Política y goles del crimen

 

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Al gobernador se le veía feliz el pasado fin de semana en Mazatlán. Había llegado José Narro Robles, Secretario de Salud y aspirante a la candidatura presidencial priista,  y como siempre sucede con los funcionarios con pretensiones, traía bajo el brazo el proyecto  para la  construcción “ahora sí”  del hospital general, luego de múltiples fracasos desde el gobierno de Jesús Aguilar Padilla. Como prueba Narro Robles ofreció cantidades millonarias, tanto para la edificación como para su equipamiento.

No hay duda que el hospital hace mucha falta en el sur del estado, sin embargo, parecía más un acto de campaña que un acto político administrativo.

Pero además, sorprende el contento del gobernador, cuando su gestión no parece dar una buena. Más bien, parece experimentar un retroceso permanente frente a los poderes fácticos y el crimen organizado.

Ahí tenemos los “problemas de caja” que dejó la administración de Malova y la negativa del gobernador de llevarlo ante la justicia, como también la actuación del crimen organizado, con un protagonismo sorprendente que muestra su poder e influencia. Su capacidad para desestabilizar e instalar el miedo.

Justo en esos días de sonrisas y abrazos, el crimen organizado metió varios goles al sistema de seguridad. Otras condiciones obligarían a que el gobernador lidere al sistema de seguridad pública proponiendo su estrategia en una mesa permanente hasta bajar los índices de homicidios dolosos.

Primero fue la conversión de Villa Juárez en campo de batalla, luego las muertes por goteo y la  fuga del penal de Aguaruto de los reos del Cártel de Sinaloa; más tarde la entrega por la policía de ocho jóvenes —cuyo paradero se desconoce— a un comando, y al cerrar este texto el asesinato de policías. Uno de ellos con un atentado previo y en la más absoluta desprotección. Sus compañeros fueron testigos de piedra cuando se cometía el crimen y ahí está el reclamo airado de la esposa del comandante Jesús Alberto López Vargas, mejor conocido como  Splinder, quien cayó afuera de las instalaciones de la Secretaría de Seguridad Pública. No hay nada que indique que los integrantes del sistema de seguridad estén revisando su estrategia y eso ha generado un vacío que notoriamente lo están cubriendo los grupos criminales.

Pero el gobernador estaba contento. Quizá por eso el gobernador viaja a San Diego, o se refugia en Mazatlán para tomar aire, donde se le ve como anfitrión y contacto entre Narro Robles, precandidato priista, y Héctor Melesio Cuen Ojeda, dirigente del PAS. ¿O qué otro sentido puede tener una reunión entre ambos personajes, incluido el rector de la UAS? Acaso, pregunto ¿en ese cónclave no se comentó el déficit que tiene la UAS ante la Auditoría Superior de la Federación y que su informe se encuentra en manos de la Cámara de Diputados?, el cual si no se resuelve podría ser el principio del final de la Universidad-partido.

Saben los pasistas que su salvación se encuentra en este tipo de amarres para el 2018. Ofrecer apoyo político a cambio de protección frente a las cuentas públicas de 2015 y 2016. Y esto sucede cuando el estado vive un momento especialmente crítico. Solo comparado a 1989, cuando el ejército tuvo que tomar por asalto las policías y sitiar la capital del estado para detener la violencia criminal.

En cambio ahora son los grupos del crimen los que toman la capital y sus alrededores sin que surta efecto la presencia ubicua de militares. No hay control y algunos hasta llegan a extrañar a Chuy Toño Aguilar Íñiguez, el ex responsable de seguridad en el estado, y más el viejo arreglo entre los políticos y los personeros del crimen. Aquel donde los narcos se encargaban, además de hacer su negocio, de garantizar mínimos de seguridad pública.

Vamos, a Quirino Ordaz le tronó desde antes de empezar a gobernar y está en una situación extraordinariamente frágil. Y lo peor es que no se ve reactivo, sino pasivo, ante la escalada de violencia. No apto para este escenario de violencia. Y los agentes del crimen están en el mejor escenario pues saben que la violencia es una carta de presión que lleva al gobierno a posiciones defensivas, conservadoras. Entonces, anima a aquellos a seguir metiendo goles, pues el adversario no cuenta con portero.

Pero el gobernador está contento. Vino quien no pinta en las encuestas de intención de voto.

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