Amarres perros y políticos sin control

JORGE CASTAÑEDA. Que no hay represión.
JORGE CASTAÑEDA. Que no hay represión.

Jorge Castañeda, la tarde noche del viernes pasado, estaba eufórico ante un público universitario sinaloense. Asistía a la Feria del Libro de Mazatlán (Felimaz) para presentar su libro autobiográfico Amarres Perros y hablar de la coyuntura nacional. En un dual-meet con el encuestólogo Rolando Ocampo, comentaron algunos de los grandes temas del libro. Nada que no fuera animar a los potenciales lectores de este esfuerzo ágil y revelador de cerca de 700 páginas escritas a lo largo de tres años.

Ya en la sesión de preguntas y respuestas el eje se sitúo en otro nivel, en el balance sobre la calidad de los gobiernos de los últimos presidentes. El autor salió en defensa del sexenio de Vicente Fox y de Peña Nieto, de quien dijo habían hecho la tarea con las reformas estructurales pero que las había echado a perder con la designación de administradores que no creían en ellas o no tenían capacidad técnica, pero sobre todo, que el Presidente actual había caído en la frivolidad (¿Qué necesidad tenía Luis Videgaray de comprar una casa en Malinalco? ¿Qué necesidad tenía Angélica Rivera de salir en la portada de la revista Hola?

Pero, aun con todo, el gobierno de Peña Nieto no es un gobierno represivo, sino un gobierno tolerante. Mientras él respondía a las preguntas estaban en la atmósfera los nombres de Eduardo Medina Mora y de Carmen Aristegui, quienes en las antípodas del oficialismo, dejaban la sensación de que la represión estaba en marcha. Que, como bien lo dice Jorge Zepeda, “los que están en la cima han decidido dejar de escuchar”, y entonces “para ponerlo en términos de la Plaza Tiananmen, de China, no es el momento de ponerse enfrente de los tanques, porque está claro que estos no van a detenerse”. Sí y no.

Sí, por algunos intentos por parecer un gobierno sensible y dialogante como sucedió en el encuentro con los padres de los 43 jóvenes normalistas desaparecidos, el movimiento de algunos funcionarios del gabinete o el reconocimiento ante la prensa inglesa de que se vive una crisis en México…

Pero no, por la represión contra los maestros guerrerenses, la designación de Areli Gómez como nueva Procuradora y Eduardo Medina como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, aun cuando  son manifiestos sus vínculos con la empresa Televisa (o lo más seguro se les designó precisamente por ser parte de ella), y en el caso de Carmen Aristegui, si bien gobierno y muchos comentaristas quieren reducirlo a un conflicto entre particulares, es más que evidente que detrás del despido está el interés del gobierno por eliminar todo aquello que pudiera ser una exigencia de rendición de cuentas, tarea en que está empeñado el trabajo de Aristegui y su equipo de colaboradores.

La represión no sólo adquiere formas violentas, como las imágenes trágicas que vimos en Acapulco o lo que está detrás de Ayotzinapa, sino que las hay veladas que pueden ser tanto o mayormente destructoras en un sistema pretendidamente democrático. Recuérdese que un sistema democrático se define por el constante reconocimiento y ampliación de derechos ciudadanos (Rendición de cuentas, Estado de derecho y gobierno sensible), lo que debiera significar una paulatina disminución de la influencia de los poderes fácticos. Y en México, en los tres renglones vamos para atrás, aun cuando en estos momentos se estén organizando elecciones federales, estatales y municipales.

Entonces, en esta lógica lo normal es la ausencia de sensibilidad, oídos sordos a los reclamos de una sociedad cada vez más exigente, cada vez más demandante. Es comprensible que ante el enojo y la polarización que provocan estas decisiones el siguiente paso sea el de la represión, no la que rememora Jorge Castañeda de los ya lejanos años setenta y ochenta sino una más tangible, más inmediata y más brutal, como la ejercida no en la Plaza de Tiananmen, sino aquella que Ken Loach rememora para Irlanda del Norte, y que tituló en su largometraje Agenda Oculta, selectiva y brutal para las libertades públicas.

La represión en estos días, si bien no descarta la violencia física, resulta imperativa una mezcla de control psicológico y de los medios críticos e independientes.

¡Que nadie se engañe!

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