Tierra de miedo

la trinidad
LA TRINIDAD. La gran pérdida.

 

 

 

Tres familias sufren de ausencias forzadas

 

 

 

Aquí la gente es amable, pero recelosa de hablar con forasteros sobre el tema que les ahoga la existencia y las martiriza: la ausencia forzada de cuatro de sus casi cinco mil habitantes y la muerte bajo tortura de dos de sus adultos prominentes.

En la víspera, un comando de más de 20 hombres a bordo de cuando menos cinco vehículos, entre compactos y camionetas, perpetró la privación ilegal de la libertad casi en forma simultánea. A unos se los llevaron de sus propias recámaras, a otros de una fiesta y un adolescente prácticamente se entregó, cuando acudió al rescate de su padre, quien ya se encontraba en manos del grupo armado, señala parte de la carpeta de investigación que por el homicidio de dos personas se inició en Los Mochis, a unos 70 kilómetros de distancia de donde inicialmente habrían sucedido los hechos.

 

EL ASALTO. En medio de la noche.
EL ASALTO. En medio de la noche.

De acuerdo con testimonios de lugareños que pidieron anonimato por temer represalias del grupo armado, entre la noche del lunes 3 de agosto y los primeros minutos de la madrugada del día siguiente (martes, 4), varios autos compactos y camionetas de doble cabina tomaron por asalto la comunidad, cabecera de sindicatura, cerrando los accesos y salidas.

Ubicaron los domicilios de sus objetivos y rápidamente sustrajeron de ellos al juez Jesús Antonio Gálvez López, de 64 años, y a su hijo, Jesús Antonio Gálvez Camacho. Al domicilio de éste retornaron los facinerosos, pues Jesús, nieto del juez e hijo de Jesús junior, no se encontraba. Este habría sido interceptado en las polvorientas calles de esta comunidad, cuando buscaba a su padre.

Mientras esto sucedía con la familia Gálvez, en otro extremo de la comunidad, Francisco Camacho Beltrán, de 58 años de edad, apodado el Gorila y ex comisariado ejidal local desaparecía a manos del mismo grupo armado que se llevaba a los Gálvez.

El socio de la agrícola “Los Camacho de La Trinidad” no se iría soló, pues su hijo, Francisco Camacho Terrazas, de 37 años, también estaba forzado a acompañarlo, lo mismo que Gastón Sandoval Peñuelas.

Consumada la sustracción de sus objetivos y dejando tras de sí una estela de polvo y terror, las familias cayeron en un silencio y sopor, paralizadas, sin atinar, siquiera, a dar la voz de alarma a las corporaciones policiales. Por eso no se recorrió ni un solo kilómetro en busca de los seis que fueron privados de la libertad.

Policía dormida

De los hechos, la autoridad se enteró cuatro horas después de concluidos en Guasave. Y es que en la vecina ciudad de Los Mochis, la policía preventiva recibía una alerta de que en la calle Poseidón y el bulevar Antonio Rosales, en las proximidades de la Universidad de Sinaloa y el fraccionamiento Los Viñedos, frente a un baldío, estaba estacionada una camioneta de modelo reciente de color rojo, con la portezuela del conductor abierta y encendida. La unidad, tenía pintada la razón social “Los Camachos de La Trinidad”. En la caja habría dos cuerpos, uno semidesnudo. La policía no lo sabía en ese momento, pero eran el Juez Menor y el ex líder agrario.

El coordinador de la Policía Ministerial del Norte de Sinaloa, Gerardo Amarillas Gastélum, ordenó a sus subalternos iniciar la investigación con la camioneta y es así como se enteró de la gravedad del caso: seis “levantados”, dos muertos ya.

Han pasado ya 72 horas desde que el caso se hizo público, pero aquí nadie sabe del paradero de las otras cuatro personas. Y hasta ahora no hay denuncia de su desaparición forzada.

Públicamente, el alcalde de Guasave, Armando Leyson, lamentó los hechos de La Trinidad, pero no hizo nada más.

Jesús Martín Robles Armenta, Subprocurador General de Justicia del Estado reveló que no hubo operativo de búsqueda instantánea de las seis personas porque nadie les comunicó oficialmente el asalto a la comunidad, “y hasta ahora no hay reporte ni denuncia de los familiares de los desaparecidos. El caso se inició por el homicidio de las dos personas”. Éstas habrían sido torturadas y murieron por estrangulación mecánica, con un torniquete en el cuello.

Ya han transcurrido casi cuatro días: los habitantes han sufrido 86 horas de terror continuo, de insomnio, de sobresaltos nocturnos, de pavor a los quemones y frenados de llantas, a las palabras altisonantes, a los insultos como orden imperativa, y el cerrojeo de fusiles que dicen escucharon pegados a sus orejas.

Aquí los casi cinco mil habitantes viven con miedo. Aquí se mira con recelo y sobre el hombro a los fuereños. Aquí, todo recién llegado es sospechoso.

La Trinidad perdió ya a dos de sus hombres prominentes, y aguardan el retorno de cuatro más, aunque sea la última esperanza.

 

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