Reciben niños huérfanos becas escolares

 

Señora Rosa Elsa Cruz

Los Mochis, Sinaloa.- El salón de cabildo del Ayutamiento de Ahome estaba a reventar. No cabía ni un alfiler. Eran 73 tutores y una mancha de chamacos, casi todos niños, que estaban sentados en sillas metálicas. Todos los infantes tenían una particularidad: eran huérfanos de madre.

Los adultos coincidían en otras dos características, eran abuelas o abuelos y habían sepultado a sus hijas, las madres de aquellos pequeños.

En la hilera de sillas, Guadalupe Espinoza Aguilera, una envejecida mujer del campo pesquero Bacorehuis espera su turno de obtener el carnet que la acredita como beneficiaria del programa asistencial Jefas de Familia, igual que lo hacían los otros 72 adultos. Ella, 22 meses atrás había sepultado a su hija, Edith Guadalupe Guzmán, que a los 25 años de edad murió de cáncer cervicouterino, dejándole encargados sus dos hijos, Ángel Jair y Kenedy Guadalupe.

Lupita, como le dicen en su pueblo, para acabarla de amolar también se quedó viuda, y en un pueblo de pescadores y de jornaleros, eso es mortal, más cuando hay dos bocas más que alimentar y enviar a la escuela.

Por eso inscribió a sus nietos en el programa del gobierno federal que el año pasado (2014) fue tramitado y logrado por el entonces director de la Dirección de Desarrollo Social y Humano, y actualmente diputado federal electo, Bernardino Antelo Esper.

Al pasar el tiempo, ella obtuvo los primeros pagos, y metió a sus nietos en la escuela, ahí están aún. Y ella espera ahora el pago de este bimestre. Pero al recordar a su hija, rompe en sollozos, en medio de la multitud. Intenta ahogarlos, pero no puede. Trata de enjugarse unas lágrimas que resbalan por su rostro, pero no las encuentra. Bebe agua y se tranquiliza, pero su semblante es el de una mujer sufrida, con tantas arrugar que su piel ya no admite dobleces.

Abraza a sus nietos, sin percatarse que desde el presídium, el alcalde, Arturo Duarte García la observa. Cierra sus ojos con fuerza, como queriendo reprimir alguna lágrima que acompañe a las de la viuda Guadalupe. Se da fuerzas, parece orar, pues eleva sus ojos a un cielo imaginario. Se abraza. Con sus manos aprieta sus bíceps, como para sentirse presente. Se muerde los labios, mueve sus piernas. Está ahí, y le duele lo que ve. Siente el dolor de esas madres, de esos huérfanos, y decide dar un discurso breve: “no están solos, tienen un gobierno que los va a apoyar para que ustedes terminen con esa misión que se echaron a cuestas, sin querer. No sé lo que sienten, pues yo aún tengo a mi madre, a mi esposa e hijos. Pero quiero decirle que no estarán solos, que el gobierno los apoyará hasta que sus nietos sean personas de bien y autosuficientes”.

Duarte recibe aplausos por carretadas.

Rosa Elsa Cruz Niño, también le aplaude. Y tiene cinco razones para dar ese reconocimiento: Rosa Judith, Omar Geovany, ángel Manuel, jazmín Guadalupe y Dulce Rubí, todos hijos de su hija, Refugio Janeth Díaz Cruz, y actualmente huérfanos de madre.

La joven madre tenía 31 años, cuando salía de su primer fracaso matrimonial. Durante meses trabajo en su pueblo, en el ejido Águila Azteca, pero poco ganaba para solventar los gastos de sus pequeños.

Por eso decidió poner tierra de por medio. Buscan nuevos horizontes. Una tierra en donde su trabajo diera mejores frutos, y la encontró en Santa Rosalía, Baja California. Durante meses trabajo y quincena a quincena envió dinero a su madre para que lo gastara en sus hijos.

Pero un día, Rosa Elsa recibió una noticia que le paralizó el cuerpo y el alma. Rosa Judit había muerto. Reclamó el cuerpo y entonces se enteró de lo sucedido. Un asaltante entró al negocio que atendía su hija. Buscó dinero y quien sabe por qué decidió matar a la joven. Aquel disparo dejó cinco huérfanos.

Ahora, ella, la abuela, recibe un seguro para que esos cinco niños estudien hasta el nivel profesional. Y le queda grabado las palabras del alcalde, hasta que sean hombres de bien y autosuficientes. Para sus adentros dice, espero así sea, mientras acaricia el pelo de sus cinco nietos, en una escena que parece sacada del cuento de Alicia y los siete enanos, sólo que aquí, la heroína es una abuela y los enanos son sus nietos.

Rosa Elsa y doña Lupita esperan sus llamados. Ya ha comenzado el desfile de beneficiados que de acuerdo con Didesol, serán 131 niños que recibirían 238 mil pesos.

En Ahome hay 22 mil 641 casos de madres de familia que son el sostén de sus casas. De ellas, 73 ya fallecieron y sus hijos quedaron becados.

En Sinaloa, el programa Jefas de Familia mantiene inscritos a 153 mil madres de familias y de las cuales 337 ya fallecieron dejando en la orfandad a 617 niños, todos protegidos con las becas escolares.

Duarte hace una pequeña oración, antes de terminar con su intervención: “Que Dios les de fe  para superar  esa gran ausencia, sus madres, sus hijas”. Agacha el micrófono y parece tocarse los ojos. Agacha la cabeza, clava sus ojos en el piso. Se sienta, respira hondo, y parece temblar por el recuerdo de los sollozos de la viuda Lupita. Aquel dolor que rompió el protocolo de un acto oficial.

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