Buenos días, Ramón

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En medio de tantas películas que tienen poco que ofrecer, Buenos días, Ramón/Guten Tag, Ramón (México/Alemania, 2013), de Jorge Ramírez-Suárez, es una bocanada de aire fresco, si bien con un tema contado hasta el hartazgo: irse a otro país a trabajar de indocumentado, con la diferencia de que ahora, en lugar se ubicarse en Estados Unidos, es en Alemania.
Después de cinco intentos de cruzar al lado estadounidense y conseguir dinero para las medicinas de su abuela (Adriana Barraza) y la comida para su mamá (Arcelia Ramírez), el duranguense Ramón (Kristyan Ferrer) ve que le única posibilidad que tiene para conseguir unos pesos es meterse de narco, pero no le convence.
Gracias a que uno de sus amigos (Héctor Kotsifakis) le propone que se vaya a Alemania, porque allá no se necesita visa, y donde vive una de sus tías que se casó con un originario de aquel país, el chico decide aventurarse en Europa.
Su amigo le da todas las indicaciones de cómo dar con el paradero de la tía, y Ramón las sigue al pie de la letra, pero cuando por fin llega a la casa, se da cuenta de que ella ya no vive ahí.
Con poco dinero y sin tener un lugar para dormir, para Ramón la situación es cada vez más complicada, hasta que la trabajadora de una tienda (Franziska Kruse) y una de las clientas (Ingeborg Schöner) lo ayudan a resolver parte de sus problemas.
Poco a poco se irá involucrando en la vida de unas personas de la tercera edad que viven en el mismo edificio de la amiga que conoció en donde compra pan y chiles: les ayudará a cargar las bolsas del mandado, les acercará el correo, les enseñará a bailar música latina y tendrá un lugar para dormir.
El problema mayor comienza cuando uno de los inquilinos, al que no le cae muy bien el mexicano, denuncia la presencia de éste y se ve en la posibilidad de regresar a su país.
El filme por completo es Ramón, no por nada aparece hasta en el título. Kristyan Ferrer tiene un encanto incomparable; su amabilidad, honestidad y sencillez terminan por conquistar a los alemanes que se encuentra en su estancia en ese país, en el que, si bien pierde su identidad, gana muchos amigos que siempre le tienden la mano. El joven logra una actuación por demás empática con cualquiera, no solamente con quienes han tenido la experiencia de vivir como ilegales.
Ingeborg Schöner es igualmente entrañable como la persona que confía en el mexicano, le da asilo y le consigue trabajo, y funcionan muy bien cuando están los dos a cuadro (de hecho, una de las mejores escenas es en la que comparten una comida en la casa de ella y cada uno se sincera con el otro en su propio idioma, sin que ninguno entienda nada, pero dejando claro que para comunicar las emociones, no son necesarias las palabras).
La cinta funciona muy bien de principio a fin, pocos notarán las debilidades (es muy curioso que en las condiciones en las que viaja Ramón, en todo le vaya súper bien, y que, para colmo, termine en una felicidad que cualquiera envidia), pero se identificarán con el personaje principal, llevándoselo en la mente por varios días, deseando viajar a Alemania y correr con la misma suerte que él. Vaya a verla… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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