Juntos… pero no tanto

juntos pero no tanto
Desde el título y el cartel ya podemos imaginar mucho de lo que puede pasar en Juntos… pero no tanto (And so it goes/EU/2014), de Rob Reiner, y eso es una razón para no ir a verla, pero también sabemos que los protagonistas son garantía, aunque podemos equivocarnos.
Oren Little (Michael Douglas) es un vendedor de casas que se encuentra en proceso de deshacerse de su propia mansión, por lo que vive en una pequeña que comparte con otros vecinos, entre ellos Leah (Diane Keaton), una señora viuda con la que discute todo el tiempo.
Un día aparece el hijo de Oren para decirle que le cuide a su hija por nueve meses, porque él debe ir a la cárcel y no tiene con quien dejarla, ya que a la madre no la ha visto desde que la niña nació.
Aunque el abuelo estuvo renuente, la nieta se queda con él, pero es Leah quien se hace cargo de ella, al grado de que la lleva a su casa a dormir, porque el vecino no se siente apto para esa labor.
Las cosas cambian cuando Oren se empeña en que la niña conozca a su mamá, porque ahí se dará cuenta quién es ella en realidad y por qué su hijo se alejó de ella, por lo que ahora no querrá deshacerse de su descendiente.
Para entonces, su relación con Leah será diferente: lejos de discutir y en ocasiones faltarle al respeto, se empeñará en convivir con ella, pero no precisamente como amigos.
Después de vender su casa, la intención de Oren es irse a vivir a Vermont, aunque no está muy seguro de hacerlo sin su vecina.
El que nos cuenten la misma historia, sea inverosímil o incoherente, no es problema, pero que una actriz que suele llenar la pantalla con su sonrisa, su frescura, su buen humor y una excelente interpretación se salga de esos parámetros, eso sí es preocupante: espero que sólo sea un resbalón más en la carrera de Diane Keaton.
Y no se trata de una mala actuación de la actriz de Annie Hall (1977), sí entrega momentos muy disfrutables, sobre todo cuando canta, pero esa chispa y espontaneidad con la que la vemos en otras cintas no está presente, al contrario, se percibe como si hiciera su trabajo por inercia.
Llega un momento en que un creador se repite a sí mismo, tal vez se trate de que sólo tenga una sola que decir, y de ahí la similitud en sus propios trabajos, como le pasa a Mark Andrus, guionista de Juntos… pero no tanto y de Mejor… imposible (1997), donde claramente se ve que se trata de lo mismo: el vecino de edad avanzada, gruñón, sarcástico, ofensivo, racista y agresivo, que no le gustan los perros, y termina siendo el más cariñoso con la mujer que le gusta y le interesa, que desde luego es todo lo contrario a él, están ahí.
El problema de la cinta es que, con muy pocos momentos realmente cómicos, más en el discurso de Douglas, es muy lenta y plana, ni siquiera al final, en el que se espera una escena de amor donde los personajes realmente quieren estar juntos, es emocionante.
El director no sabe a dónde llevar el filme: educar a la nieta, la carrera de cantante de Leah (con Reiner de pianista), el romance entre ésta y Oren, la venta de la casa, los pleitos con los vecinos, la relación entre padre e hijo, el amor en la tercera edad, y termina abarcando mucho, pero sin cuajar en nada. Vaya a verla… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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