Infanticidio entrampado

Maria Guadalupe

 

 

Sin esclarecerse el asesinato de María Guadalupe

 

 

María Guadalupe tenía nueve años. Los que la conocieron la describen como una niña muy ingenua y sonriente, y muy tranquila. Le gustaba hacer mandados, estudiaba tercer año en la escuela primaria Macario Gaxiola, en La Reforma, Angostura. Inscrita en el turno vespertino, estaba en el aula de apoyo, ya que no tenía el mismo desenvolvimiento que otros niños de su edad.

María Guadalupe vivía con su mamá Yosadara Jiménez Ledezma y su hermana Brenda, de 11 años, en Caimanero. Su madre conoció ahí a Rosario López Obeso, con quien se mudó con sus hijas desde hace cuatro años a La Reforma, para formar una familia, y posteriormente la pareja tendría otros dos hijos.

La familia vive en una pequeña casa, sin lujos. Alrededor hay otras viviendas que no son más grandes que una casa construida por infonavit, aun así la casa de la familia López Jiménez sigue siendo más pequeña que eso.

El pasado Día del Niño en La Reforma no iba a ser igual que otros años. Una noche antes, un carro de perifoneo anunciaba por las calles del campo pesquero que una pequeña de nueve años había desaparecido desde la mañana. Era María Guadalupe, “La Amarillita”.

El cadáver de la menor fue encontrado el 1 de mayo, dos días después de que desapareció de su hogar, en un camino aledaño a un dren conocido como Los Plátanos, que se encuentra cerca de la colonia Sinaloa, sindicatura de Gato de Lara, Angostura.

Boca abajo, sus piernas salían de entre la maleza del camino, vestía un short de mezclilla y una blusa rosa. El médico legista dictaminó que tenía más de 24 horas de haber sido asesinada. “La amarillita” murió por estrangulamiento. Alrededor de su cuello le quedaron las marcas de las manos que la asesinaron. A más de un mes del hecho, las autoridades no han dicho quién fue el responsable.

Se ha especulado alrededor del caso sobre la responsabilidad del padrastro Rosario López Obeso, quien después de que los ministeriales lo llevaron a declarar, no se supo de él durante seis días; familiares responsabilizaron a las autoridades de tenerlo retenido ilegalmente, pero éstos se deslindaron de las acusaciones.  Luego apareció “sano y salvo”.

A María Guadalupe le decían algunas personas cercanas “La Amarillita”, por ser una pequeña de tez blanca, distinguiéndose por eso, no solo de sus hermanos, también de la gran mayoría de los del poblado que tienen un color tostado, algunos de nacimiento, otros por el sol que pega duro casi todos los días en la costa.

Era 29 de abril, un día antes del día del niño, alrededor de las 8:30 de la mañana, cuando Yosadara Jiménez Ledezma, quien tiene dificultades para caminar,  mandó a su hija de nueve años a pedir el número telefónico de un taxi. Fue el último momento que la vio, antes de que la encontraran muerta.

Esa mañana, a Yosadara y sus hijos los estaba esperando un tío que vive en la localidad de Protomártir, Angostura; sin embargo no salieron de La Reforma esa mañana, por lo menos no todos juntos, para ir con el tío abuelo.

La niña salió de su casa, caminó por atrás de un motel que se encuentra en contra esquina de donde vivía. Era común que pasara por ahí, ya la conocían, los vecinos cuentan que la menor le hacía algunos mandados al dueño del motel, a cambio de algunas monedas.

Luego cruzó por un andador, donde está un parque semidesértico. No tiene juegos, es solo un gran espacio polvoriento con algunos árboles que medio sombrean; para llegar a donde se encuentra el supermercado Ley, el único de ese tipo en La Reforma, donde fue vista por última vez.

“Mi único delito fue darle mi número telefónico”

José Oscar Mejía Santillán tiene 72 años, vive con su esposa de 71 años y una hija de 40 años que no puede caminar.  Es uno de los dos taxistas que brinda ese servicio en La Reforma; lo hace desde hace unos 15 años, cuando falleció su padre y se quedó a cargo del taxi.

Sentado frente al único supermercado del pueblo narró a Ríodoce cómo hace un mes estaba prácticamente en el mismo lugar, cuando llegó María Guadalupe a pedirle su número telefónico, porque su madre ocuparía de sus servicios más tarde.

—Entonces, ¿estuvo aquí la niña?

Sí, sí vino.

—¿A usted le tocó verla?

—Sí, yo le dije el número y se fue la niña, unos 20 o 25 minutos vino una hermanita de ella, fue la que me dijo que fuera a tal hora porque su mamá necesitaba el taxi.

“Entonces fui, pero llegue allá y me dijo la señora que no iba a ocupar nada de mis servicios, entonces me vine y me estacione aquí, donde estoy, es todo lo que yo sé”.

—¿A qué hora fue?

—Nueve o nueve y media.

—¿Era común ver a la niña por aquí?

