La impunidad les sigue abriendo el camino a los sicarios

 

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Cazan a policías en el norte

 

Con menos de 72 horas de diferencia, sicarios perpetraron dos ataques a sangre fría contra elementos policiales.

Hasta el momento, las bajas oficiales son de un agente muerto, otro baleado y dos civiles que nada tenían que ver en el ataque y que fueron alcanzados por balas “perdidas”.

Y para variar no hay nada claro sobre los ataques.

El primero

La noche del martes 9 de junio, el auto Corolla Toyota, modelo 2015, ronroneó en las calles del fraccionamiento Jordán, una zona semiresidencial, silenciosa, pero no exenta de asesinatos, ubicada al centro-poniente de la ciudad.

Parecía que los tripulantes buscaban algo, pero nadie supo qué.

Repentinamente, pasadas las 10 de noche, una serie de detonaciones quebraron la quietud de la noche. Gritos, mujeres histéricas, hombres corriendo, y autos saliendo a toda prisa de una taquería, sembraron el desconcierto. En el piso de la acera sur del bulevar Jiquilpan, casi esquina con Río Sinaloa, una mancha de sangre comenzó a crecer. Y sobre ella, el cadáver de un hombre recostado, con su rostro volteado al cielo nocturno. Era el comandante y coordinador en la zona norte de la Unidad Especializada en Aprehensiones (Unesa), Jesús Alberto Meza López, el Metálico, con 22 años de servicio truncados.

Las policías se movilizan y encuentran el auto. Comienzan las investigaciones. No hay indicios de armas de fuego. Tampoco casquillos. Nada. El auto parece normal. Es modelo 2015 y no tiene reporte de robo, ni infracciones. Se profundiza y resulta que el vehículo es remarcado, que sus placas fueron expedidas en Culiacán, 25 días después de que con una factura se acreditó la compra. Se indaga más, se encuentra la colonia, pero no la calle y muchos menos la casa. El auto no conduce a nada ni a nadie. Un caso que termina en cortina de humo.

El segundo

La noche estaba tibia en Juan José Ríos. El humo de una quema de socas de maíz cercana apenas comenzaba a llegar al poblado, pero eso no importaba a padre e hijo, que a las afueras de su casa, en la calle Nueve entre Maquicova y Sabino, bebían cerveza. Era el día de descanso del retoño y había que festejar ese encuentro. Más cuando sabía que la vida de aquel constantemente corría peligro. Era policía municipal en Ahome y lleva por nombre Guadalupe Ramírez Limón. A la francachela se une el otro vástago, Faustino Miguel Ramírez Limón y todo es jolgorio.

Tan desprevenidos estaban los tres que no advirtieron el auto compacto que a unos metros aparcaba.

El auto permaneció en el lugar por algunos minutos con el motor encendido, los mismos que los tres parientes platicaron, rieron, bromearon y más se arrejuntaron. Varios portazos se escucharon provenir del carro. Desconocidos descendieron con  armas en las manos y una lluvia de plomo fue lanzada sobre los tres hombres. Faustino Miguel intenta separarse de su hermano y corre hacia la acera de enfrente. Cae al piso, con su cuerpo perforado. Pierde sangre, pero está vivo. Su hermano, el policía, saca el arma de cargo, repele la agresión, pero varias balas lo tumban. El padre de ambos queda paralizado, petrificado, pero sin un solo rasguño.

De frente a la balacera, al cruce de fuego, dos muchachos caminan. Uno se queda estático, pero el otro, asustado corre, buscando guarecerse del plomo candente en la casa del jolgorio familiar. No llega, cae a la tierra y sus prendas comienzan a llenarse de sangre. Es José Ángel Padilla Valenzuela, de 15 años, quien acababa de dejar la secundaria y buscaba empleo.

Los desconocidos abordan el auto y huyen. El policía pide apoyo y refuerzos. Llega la batería. Lo montan a la patrulla junto con su hermano y con sirena abierta son trasladados a Los Mochis. Faustino Miguel pierde tanta sangre que muere en el camino, el policía libra esa noche. Al adolescente, José Ángel no le alcanzan las fuerzas y muere en la rampa de urgencias del Seguro Social de Juan José Ríos.

Para entonces, la cabecera de la sindicatura está llena de policías. La cacería de los matones ha comenzado. A unas cuadras del sitio del ataque, en la calle Ocho entre Agua Calientita y Batequis, el grupo encuentra otra juerga de hombres y un auto muy parecido al sospechoso. Catean a los varones, registran el Honda Accord, modelo 2003 y nada ilegal encuentran. Un policía busca, y finalmente llega a un bote de basura. Los desperdicios han sido removidos recientemente. Lo vacía. Y adentro encuentra chalecos tácticos y radios. La policía detiene a los tres hombres, y la operación policial se detiene.

La noche comienza a pasar de tibia a fresca, y el humo de la quema de la socas aumenta hasta dificultar la respiración.

Las posiciones

Gerardo Amarillas Gastélum, coordinador de Seguridad Pública en la zona norte, comanda el operativo en Juan José Ríos, y afirma que los atentados contra policías no quedaran impunes, y considera que ambos no tienen relación.

“En este  ya hay tres detenidos. No sabemos qué grado de participación, pero ya hay tres detenidos”.

Y en el caso del comandante “El Metálico” no tenemos indicios, excepto el auto.

Ambos atentados, dijo se investigarán con los indicios que se tienen.

El alcalde Arturo Duarte García también descartó que los atentados contra policías adscritos a Ahome tuvieran relación.

“Los veo como hechos separados, sin relación. Ninguno de ellos le quitará el ímpetu que lleva la policía. Vamos a mantener la seguridad y vamos a seguir hacia adelante”.

Y más tarde, el gobernador Mario López Valdez declaró: “Vamos a esclarecer los atentados. Ya hay un grupo especial investigándolos”.

 

 

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