Ojalá pudiéramos volver a ser personas

tortura
El pasado 9 de diciembre el Comité de Inteligencia del Senado de los EE.UU. dio a conocer el informe ejecutivo sobre el Programa de Detención e Interrogatorio de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). El sumario se refiere a las acciones de la CIA desde el año 2007, en el que destruyó las cintas de video de los interrogatorios a personas detenidas.
El reporte reconoce que el contexto en el cual se dan las actividades investigadas es el que siguió a los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, cuando el gobierno norteamericano le declaró la guerra al terrorismo.
Afirma que la CIA, junto a dos contratistas externos, inició un programa de detenciones secretas indefinidas y el uso de técnicas brutales de interrogatorio, en violación de las leyes norteamericanas, obligaciones internacionales y los valores de esa nación.
El informe establece que las llamadas “técnicas mejoradas de interrogatorio” empleadas con personas detenidas puestas a disposición de la CIA por estar supuestamente relacionadas con grupos terroristas, no fueron efectivas para obtener datos de inteligencia y ni siquiera para lograr la cooperación de los detenidos.
Lo anterior es importante, ya que la justificación de la CIA para emplear esas “técnicas mejoradas de interrogatorio” fue su alegada efectividad. El Comité del Senado revisó veinte casos de contra-terrorismo y encontró que, en muchos de ellos, no existía relación entre el resultado obtenido y la información proporcionada por los detenidos.
Las dichosas “técnicas mejoradas” consistían en bofetadas, aventar a los detenidos contra la pared (walling), privación del sueño, baños con agua helada, rehidratación rectal, amenazas, desnudez forzada o ahogamiento. La privación del sueño se extendía hasta por 180 horas y se acompañaba de mantener a los detenidos en posiciones incómodas.
Las técnicas fueron empleadas desde que recibieron a su primer detenido, Abu Zubaydah, sobre quien los funcionarios de la CIA recibieron la instrucción de que el interrogatorio estaba por encima de la condición médica del señor Zubaydah.
Los casos investigados no corroboran el dicho de la CIA de que sus interrogatorios iniciaban con las técnicas menos coercitivas posibles y sólo se pasaba a las formas más coactivas cuando ello era necesario. Tampoco se acreditó que se emplearan métodos no amenazadores.
Además, las instalaciones en las cuales se interrogaba y mantenía privados de su libertad a los detenidos fueron comparadas a calabozos. En la ubicación conocida como COBALT, los prisioneros eran mantenidos en total oscuridad, con grilletes, en celdas aisladas, forzados a escuchar música a todo volumen y sólo con una cubeta para hacer sus necesidades.
En pocas palabras, las “técnicas mejoradas de interrogatorio” no son sino prácticas de tortura. Quien tortura se convence a sí mismo de dos cosas: que hace lo correcto y que no hay otra manera de obtener la verdad. El torturador es el primero en creer sus mentiras porque necesita mantener la ilusión de que sigue siendo un ser humano normal, completo, integrado.
En 1252, el papa Inocencio IV autorizó a la Inquisición la práctica de la tortura para obtener la verdad de los sospechosos sometidos a su autoridad. Las prácticas inquisitoriales pasaron de España a México en 1539, cuando fray Juan de Zumárraga ordenó la inmolación del cacique de Texcoco.
La Inquisición se quedó en México, si bien no como institución legalmente autorizada, sí como idea motora de los casos de investigación criminal hasta bien entrado el siglo XX. La necesidad obsesiva de obtener la verdad de un sospechoso, la permisividad respecto de los medios para obtenerla, el valor de prueba máxima otorgada a la confesión, el criterio judicial de que la primera declaración es la más cercana a la verdad, aunque hubiera sido lograda mediante tortura.
El inquisidor, el torturador, el técnico mejorado en interrogatorios, ninguno de ellos es una blanca paloma. A través de sus acciones tratan de aniquilar la voluntad, la fuerza, la psique, la dignidad de sus víctimas. Todo para justificarse en la obtención de una confesión que contenga “la verdad” o “datos de inteligencia”.
El informe del senado norteamericano es un avance, sin duda; pero no es suficiente. Habrá de ser seguido por acciones legales, acusaciones, juicios, condenas y una reestructuración de los procedimientos de la CIA. Pero al menos paisano, allá ya se dieron cuenta del problema y algo están haciendo.
¿Cuándo será en día en que veamos algo similar en nuestro país, en nuestro estado? ¿Cuándo podremos rehumanizar a las víctimas? ¿Cuándo a los torturadores? ¿Cuándo podrán volver a ser personas?

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