—No, es que yo nunca la había visto, o no le ponía atención, pasan tantas criaturas, tanta gente todos los días.

El señor Mejía Santillán dijo que se enteró en la noche que una niña estaba extraviada.  Amigos cercanos a la familia de María Guadalupe fueron a conseguir un carro con perifoneo para que pasara anunciando la desaparición de la niña y si alguien la había visto brindaran algún dato.

“Andábamos escuchando que una niña se había perdido, hasta que se supo y dijeron que esa niña era, la que había venido a pedirme el número de teléfono, la que se había extraviado”, dijo el taxista.

—¿Identificó a las dos niñas?

—Pues sí, la que vino primero era una güerita y luego vino una morenita, por eso las identifique, la que vino primero vino por el número y la que vino luego ya vino por el taxi.

“Me sorprendí porque yo la había visto, pero yo no tengo la culpa de nada, la única culpa es que yo le di el número, pero nada más. Y ahora tengo a mi mujer que se esta muriendo a causa de esto, del problema le entró la depresión y ahí nos están cargando en vueltas. Le puedo jurar por mi madrecita que está muerta que yo no tengo ninguna vela en el entierro”, narra José Oscar, con la voz temblorosa, mientras unas lágrimas recorren los surcos que los años han dejado en su rostro.

El viernes 29 de mayo, mientras el taxista esperaba para ver si le caía algún cliente afuera del súper, llegó una camioneta con agentes ministeriales que lo trasladaron a Culiacán para que rindiera declaración.

Mejía Santillán informo que al momento de llevárselo los agentes no se identificaron, ni le informaron de qué se trataba, tampoco lo dejaron avisar a nadie.  Hasta que llegaron a la agencia donde le explicaron por qué lo habían trasladado. Ese mismo día, horas más tarde, lo regresaron a La Reforma.

“Me espanté mucho, como no me voy a espantar con una cosa de esas, sin saber ni nada. Ojalá y dios quiera se aclare el caso, yo deseo de todo corazón que se arreglara esto, para que me dejaran en paz con mi familia”.

Y ya no regresó…

María Teresa Jacobo es amiga de los López Jiménez y más cercana incluso que algunos miembros de la familia. Es maestra de la secundaria de La Reforma y vive a unas cuantas calles de la Ley, lugar donde fue vista por última vez la pequeña María Guadalupe.

María Teresa fue otra de las personas que llevaron las autoridades a rendir declaración el pasado 29 de mayo, además de realizar pruebas periciales a su camioneta. Explicó que las autoridades le dijeron que era “sospechosa como presunta cómplice para investigación”, y creían que había prestado su camioneta a la familia.

—¿Cómo se enteró usted de que María Guadalupe había desaparecido?

—Yo fui a trabajar como todos los días a la escuela, creo que está checado como a las 7:59, una madre de familia recolectó el dinero para lo del Día del Niño, quedamos de hacer tortas y aguas. Pero había que comprar bien para que nos alcanzara el dinero.

“Cuando vamos a las compras entre 8:50 y 9:00, me llama la mamá (Yosadara), y me dice que si no está conmigo (la menor), le dije ‘¿qué pasó?’”

En ese momento Yosadara le explicó a la maestra Tere que había mandado a su hija para que anotara el número de teléfono del taxista, ya que le había hablado su tío y tenían que ir a Protomártir.

La maestra narró que después de hacer las compras ese día, alrededor de las 11 horas regresó a la escuela, y que a las 12 que salió del trabajo, ya con una de sus  hijas que estudia en la misma escuela donde ella trabaja, fueron a la Ley para hacer una recarga telefónica. Ahí se encontró con el padrastro de la menor, quien le informó que aún no la encontraban.

“Le hecho grito ‘¡Chayín! ¿Ya la encontraron?, ¿dónde apareció?’… lo noté medio lloroso, agüitado, y me dice, ‘fíjate que me siento muy mal, Tere, le he andado pedaleando toda la mañana buscándola y no la encuentro’”.

La maestra comentó que luego de que el padrastro de la menor le contó que la niña no aparecía, ella se fue a la localidad del Protomártir, junto con su hija, para ayudar a buscar, pero no la encontró.

Por la tarde, Tere fue a la casa de sus vecinos para ver si había novedades de la pequeña, y encontró que ya estaba la familia reunida. Fue hasta las siete de la tarde que algunos elementos de la Marina asistieron a la vivienda y les tomaron los nombres a todos.

—¿Todavía no han voceado?— dijo uno de los Marinos

—Como a las 8 de la noche ya se me hacía mucho y le pregunté a la Yosi (Yosadara) ¿a qué hora vamos a vocear? —relató la maestra-

La madre de María Guadalupe, por la falta de dinero, no había visto nada de los del carro de perifoneo, y entre la familia consiguieron para ir; una hermana del padrastro de la niña fue quien se encargó de eso. Y alrededor de las diez de la noche el carro recorrió las calles del campo pesquero anunciando la desaparición de la menor.

