Todas las acciones del humano se procesan primero en el cerebro. Desde el Premio Nobel hasta las escorias sociales, pasando por la autoagresión como la obesidad mórbida secundaria a transgresión dietética, primero tocan base en el cerebro.
Los procesos cerebrales duran milisegundos, de tal manera que lo único que se percibe es la acción. Cuando se reacciona a un estímulo se percibe el movimiento, no el proceso.
En palabras claras, no hay percepción de la energía que impulsa el movimiento o la acción. Cuando el obeso percibe los estragos de su transgresión dietética, ya pasaron miles de calorías por su garganta y se acumularon kilos y kilos de grasa en todo el territorio corporal.
La conciencia es el mejor policía de los procesos cerebrales, es la forma de estar siempre en guardia y evitar que la Gula entre por la puerta trasera engañando al velador con ricos antojos, cuyos olores distraen la seguridad y traicionan las mejores intenciones.
La conciencia es el darse cuenta y la voluntad es la acción. Todos o casi todos los obesos se dan cuenta de lo que hacen a la hora de “retacarse diez mil calorías en un sentón”, sin embargo les falta voluntad para alejar la mano de la boca o para cerrar de manera hermética la mandíbula.
El cerebro al igual que cualquier músculo hay que entrenarlo, hay que condicionarlo para que responda a la hora de la transgresión dietética.
El fracaso o el rebote que experimentan los obesos operados o sometidos a regímenes dietéticos estrictos, se debe al cerebro traicionero.
El cerebro y sus procesos mentales se sujetan y esperan pacientes a que pase la cirugía, mientras tanto aguardan en silencio y arrecian al poco tiempo. Por eso, más de la mitad de los pacientes operados regresan a las mismas entre uno y dos años después del proceso quirúrgico. El éxito de los obesos operados o sometidos a dietas rigurosas y modelos de ejercicios extenuantes, es la voluntad.
Sin embargo, no hay voluntad sin permiso del cerebro, es el cerebro y sus procesos neurofisiológicos los encargados de fortalecer las ideas a través de acciones que de alguna manera son contrarias a las aprendidas por mucho tiempo.
Los obesos no son retrasados mentales, es decir, no cuentan con daño cerebral, solo han aprendido a brincarse un tramo del proceso conductual de la Gula; ahí está la traición de su cerebro.
Así como los alcohólicos anónimos se mantienen sobrios o sin actividad alcohólica por 24 horas, así los obesos deben mantenerse sin actividad calórica alimenticia superior a las dos mil calorías cada 24 horas.
Al que hay que entrenar es al cerebro a través de la conciencia para que la voluntad trabaje a favor de la salud del enfermo (obeso). No hay cirugía o dieta que funcione en el obeso si el cerebro no responde.