Los iracundos

 

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Fuera de control y de sí, un grupo de taxistas mazatlecos volvieron a las andadas. Ya no contra el biker que patearon despiadadamente como si estuvieran en un ring de lucha libre. Uno se retiraba y el otro volvía al grito de “no te muevas, qué no me oyes” para lanzar una nueva patada a las costillas, la espalda, la cabeza, los genitales. El pobre hombre en el suelo no sentía lo duro sino lo tupido. Nunca se imaginó que así terminaría sus vacaciones. Con unas costillas rotas y el cuerpo machacado.

A los días de ese suceso escandaloso tomé un taxi rojo que conducía un joven al que le pedí su opinión sobre lo que habían hecho sus compañeros y me respondió envalentonado que él también lo haría, que a esos miserables así se les debe tratar, bla, bla. Intenté fallidamente hacerlo razonar sobre la imagen que da su gremio cuando suceden este tipo de situaciones. No lo logré. Su visión era definitiva y terminante, había que madrear al que tiene la desgracia de chocar con una de las unidades roja. Baje del taxi cuidando no molestar y hasta propina le di.

Luego he visto que el video se activa periódicamente en la red y miro al tipo tirado y a los aprendices de luchadores haciendo sus desplazamientos de rudos, sacando por esa vía desde lo más hondo, sus frustraciones e impotencia. De que alguien la tiene que pagar. Imagino por un momento el infierno que muchos de ellos deben tener en sus hogares.

Esta semana escaló. No fueron dos sino una turba de taxistas verdes y rojos que se lanzaron contra un grupo de jóvenes que se ganan la vida prestando el servicio Uber. Aquellos, cual grupo de choque, provocaban buscando respuestas violentas. Se saben más y que si bien no cuentan abiertamente con el apoyo de la policía, son tolerados. Así se vio frente al hotel Holiday Inn cuando sorprendieron a un joven recogiendo pasaje y hasta que las cosas se pusieron de color, los policías entraron a separar.  A decir a los dos bandos que se calmaran.

Ambos grupos se replegaron con rictus de rabia. La sangre la traían arriba, querían hacer sentir todo su enojo, algo que no pueden hacer pagar a los usuarios, quienes han dejado de utilizar sus unidades en un acto de absoluta libertad, en un mercado que da opciones.

Y es por rechazo, por los años de abusos como consumidores. No se les quiere y eso les resulta insoportable. Entonces, van con todo contra el mensajero, contra quien al igual que ellos quieren ganar el sustento de sus familias y que en otros estados han logrado compartir el espacio civilizadamente.

En Mazatlán hay negocio para todos por los flujos permanentes de visitantes. El gobierno no puede seguir queriendo nadar de “muertito”, como antes lo hizo con los bloqueos, que estos mismos gremios hacían por no utilizar su transporte. Han provocado una pésima publicidad en Estados Unidos y Canadá por el gran número de viajeros que vivieron momentos estresantes, o porque perdieron sus vuelos.

La solución pueden ser dos: sentar a las partes para negociar una salida, o de plano que libere del corporativismo a este tipo de transporte público. Quizá, si esto ocurre, habrá de nuevo tensión ahora contra los agentes del gobierno, pero saldrá de su situación de parálisis.

Vamos, una vez liberado este transporte hasta puede suceder que seamos testigos de cómo se uberiza adoptando las mejores prácticas.

El gobierno de Quirino no puede pensar el tema en los términos del malovismo, que en lugar de intentar resolver el problema promovió o toleró la piratería, y eso complicó más la situación de este tipo de transporte público, sino pensar en los ciudadanos que quieren una mejoría sustantiva del servicio y precios menos discrecionales. Más competitivos.

Se por una buena fuente que el gobernador simpatiza con la aplicación Uber porque sabe, como empresario turístico, que representa una mejor calidad del servicio. Nada más que le asusta posicionarse frente al tema y tomar las decisiones correspondientes.

En política nunca hay vacíos y la falta de decisión llevará inevitablemente a que escale el problema. El día que los iracundos provoquen una muerte, todos los esfuerzos que hace su gobierno por favorecer a Mazatlán, como es el Tianguis Turístico de 2018, terminará lastimando el destino y futuro de nuestra Perla del Pacífico.

No hay mucho tiempo para seguir deshojando la margarita.

El tiempo apremia.

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