En su larga trayectoria y con tantos premios (tres Oscar y la más nominada en la historia de ésta presea), de política a bruja, cocinera, editora, matriarca, monja, madre alcahueta… en dramas, musicales, comedias, fantasías… ¿qué personaje no ha interpretado la excelente primera actriz Meryl Streep?
En Ricky and The Flash: entre la fama y la familia (Ricki and the Flash/EU/2015), dirigida por Jonathan Demme, con un guión de Diablo Cody Juno2007), es una rockera de hueso colorado a quien nada la detendrá para cumplir su sueño de triunfar en los escenarios, ni siquiera su familia.
Ricki (Streep), quien por seguir su sueño de cantante, donde sólo consiguió grabar un disco, dejó a su esposo Pete (Kevin Kline) y a sus tres hijos: Julie (Mamie Gummer hija de Streep en la vida real, también), Josh (Sebastian Stan) y Adam (Nick Westrate), por las noches trabaja en un bar y en el día como cajera de un supermercado.
Un día recibe una llamada de su exmarido para decirle que su hija está deprimida porque su esposo le fue infiel y se separó de él, y quiere que vaya a verla, por lo que tiene que viajar de California a Indiana.
En un principio, Julie no quiere verla, pero conforme pasan los días su relación mejora por las actividades que hacen juntas, aunque los reclamos por el abandono y la poca comunicación en muchos años no van a faltar, ni de ella, ni de sus otros dos hijos.
Ricki tiene que regresar a California, porque Maureen (Audra McDonald), la nueva esposa de Pete, llega de un viaje de varios días, y surge una diferencia entre ellas.
Ahora que su hijo Josh se casará, la rockera está en duda de volver o no a Indiana para la boda, a pesar de que eso puede ser una oportunidad de reivindicarse.
Ricki and the Flash… se salva un poco por la siempre agradable y disfrutable presencia de Meryl Streep: la actriz se posesiona del micrófono y de la guitarra (canta y toca de verdad) con una soltura que la hacen ver como una verdadera rockera de toda la vida, y su actitud de soñadora, idealista irresponsable, de madre que quiere reivindicarse, pero que a la vez está resignada a que sus hijos ya no la verán como hubiera querido, es muy convincente.
El que la premisa sea tan simple —una madre que ¿quiere? recuperar a sus hijos— y por demás contada, no es el problema, pero sí que no haya momentos realmente conmovedores (salvo el final, un poco) y que las subtramas sean tan superficiales y ninguna se desarrolle y vaya a fondo con la situación que plantea, ni siquiera en los problemas de pareja del personaje de Gummer, razón por la que se reencuentra con su madre.
Llega el momento en el que no se sabe cuál es el propósito de la cinta: si la (no) relación de Ricki con sus hijos, los sentimientos hacia su exmarido (parece que se siguen queriendo, pero a la vez no), el noviazgo con un guitarrista (¿se llevan bien?, ¿se llevan mal?, ¿se aman?, ¿es nomás por no quedarse solos?, pero ¿qué hay del sacrificio que él hace por ella?), o la lucha por el rol de madre entre ella y la nueva esposa de su ex.
La cinta se pierde en problemas que deben ser tratados en otro nivel: parece que no han pasado tantos años desde que Ricki abandonó a sus hijos. Vaya a verla… bajo su propia responsabilidad, como siempre.