La Iglesia Católica del  Siglo XIX

 

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La iglesia católica mexicana ha iniciado una nueva cruzada, ahora contra los homosexuales. Los siglos pasan y la iglesia católica sigue anclada en el  pasado, sin aprender. Y cuando aprende lo hace en forma tardía. La justicia que imparte la iglesia católica tarda siglos en llegar.

En un siglo y medio, Europa lanzó ocho cruzadas rumbo a las tierras infieles de Medio Oriente. El Islam que usurpaba el santo sepulcro de Jesús, era el enemigo. Pero de paso, como les quedaba en camino, estos guerreros aprovecharon para limpiar otros territorios.

“La primera cruzada incendió las sinagogas y no dejó ni un solo judío vivo en Mainz y en otras ciudades alemanas. La cuarta cruzada salió hacia Jerusalén, pero nunca llegó. Los guerreros cristianos se detuvieron en la cristiana Constantinopla, ciudad opulenta, y durante tres días  y tres noches la saquearon, sin perdonar iglesias ni monasterios, y cuando ya no quedaban mujeres por violar ni palacios por vaciar se quedaron a disfrutar del botín y olvidaron el destino final de su sagrada empresa” (Eduardo Galeano, Espejos).

No es nuevo que la iglesia católica se dedique a prohibir lo que a su entender no es de su agrado, siempre lo ha hecho. Prohibió la teoría heliocéntrica de Copérnico, el libro que según la iglesia era falso y contrario a las sagradas escrituras. A Giordano Bruno lo envió a la hoguera y obligó a Galileo a que negara que había leído la teoría de Copérnico.

Tres siglos y medio después, el Vaticano se arrepintió de haber asado vivo a Giordano Bruno y perdonó a Galileo. Justicia tardía es la que imparte la iglesia católica. Ahora trata de impedir que se casen las personas del  mismo sexo, y el cardenal Norberto Rivera pide la abstinencia a los homosexuales.

En esta nueva cruzada va al frente de la iglesia católica el cardenal Norberto Rivera, quien tira la piedra y esconde la mano, colocando como punta de lanza  al Frente Nacional  por la  Familia,  cuyo vocero es Rodrigo Iván Cortés.

Ya no estamos en el siglo XIX, cuando la Constitución de la República de 1824 otorgaba a la iglesia católica la exclusividad en materia de religión y prohibía cualquier otra: “La religión de la nación mexicana es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana. La nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquier otra”.

Hoy la Constitución  amplia los derechos e incluye a todos: “Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil, cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y las libertades de las personas.”

Ya la homosexualidad no es considerada como una enfermedad. Desde 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) la sacó del catálogo de enfermedades siquiátricas y los tratados internacionales de los derechos humanos han dedicado mucho esfuerzo para combatir la discriminación hacia los homosexuales.

Que la Iglesia católica quiera seguir discriminando a este sector de la sociedad no tiene nada de cristiano. Tardará siglos en reconocer su error, como ha sido con otras prácticas. Galileo es el ejemplo.

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