Un pueblo que exige justicia

Luego de dos días de haber sido vista por última vez por su familia, María Guadalupe aparece muerta en un poblado cercano a donde vivía, con señales de estrangulamiento.

“Esta noticia la verdad cimbró al pueblo de Angostura y la población está triste, indignada por estos hechos”, declaró el alcalde de ese municipio, José Ángel Castro Rojo.

Los familiares y pobladores salieron a exigir justicia a las autoridades para que se resolviera de forma inmediata el caso de pequeña. Impactó tanto entre las personas del lugar que sin hablarlo, se  auto implementó un toque de queda, “desde que ocurrió lo de la niña, hará como un mes, ya no ve uno a nadie en la calle después de las once de la noche”, aseveró, Gilfredo Castro, ex síndico de La Reforma.

María Guadalupe fue velada en un féretro blanco, rodeada de niños, jóvenes y adultos, que llegaron luego de marchar por las calles del poblado para exigir que se aclarare el caso y se castigue al responsable: “Queremos justicia, justicia para María, caiga quien caiga”.

Gilfredo Castro comentó que es preocupante la situación que se vive en el campo pesquero, donde “solamente hay tres policías y una patrulla sin gasolina”.

El caso de la niña, agregó, “fue la gota que derramó el vaso, pero se dan otras situaciones, como hace un año que también mataron a otra muchacha, pero no sonó tanto”, dijo el ex síndico, quien informó que hay muchos casos de violencia intrafamiliar, y que cuando él fungía como autoridad se implementaron visitas de un psicólogo para atenderlos, pero lo consideró insuficiente.

Gilfredo Castro relató que él tenía trato diario con el padrastro de la menor porque era empleado de la sindicatura cuando él era Síndico. Hace alrededor de dos años, dijo, recibió una denuncia por parte de un vecino sobre maltrato.

“El conocimiento que yo tengo de estas personas es que cuando yo fui Síndico tuve una denuncia de maltrato hacia la menor, los vecinos fueron a avisarme, hablé con él y me dijo que nada más regaños normales, fui a su casa y platiqué con la mamá y me dijo lo mismo”.

De todos modos, añadió, “los amenacé con llamar al DIF en este caso, para que hicieran una investigación a ver si era cierto, y sí le bajaron a los gritos y a todos esos escándalos que decían los vecinos”.

La maestra Tere respecto relató: “Yo escuchaba que ellas le decían papi, mi papi, entonces yo no creo, pongo en tela de juicio que si un niño se manifiesta así con alguien, lo estén maltratando”.

Una de las líneas de investigación por parte de la PGJE, señaló al padrastro Rosario López Obeso y a la mamá Yosadara Jiménez Ledesma como presuntos inculpados de la muerte de María Guadalupe, por los supuestos antecedentes de violencia. Sin embargo hasta el momento las autoridades no han señalado a ninguno como presunto responsable de este homicidio.

La segunda desaparición

Justo un mes después de la desaparición de María Guadalupe, elementos de la Policía Ministerial trasladan a Yosadara Jiménez Ledesma, y su hija de 11 años, Brenda, junto con otras personas, a la PGJE, a declarar sobre el asesinato de la menor de nueve años. Al parecer en otra camioneta trasladaron a  Rosario López, el esposo.

Pero Yosadara ya no lo vio. Ella y su hija regresaron a su hogar, al lado de sus otros dos hermanos, una pequeña de tres años y  un varoncito de un año, pero su esposo ya no regresó. El domingo la mujer fue a la PGJE, a la oficina de la agencia del Ministerio Publico especializada en desapariciones forzadas, con la intención de interponer una denuncia por la desaparición de Rosario López Obeso, pero no lo hizo formalmente.

Vía telefónica realizó la denuncia ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Sinaloa, donde afirmó que su esposo había sido privado de su libertad, y no sabía de su paradero. Yosadara acusó a elementos de la Policía Ministerial de haberlo levantado.

La mamá de María Guadalupe reveló a los medios de comunicación que la policía  la presionaba para que declarara en contra de su esposo, y así responsabilizarlo del asesinato de su hija.

Cinco días después de que Yosadara viera por última vez a Rosario López; la mujer regresó a la PGJE para verse cara a cara con el procurador de Justicia, Marco Antonio Higuera. La reunión duró alrededor de una hora, y al término la actitud de la mujer fue diferente a como llegó: ya no quiso dar declaración a los medios de comunicación, solo dijo sentirse confiada en que las autoridades harían todo para que su marido apareciera pronto.

Familiares de Rosario López informaron a Ríodoce que el procurador le aseguró a Yosadara que en menos de una semana su marido estaría de vuelta; sin embargo, negó que lo tuvieran retenido;  no pasó  ni un día cuando el hombre regresó.

La madrugada del miércoles 17 de junio, a López Obeso lo dejaron por un camino que conduce a la sindicatura de Chinitos.

“Estuve en manos de personas desconocidas, me tuvieron encerrado en una casa pero no supe dónde”, manifestó.

 

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