Hong Kong: ¿gas lacrimógeno o democracia?

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Son imágenes cuya dureza nunca se había visto en Hong Kong: Choques entre manifestantes y policía en el centro de la ciudad y miles de personas protestando por las calles, premunidas de gafas de natación protegerse los ojos. Por su parte, la policía se enfrenta con porras, gas lacrimógeno y gas pimienta a los peores disturbios desde la entrega de la antigua colonia británica a China en 1997.
El detonante fue la anunciada reforma de la ley electoral para 2017. Aunque contemple una elección directa, solo se podrán presentar dos candidatos que serán elegidos con anterioridad. Es decir, de democracia real no hay rastro. Las candidaturas críticas con el gobierno serían prácticamente imposibles y los manifestantes piden unas elecciones que hagan honor a su nombre. A través de un manifiesto, organizaciones estudiantiles exigían que el gobierno pidiese perdón a los ciudadanos y, si no cumple sus exigencias, la dimisión del Gobierno de Hong Kong.
En vista de la dureza de las protestas, las autoridades de Hong Kong reaccionaron a favor del diálogo y se reunirán para volver a debatir sobre la reforma electoral. Sin embargo, no se mencionan detalles ni un plan concreto. Desde Pekín, las señales son muy distintas: se tilda a los manifestantes de “extremistas” y “radicales” y se dice que solo representan a una minoría. El Ministerio de Exteriores advierte de la influencia extranjera. El diario Global Times, cercano al Gobierno, decía que los manifestantes sabían que no se puede cambiar la decisión de la comisión del Congreso sobre las reformas en Hong Kong. Y en las redes sociales se presiona a quienes escriben comentarios críticos.
Hablando claro, es posible que haya cambios en detalles. Por ejemplo, se discutirá sobre la composición concreta del comité que elegirá a los candidatos, sobre el tamaño y sobre si se podrá elegir una parte de forma directa. Pero también otra cosa está clara: Pekín no se moverá ni un milímetro en cuestiones clave, independientemente de cuantas personas exijan derecho a elegir en Hong Kong.
Para ello hay dos razones. Por una parte, Pekín perdería el control sobre Hong Kong. La pesadilla para la capital sería un jefe de Gobierno independiente que quiera distanciarse de China, que ponga en entredicho el monopolio de poder del Partido Comunista y que, a largo plazo, pueda incluso exigir la independencia. Por otra parte, Pekín teme que el modelo de Hong Kong pueda extenderse a otras partes del país, que los manifestantes inspiren a otros y que éstos intenten exigir más derechos democráticos a través de protestas. Por eso, es de suponer que, en un tiempo previsible, no se implantará la democracia real en Hong Kong. (Deutsche Welle)

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