Toman muralistas urbanos la ciudad como lienzo

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Muros que expresan violencia, ecología, narcotráfico, indígenas…
Las paredes hablan, gritan.
Los trazos, los colores, las siluetas en las fachadas de casas viejas, bajo puentes, en bardas de inmuebles abandonados: jalan ojos, atrapan miradas, y cuando el espectador se detiene, se queda frente al graffiti, el esténcil, el aerosol y el acrílico, hay espejos y diálogos, sueños y sentimientos.
Por la avenida Andrade o por la Obregón, en muros del malecón nuevo, en los viejos edificios del centro histórico, en casetas de policía, por la Buelna o la Rosales están las huellas de estos nuevos y viejos artistas del asfalto. Marcan territorio, expresan la resistencia propia o de quienes representan, critican, protestan, pintan la raya.
El doctor Feis es uno de estos insurrectos. Parece enemistarse con las paredes vírgenes y los fondos blancos de algunas fachadas. En una de esas pintó el rostro de Genoveva Rogers, a quien apodaban Yeye, aquella socorrista que fue muerta a balazos cuando tipos armados perseguían a un hombre para matarlo y éste se metió al edificio de la Cruz Roja y un proyectil le quitó la vida a la joven.
El rostro fue pintado en la pared de una caseta de policía que estaba abandonada y que fue rescatada por el movimiento juvenil Recuperarte, en la colonia 10 de Mayo. Son murales con aerosol y ha expuesto su obra en estados como Oaxaca, Baja California, Distrito Federal, Puebla, Querétaro y Baja California Sur.
“Pintar paredes era un mero gusto, una costumbre. Pero luego se convirtió en un hobby y ahora es una necesidad de expresarme”, manifestó el joven de 26 años, oriundo de esta ciudad capital y egresado de la Escuela de Artes Plásticas de la UAS.
Por la avenida Andrade, entre Ángel Flores y Rosales, en el llamado Paseo del Ángel, pintó el rostro de Sandra Luz Hernández, la activista que fue muerta a balazos en mayo cuando buscaba a su hijo Édgar Guadalupe, desaparecido desde febrero de 2012.
En el caso de la Yeye lo hizo por amistad, porque la conoció y a su familia, y como una forma de mantener vivo su recuerdo y homenajear su trayectoria. Pero con Sandra Luz le dolió el asesinato, la impunidad, la violencia que abraza y arrastra a la sociedad sinaloense, donde parece imperar el silencio, la rendición y la indiferencia frente al imperio de los malos, los que mandan y ponen el dedo en el gatillo, listos para disparar.
El Doctor Feis aclaró que inicialmente pintó banalidades, pero ahora quiere expresar sus preocupaciones sociales y alimentar la memoria colectiva de la localidad: las muertes de tres amigos músicos en Lomas del Bulevar, y la desaparición y asesinato de uno más cerca de La Primavera, son hechos que marcan sus trazos, los colores, la sangre y la rabia, en sus murales callejeros.
“Ahí, en las paredes, esto trasciende, se queda, porque en los periódicos es el boom del momento, como fue con Genoveva, con Sandra Luz, y luego pasa y todo se olvida. Puedes tocar todos los días canciones de protesta en Catedral, pero la canción se va contigo luego de la tocada y el muro se queda. Por eso lo puse en el Paseo del Ángel, en un lugar de diversión, para que trastoque, genere algo”, sostuvo.
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Malos pasos
De madrugada, cuando la ciudad duerme y las patrullas y camionetas de lujo aúllan, los guerrilleros de las bardas son sombras y escriben la historia de la ciudad y sus desastres y sueños en los lienzos de ladrillo, cal y cemento. El Watchavato, quizá el más famoso de los artistas del chapopote culichi, pinta con técnica de esténcil y firma como un perro que orina postes y esquinas.
En Obregón y Madero fue colocado hace varias semanas uno de estos dólares gigantes: Infinitas gracias, dice la leyenda, y en el centro la efigie de Malverde. Pocos días después, en un arrojo desbocado de censura, el papel fue destruido por agentes de la Policía Municipal. En el lugar ahora solo pueden verse sus desfigurados restos.
Ahí, en los muros edificados por la oscuridad, gritan los pinceles, blasfema el aerosol, llora la tinta y se escurre en las paredes vencidas por la cal y el polvo y el tiempo. Les caen encapuchados y les apuntan sus armas, luego los uniformados en sus patrullas, uno que otro amanecido o borracho o vagabundo. No pasa nada, estamos trabajando, responden y procuran no caer en provocaciones ni retos. En ocasiones lo hacen en pandilla, llevan cámaras y luces para despistar o para mejorar la escena de los zarpazos de pintura y trazos. Otras a solas, como gatos en celo: bramando por una barda, una fachada, un lienzo de cemento para que la ciudad grite lo que sus ciudadanos callan y el gobierno oculta.

GRITOS. Lienzos de cemento para que la ciudad grite lo que el gobierno oculta.
GRITOS. Lienzos de cemento para que la ciudad grite lo que el gobierno oculta.

Resistir
Se llama Diske One, ese es su nombre. Culichi de 24 años, con mucho tiempo conviviendo con la serranía sinaloense y la de Durango. De vago, no más, entre Huicholes y Tepehuanes, Mayos y Yoremes, para documentarse, aprender, entenderlos y abrazar esa vida, sus causas y exponer esa marginación ancestral.
Una de sus obras, quizá la más imponente e inquietante, está por la calle Rafael Buelna frente al Museo de Arte de Sinaloa (Masin): es un huichol colorido, con su atuendo, cabeza de venado, pintura derramada, tocando un violín sobre su hombro izquierdo, en un lienzo de costras, ladrillos desnudos, paredes carcomidas y manecillas que por fin dan tregua.
Cuenta que de niño los pascolas le daban miedo. Conservó ese temor durante la adolescencia y en reto su padre le daba monedas para que se las entregara a los indígenas y éstos, al ver que era el que tenía el dinero, le bailaran. Ahora no les teme, los admira. Los pinta, los sigue en sus luchas y manifestaciones, igual que con los Huicholes y otras comunidades indígenas.
“Cada vez que termino de pintarlos me quedo lleno. Hay mucho que pintar de ellos, como la lucha de los Huicholes en Wirikuta, donde quieren construir una mina a la que se oponen los indígenas. Y no van a poder con ellos,oy muy unidos, no como nosotros. Tienen poder, creencias. Resisten y dicen pues que chinguen a su madre. Es lo que yo le digo a la gente con mi obra: ellos resisten, existen, están aquí”, sostuvo.
Este tipo de expresiones en las paredes de la ciudad, agregó, representan un grito de crítica, de protesta, de reflexión social y colectiva, sobre lo que está pasando en Sinaloa y en el resto del país.
“Los artistas tenemos un compromiso social con los problemas de la gente, sus esperanzas y sueños, sus exigencias e inquietudes. Tenemos que renovarnos también, buscar nuevas formas de expresarnos, nuevas técnicas y temas, seguir creando”, destacó.
En diferentes rincones de Culiacán, hay al menos cinco de sus obras, todas tipo mural, con técnica de aerosol y acrílico. En ellas se expresan el ecocidio, los indígenas, esa lucha contra la marginación y la injusticia, por mantenerse y resistirse.
Y quizá de esa manera, con esos trazos, colores y siluetas, eviten que las bardas callen y la ciudad se quede silente y caiga.
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