Acarreo, unanimidad y arropo de la clase política priista
Los mismos vicios para un nuevo candidato: el acarreo de asistentes, la entrega de tortas y refrescos, la unción de circo, los votos como relleno, la unanimidad sospechosa.
En el Partido Revolucionario Institucional se siguen los rituales al pie de la letra. En la parte superior, la endiosada clase política estatal. Todos los grupos del priismo sinaloense representados por sus dirigentes. Las cicatrices de la contienda anterior por la gubernatura fueron tapadas con la alfombra de la unidad de utilería, coyuntura y conveniencia.
Estaban los que apoyaron a Mario López Valdez, a quien se ubicó como traidor al PRI; los que buscaron la postulación en estos comicios, los alejados porque no fueron incluidos en las listas de candidaturas pluris y no alcanzaron ni regidurías, los de antes y los de la prehistoria, los desplazados, los inconformes, los que querían ser vistos o al menos oídos y por eso gritaban más fuerte, y los olvidados.
La clase política local arropando a Quirino Ordaz Coppel, ahora —y desde hace alrededor de un mes— formal candidato a gobernador. Elegido, elevado, ungido, en un fastrack, como resultado de una maquinaria aceitada y perfecta: seis minutos, seis mil 897 delegados registrados, un maestro de ceremonias que pide a través del micrófono que levanten la mano y el voto, y listo.
La cita fue en las instalaciones de la feria ganadera, bajo una carpa gigante y con un templete en lo alto y al frente. Bastó que concluyera la votación y empezara la presentación de los invitados, para que la gente empezara a vaciar el recinto: cientos de sillas de aluminio quedaron vacías y la parte de atrás inició un proceso inexorable de páramo y desierto.
Quienes se retiraban argumentaron que no querían quedar atorados en la marabunta de la salida. Llevaban la Q de Quirino en mazos de palos, al hombro, boca abajo, a rastras, ya vencidos y sin convicción. Historia contada: estaban ahí por el lonche, de paseo, porque los obligó el líder de la colonia, para quedar bien, por los doscientos pesos, pero sin corazón ni ánimos ni pasión.
Por eso se fueron de ahí como llegaron, sin ser vistos, tratados como números, acaso para el relleno. Como esos gritos que parecían salir desalmados, de las gargantas de los asistentes, que parecían baldíos y ausentes: qui qui ri qui… Quirino.
Los cerca de cincuenta connotados priistas que estaban sentados en el templete se esmeraban, sobre todo los ex gobernadores, para que sus miradas se cruzaran con la de Jesús Vizcarra Calderón, el poderoso ex candidato —y uno de los más ovacionados—, cercano al presidente Enrique Peña Nieto, quien fue sentado junto a Rosa Isela Fuentes, esposa de Ordaz Coppel. Pero él les negó a varios su mirada y por lo tanto el saludo.
Guayabera blanca reglamentaria. Pantalón oscuro. Caminar de dandi, paso seguro, manos en los bolsillos. Ponerse de pie, levantar una mano y la otra, luego las dos juntas, moverlas como reina de carnaval, sonreír a güevo, abrazar a distancia, cerrar los dedos y saludar con deferencia a los de la fila superior. Ese fue el ritual de los privilegiados, en el templete.
Los de abajo, sentados en las sillas de atrás, no soltaron a los niños ni la bolsa de itacate. Se fueron de ahí con las pancartas que tenían la q en alto, rozando el suelo. Iban en chor, las jóvenes con escotes y ropa entallada, en silla de ruedas o muletas, con el bebé en carriola. Había que estar, ser visto, buscar al líder sindical o del ejido, para recibir la palomita de asistencia y quizá algún otro favor. Caminar, hacer fila para todo y sentarse donde se pueda.
En su discurso de alrededor de media hora, Quirino Ordaz caminó de un lado a otro del templete. Se sabía blindado por tanto personaje político, con esa unidad sospechosa y esa unanimidad hueca. Quiso verse fresco y lo logró, pero no lució un discurso potente sino de lenguaje pobre. Sudó, levantó sus brazos y saludó, respondiendo a las gargantas sin corazón. Dijo que no quería guerra sucia ni militantes cómodos, encerrados en sus casas. Anunció que triunfarán en los comicios del 5 de junio porque el partido está fuerte y unido, y les anunció un gobierno transparente, sin corrupción.
—Ya valió madre —dijo uno.
Entonces, a los pocos minutos, el acto acabó. Aunque ya había terminado para muchos, que no estaban en el recinto, o quizá nunca estuvieron.
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ENGARZADA…
Foto: pri Quirino 5
El lodo que se avizora
Cristian Díaz
Una campaña limpia, sin guerra sucia, solicitó Quirino Ordaz Coppel a los militantes priistas durante su primer discurso como el candidato al gobierno de Sinaloa por el Partido Revolucionario Institucional, “saben que no necesitamos nada de eso”, argumentó.
“Tenemos que tener claras varias cosas, no quiero una militancia encerrada en su casa, no quiero una militancia callada, tampoco quiero iniciativas que pongan en riesgo la campaña”, refirió Ordaz Coppel ante los miles de militantes del PRI que lo acompañaron el jueves de la semana pasada cuando recibió la constancia que lo acreditó como el candidato de su partido para jugársela en las próximas elecciones a gobernar el estado.
Pero la guerra sucia a la que refiere Quirino Ordaz ya lo trastocó. Desde la semana pasada han empezado a circular correos electrónicos donde acusan al ahora candidato de ser quien por “debajo del agua”, ha vinculado a Cuen Ojeda con el caso de la diputada Lucero Sánchez, presuntamente relacionada con Joaquín Guzmán Loera, el Chapo.
Quirino Ordaz, dio un discurso con poca propuesta pero trató de acercarse a los militantes planteando situaciones personales como el accidente que tuvo, que lo llevó a quedar postrado durante seis semanas y que le trajo por estrés una parálisis facial. “Eso le gusta a la gente”, dijo uno de los invitados especiales al referirse a las palabras del candidato.
“Nada de colgar mantas donde no se deba, ni de condicionar alguna cosa, nada de pedir el voto anticipadamente, nada de guerra sucia, saben que no necesitamos nada de eso”, mencionó Quirino Ordaz.
Un día antes del evento, cuando obtuvo su constancia Jesús Valdez Palazuelos como candidato a la alcaldía de Culiacán, Quirino fue entrevistado todavía como precandidato, y se le cuestionó si era ventajosa la ruptura interna del Partido Acción Nacional, sin embargo no quiso emitir opinión al respecto, “nosotros estamos ocupados en lo nuestro”, evadió.
Sin embargo, durante el discurso del jueves frente a miles de priistas, desde líderes de colonias, hasta el propio líder nacional, Manlio Fabio Beltrones, lanzó la respuesta, “hoy en el PRI tenemos lo que nadie más tiene pero todos desean: unidad, tenemos unidad interna, unidad en los propósitos y en las metas, unidad que influye y fortalece”.
“Los priistas sabemos que con unidad todo, sin unidad nada, por eso ha llegado la hora de ganar, hoy a este PRI nadie lo detiene”, dijo.
“Yo veo a Quirino como un candidato fuerte… en la campaña la fórmula es trabajar con la gente”, refirió sin adelantar alguna propuesta.
- Autor | Malayerba
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