La llegada del tren a la estación de Agua Caliente de Baca

 
 
 
Los sombreros de vuelta y vuelta no alcanzaban sosiego, subían y bajaban de la palma de la mano a la cabeza de los campesinos que se arremolinaban para ver pasar al Presidente de la República. Parecía que a sombrerazos buscaban apresurar la llegada del tren a la Estación de Agua Caliente de Baca. La locomotora zumbaba por los recortes de La Mesa. La gente se amontonaba de uno y otro lado de las vías en la incipiente estación del ferrocarril para saludar a Adolfo López Mateos.
La época de los caballos y las pistolas estaba agotada; eran años de gobernantes con títulos profesionales para los nuevos tiempos de desarrollo industrial y urbano en México. Sin embargo, Adolfo López Mateos se dio un tiempo para visitar las comunidades rurales situadas en la Sierra de Chihuahua y Sinaloa con motivo de la obra ferroviaria, la única conexión terrestre entre las ciudades de Chihuahua y Los Mochis, Sinaloa.
El tren seguía siendo un importante medio de transporte, pero en esta región parece que había quedado con puntos suspensivos; fue una realidad tardía del capitalismo en México. A pesar de todo, los campesinos se sentían halagados por esa cortesía del Presidente, pues ahora era su oportunidad de saludarle de frente. Si la memoria no les fallaba, solo en tiempos de lucha habían visto a los Generales que en los siguientes años fueron sus presidentes, sino es que siquiera de oídas se habían hecho una idea de su personalidad.
Al menos en el ejido de Baca sentían que los presidentes estaban trabajando para mejorar las condiciones de sus gobernados, porque en el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines, en 1954, se firmó la resolución presidencial que confirmaba el fallo del Gobernador Alfredo Delgado, el cual dotó de 5 mil 204 hectáreas de tierras a dicho ejido. Corría el mandato de Adolfo López Mateos cuando en 1961, el tren, por fin, fue una realidad. La inauguración la realizó el 24 de noviembre de ese año con un recorrido de Témoris Chihuahua, a El Fuerte, Sinaloa.
El ferrocarril estaba proyectado desde 1872, cuando al visionario Albert Kimsey Owen lo abordó un sueño profético en el cual deseaba hacer en Topolobampo una terminal para un ferrocarril y un puerto marítimo internacional. Aquí empezaría la modernización del valle de El Fuerte. El originario de Pennsylvania movió todo lo que pudo para hacer su sueño realidad. Obtuvo de su amigo el Presidente Manuel González, la concesión para construir el ferrocarril y la promesa de un importante subsidio (La conquista del Valle del Fuerte, Mario Gill). Sin embargo no fue suficiente, nunca pudo ver su sueño cumplido.
La gente se arremolinó en La Mesa como para saludar al valiente después de vencer el reto que consistía en pasar la agreste Sierra Madre Occidental por caminos de fierro atravesando puentes y túneles. Estaban apostados sobre la estación, a unos pasos del puente de Agua Caliente de Baca que franquea el río Fuerte con más de 500 metros de largo y una altura considerable.
Un rugido como de fiera en las montañas se hizo presente al tomar La Mesa, hacía chirriar los rieles que parecían en cualquier momento derrumbarse ante su fuerte pisada. En minutos el eco del jolgorio: ¡Ese es el Presidente! ¡Ahí viene! ¡Ahí viene el Presidente! ¡Es él!, fue todo lo que alcanzaron a expresar. El Presidente con la mano en todo lo alto pasó sin emitir palabra alguna. Otra vez el silencio de la multitud que en minutos se dispersó a hacer lo de siempre.

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