Tú, robot

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“Me dirás la verdad ¿no? –preguntó Phil Resch. ¿Si soy un androide, me dirás?”. Philip K. Dick. Blade Runner 

La creación artificial de seres humanos, o entes parecidos a ellos, una especie de alter homo, ha sido parte de los sueños y aspiraciones de nuestra raza desde el principio de los tiempos. Tanto en la antigua Grecia como en China se fabricaron autómatas, máquinas que reproducían movimientos de humanos y animales.

Pero los primeros robots no nacieron de la ingeniería sino del teatro. En 1921 el escritor checo Karel Capek empleó la palabra en su obra R.U.R., Robots Universales Rossum, para referirse a personas artificiales que eran fabricadas por la empresa que da título al drama.

Actualmente empleamos el término para denominar a máquinas que realizan operaciones propias de los seres humanos. Lo que no significa que esas máquinas necesariamente adopten forma humana, ya que aquellas que lo hacen reciben el nombre de androides.

Hasta este momento hemos hablado de robots y androides para referirnos a la parte mecánica de estos seres, pero también existe una parte cerebral reconocida tanto por la literatura como por la ciencia. Ésta última la denomina Inteligencia Artificial (AI, por sus siglas en inglés).

De acuerdo con Stuart J. Russell y Peter Norvig, la AI es el campo de estudio y diseño de agentes inteligentes, es decir, que constituyen un sistema que percibe su entorno y toma las acciones que maximizan sus posibilidades de éxito.

Entre los temas que interesan a la AI encontramos los procesos de raciocinio, lenguaje, conocimiento y aprendizaje. Al ser un campo interdisciplinario, admite enfoques psicológicos, matemáticos, filosóficos, computacionales o lógicos.

Uno de los más novedosos es el llamado redes neuronales artificiales (ANN, por sus siglas en inglés). Consiste, según explica Xabier Basogain, en un modelo computacional que iguala o adopta las funciones básicas del cerebro, al inspirarse en las redes neuronales biológicas del ser humano.

Las ANN aprenden de la experiencia, generalizan de ejemplos previos a ejemplos nuevos y abstraen las características principales de una serie de datos. A diferencia de los sistemas tradicionales, en las ANN no hay que programar ni el conocimiento ni las reglas de procesamiento del conocimiento, ya que las redes generan sus propias reglas aprendiendo de ejemplos que se le muestran en una fase de entrenamiento.

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La semana pasada se publicaron en la revista Nature los resultados de la investigación encabezada por Demis Hassabis para la empresa Deep Mind de Google, y que tuvo por objeto crear un algoritmo que permitiera a una computadora aprender por sí sola, sin información previa.

El estudio establece que, empleando el algoritmo denominado deep Q-network (DQN), una ANN aprendió por sí mismo a jugar cuarenta y nueve videojuegos clásicos de Atari, incluyendo Pacman y Space Invaders, y obtuvo puntuaciones cercanas a las alcanzadas por gamers humanos.

Ejemplos como este demuestran que estamos en el umbral de nuevos descubrimientos que nos lleven a reproducir artificialmente los procesos más complejos de la inteligencia humana. ¿Te imaginas paisana androides que te ayuden en casa o en la oficina, que realicen tareas en ambientes nocivos para los seres humanos, que juzguen a los delincuentes?

Nos acercamos con rapidez a los mundos que imaginaron los autores de ciencia ficción del siglo XX. Realidades donde humanos y androides interactúan, conviven, se confunden. ¿Cuál será entonces nuestra idea de humanidad?

¿Quién nos asegura que en el futuro no presenciaremos problemas sociales por la negativa de la sociedad a incorporar a ciudadanos androides? ¿Qué hará el ser humano? ¿Se refugiará en el derecho alegando que las normas sólo deben proteger a entidades biológicas naturales? ¿Discriminaremos a los androides?

Tal vez entonces necesitemos preguntarles si sueñan con ovejas eléctricas. O diremos con Borges, para estos nuevos gigantes de arcilla cibernética: “En la hora de angustia y de luz vaga, en su Golem los ojos detenía. ¿Quién nos dirá las cosas que sentía Dios, al mirar a su rabino en Praga?”.

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