¿Qué le dijiste a Dios?

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Si un cantante es querido en México —de los que aún viven, porque de los que ya se fueron la lista es larga— sin duda alguna, es Juan Gabriel. Criticado, sí, pero es casi imposible encontrarse en este país con alguien que no tenga entre sus canciones preferidas, al menos una del “Divo de Juárez”.

Un intérprete de esa categoría merece todos los homenajes, y ¿Qué le dijiste a Dios? (México/2014), en ese sentido, no tiene ningún inconveniente: la intención de reconocer en vida a Alberto Aguilera Valadez, se destaca y se agradece, pero cinematográficamente, es una pena que la cinta, en ningún aspecto, esté a la altura del cantautor.

Las hermanas Martina (Gina Vargas) y Lupita (Olinka Velázquez) son unas trabajadoras domésticas que poco van a su pueblo, porque su patrona no les paga y no las deja, por lo que el único contacto que tienen con sus familiares, y una de ellas con su novio (Víctor García), es a través del teléfono.

A pesar de que las empleadas realizan bien sus labores, Marcela (Erika de la Rosa), su jefa, no las trata bien, además de hacerlas trabajar muchas horas al día, cada que puede las humilla, más cuando sus amigas de mucho dinero están presentes.

Martina y Lupita quieren ir a su casa porque va haber una fiesta, pero su patrona les niega el permiso, por lo que ellas se arman de valor y se van si avisar, y como pago de todo lo que les debía, le roban ropa, bolsas y zapatos de las mejores marcas. Cuando llegan al rancho no le cuentan a nadie lo que realmente pasó, y les hacen creer que su nuevo ajuar es producto de su trabajo.

Lo que las chicas no saben es que su jefa le pide a Marifer (Mar Contreras), su mejor amiga, que la acompañe al pueblo, porque ya se dio cuenta que sus empleadas le robaron y quiere recuperar lo que le pertenece.

El trayecto servirá para que Marifer confirme la sospecha de que su marido la engaña, aunque la decepción sea doble, porque la amante es alguien muy cercana a ella.

Lo de que no es una historia original, nada creativa ni atractiva y predecible por todos lados, es lo de menos: estamos ante un musical, y se supone que las canciones y las coreografías son lo que deben sobresalir, pero como las melodías de Juanga destacan por sí solas, en el filme no hay voz ni movimientos que se les equiparen, ni siquiera encajan con la trama, y es evidente y se siente, que están insertadas a la fuerza.

En los verdaderos musicales la cámara se mete entre los bailarines, las tomas muestran en un primer plano los movimientos de los pies, los brazos, las expresiones, digamos que se vuelve un danzante más, y los registros de Alejandro Cantú en esta cinta cúmulos de canciones sin sentido, se queda mayormente estática y de frente, lo que la hace más aburrida aún.

Sólo Víctor García, en lo que se refiere a cantar y bailar, destaca un poco más, pero el resto, ninguno logra una buena interpretación en lo propio de un musical, ni si quiera Regina Orozco, que dejó mucho qué desear en todos los sentidos.

Una película incongruente, que tiene más de telenovela que las que se programan en la televisión, que ni para un domingo de no querer asomarse ni por la ventana vale la pena. Véala (en Netflix o la DVDoteca)… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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