmann, quien cree que con sólo arrugar la cara y renegar puede expresar cualquier sentimiento y emoción; un Alfonso Dosal sin matices; una Ignacia Allamand sin modulaciones de voz; aunque más destacado, pero no lo suficiente, un Humberto Busto pretendiendo ser un heterosexual abierto de mente; un sobre actuado Ariel Levy; y lo peor, una Aislinn Derbez gritando como histérica y hablando sin parar —con esta interpretación, ahora entiendo por qué, verdad o mentira, en redes sociales se convocó a “marcha para que Aislinn Derbez deje de hacer películas”—, por sus constantes apariciones. Irónicamente, por la cinta que nos ocupa, es la segunda vez en un top 20 de mejores estrenos para la pareja Ochmann-Derbez, ya que A la mala (2015), tuvo la posición 19, con 30.16 millones de pesos.

Para colmo, la película cae en demasiados estereotipos acerca de la homosexualidad: el temor de levantar el jabón que se cae cuando los tres amigos se están bañando, luego de enterarse que uno de ellos es gay; suponer que esta preferencia sexual en los hombres va acompañada de amaneramientos; que es una condición por confusión que se puede curar; entre muchas otras, a pesar de la lucha por la igualdad de derechos y equidad, lo que hace ver esos aspectos fuera de lugar y pésimo gusto.

Los chistes son gastados y su historia nada original y demasiado predecible, aun con su éxito en taquilla. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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