Los electores del Nuevo Siglo

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El estudio del comportamiento del elector es nuevo. El libro clásico sobre este tema es el de Gabriel A. Almond y Sydney Verba, La Cultura Cívica, publicado por primera vez en 1963, aunque desde luego hay otros más.
 
En la década de los 60 del siglo pasado, en México y en el resto de América Latina a nadie le interesaba este tema, pues la existencia en México de un partido hegemónico y de  dictaduras en América Latina hacía innecesario estudiar el comportamiento del elector. En nuestro país los resultados electorales se sabían desde antes de realizarse las elecciones y en las dictaduras no se hacían elecciones, o eran  remedos de elecciones en el mejor de los casos. Así fue en el porfiriato en México, con Pinochet en Chile, con Videla en Argentina, etc. Hoy en Sinaloa no se tiene la certeza de quién ganará en el municipio de El Fuerte, Angostura, Mazatlán, El Rosario y Escuinapa, por ejemplo.
 
En los últimos años han aparecido nuevos estudios, que tratan de explicarnos el comportamiento de los electores en México y en Latinoamérica, uno de ellos es el de Jaime Durán Barba y Santiago Nieto, llamado Mujer, sexualidad, Internet y política, libro interesante  y polémico.
 
Algunas de las características y comportamiento de los nuevos electores en América Latina son las siguientes, según los autores antes mencionados:
 
1.- Población grande. Hoy vivimos una democracia de masas, integrados a multitudes sin rostro que existen pero no pueden conocer, al menos en las elecciones nacionales o de las grandes ciudades latinoamericanas.
Cuando los electores son pocos, las relaciones personales son más importantes que los medios de comunicación colectiva para conseguir votos. Cuando los electores son muchos, las campañas son centralmente mediáticas. No se  pueden ganar usando solamente métodos clientelares y relaciones personales. Las redes sociales son  muy bien utilizadas en Sinaloa por el PAS, PRI y PAN.
 
Hasta 1980, algunos políticos exitosos de nuestro continente mantenían en sus ciudades o provincias redes de “compadres” bien estructuradas  (Emilio M. González en Nayarit). Los fines de semana los dedicaban a asistir a bautizos, primeras comuniones, confirmaciones y eventos religiosos que les permitían construir su red clientelar. Ése era el aparato que usaban para enterarse de lo que “decía la gente” y para conseguir adherentes. El caso más notorio de Sinaloa es el de José Manuel Valenzuela, el loco Chenel, candidato a la Presidencia Municipal de Angostura
 
 
2.- Son más urbanos. Los habitantes del campo adquieren costumbres y valores a través de los medios de comunicación y su contacto con las grandes ciudades. La ciudad supone relaciones seriales y más anónimas. Todas esas cosas fueron parte de la vida de quienes dirigen nuestros países y nunca han existido para el nuevo elector. El votante urbano se ha liberado de esas cadenas, es más  independiente. No hay una “comunidad” que decida por él.
 
3.- Son más laicos. Actualmente, la Iglesia no es una maquinaria con fuerza electoral, sino más bien una institución con una enorme fuerza moral en momentos de crisis. La separación de la Iglesia y la política es un hecho y en todos nuestros países, alrededor de 80 por ciento de la población no tiene ningún interés en la opinión de los jerarcas eclesiásticos en el momento de la elección.
 
4.- Son más educados. Muchos latinoamericanos son licenciados o tenedores en alguno de los muchos títulos universitarios que se inventaron, y se sienten en plena capacidad de decidir acerca de sus preferencias, que buscan realizar sus sueños armados con su diploma y lo hacen con total autonomía.
 
5.- Son más independientes de los ricos y los poderosos. La vieja idea de regalar comida y juguetes para conseguir votos ya no tienen la eficacia de antes. La gente concurre a las reuniones, recibe obsequios, toma los refrescos que le ofrecen, disfruta de la fiesta, y después vota como le da la gana. No temen a los ricos, no les tienen el respeto reverencial de antaño.
 
6.- Están más informados. Los nuevos electores son más independientes, tienen más información que consiguen de primera mano, procedente de la televisión, la Internet, la radio y la conversación cotidiana. No necesitan que se la transmitan el cura ni el maestro de la escuela ni alguna persona con “autoridad moral”, como ocurría en la sociedad de épocas anteriores.
 
7.- Aprenden el juego del poder en una familia menos autoritaria y más democrática. Las relaciones que entablan las personas en la sociedad tradicional y su entorno pretendían ser definitivas, o al menos duraderas. Se criaban en el seno de la familia con parientes a los que los unían lazos permanentes. Los vínculos pretendían ser para toda la vida. Actualmente el niño se acostumbra a cambiar de compañeros, maestros y de autoridades todos los años. Las relaciones con ellos no tienen la profundidad que tenían las relaciones familiares. Se socializa en una vida en la que todo tiende a ser efímero y utilitario y todo puede cambiar: los maestros, los compañeros, los locales de parvulario, y después los amigos, los socios, el matrimonio, los partidos, las ideas. Hoy se admira más el triunfo en la vida que la lealtad a las ideas.
 
8.- Feminización de la sociedad y la política. Se han debilitado los prejuicios en contra de los homosexuales, la misma apariencia física de los heterosexuales ha cambiado. Los hombres actuales se bañan con frecuencia, tratan de no oler mal, van al gimnasio, se pintan el pelo, utilizan cremas de belleza, se hacen cirugía plástica, tratan de parecer “hermosos”.
En Mazatlán el tema de la homosexualidad es tocado a diario por los candidatos.
 
9.- Viven en un mundo más erotizado. Los nuevos electores se interesan más en discutir estos temas que en las ventajas de la Revolución Cubana. La temática sexual los mueve mucho y sienten frustración porque los viejos políticos casi nunca la tratan con naturalidad. La mente del nuevo elector está cargada de erotismo. El sexo ocupa un lugar muy importante en la percepción de la vida.
 
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