Sexualidad esponjada

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David Uriarte

MÉDICO SEXÓLOGO CERTIFICADO, MAESTRÍA EN SICOLOGÍA CLÍNICA Y DOCTORADO EN SICOTERAPIA

El horno que cuece la sexualidad es el cerebro. Muchos piensan que la sexualidad está en los genitales, sin embargo, tanto el pene como la vagina son instrumentos para la mecánica de la sexualidad reproductiva y placentera. El placer, las representaciones y los significados están en el cerebro. Así como la harina necesita de ciertos ingredientes para “esponjarse”, así la sexualidad necesita de hormonas, nervios, vasos y mente para “esponjarse” y lucir exquisita. Una sexualidad sana es como un pavo real que luce esplendoroso su plumaje y proyecta ante los ojos de los demás esa magia que esconde su intimidad.
La sexualidad sana es producto de un exquisito equilibrio entre un cuerpo y una mente que funcionan a la perfección, es decir, es el equilibrio entre la forma y la función. La forma del cuerpo tiene que ver con la salud física y con la proyección de necesidades conscientes o inconscientes. Conscientes cuando la persona sabe lo que significa la estética, la imagen, y la función. Inconscientes cuando la persona solo se queja de una deformidad que asusta y aleja las miradas libidinosas o sugerentes de un desempeño sexual fantasioso, placentero y adictivo.
La ciencia demuestra que la sexualidad de los obesos no puede ser sana por circunstancias biológicas y moleculares muy precisas. Por ejemplo, una sexualidad sana implica tener ganas, tener erección o lubricación en el caso de las mujeres, y tener placer orgásmico.
El deseo de las personas obesas disminuye al modificarse el metabolismo de la testosterona, de hecho, el aumento de la grasa corporal interfiere también con el metabolismo de los estrógenos en el caso de las mujeres. Con testosterona y estrógenos bajos, tanto el hombre como la mujer con obesidad experimentan poco deseo sexual. Si a la ausencia del deseo se le agrega ausencia de excitación, las cosas empeoran en el terreno del placer sexual.
Al estar la sexualidad en el cerebro, los obesos pueden recurrir a los estímulos psicogénicos, es decir pueden prescindir de los estímulos reflexogénicos (tocamientos) y usar solo el pensamiento y la fantasía, ya que los movimientos coitales requieren de cierta agilidad pélvica, cosa que se les niega en cierta medida a los obesos.
El recorrido tortuoso en el camino del placer sexual de los obesos, se debe a lo “esponjado” de su estructura corporal, a un sistema hormonal menguado, a un sistema vascular comprometido, a un sistema nervioso dañado y a una mentalidad amenazada por la angustia de desempeño sexual.
El saberse evaluado en el desempeño sexual por la pareja es motivo de ansiedad y malestar en cualquier persona, pero más en el obeso que padece dismorfia corporal (autoimagen devaluada).
Si Hipócrates reviviera se volvía a morir al darse cuenta que su máxima “que tu medicina sea tu alimento” ha convertido a millones de personas en el mundo en personas obesas con una sexualidad esponjada.

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