Los Mochis, Sinaloa.- Doña Blanca Mercado esta acalorada, cuidando a su sobrina, que apenas puede caminar, sentada en un tronco y recargada en un árbol.
Ella está ahí porque fue una de las mil 200 familias elegidas por la Dirección de Desarrollo Social de Ahome para obtener la Tarjeta Sin Hambre, con la que espera más o menos aliviar el gruñir de tripas de sus cinco hijos que debe de mantener en una casa que hace seis años le prestaron, en la colonia Rosendo G. Castro.
Méritos no le faltan, sino le sobran.
Su pobreza es evidente. No lleva zapatos, sino sandalias de hule. Para eso le alcanza el sueldo de su esposo, Enrique Espinoza. Él no tiene trabajo fijo, porque apenas tiene sus manos para ganar el sustento. Trabaja en lo que puede. Cuando hay campo es jornalero, cuando no, es pescador, y cuando hay obra, albañil.
Con un solo sueldo debe de mantener a sus cinco hijos, Enrique, Lluvia, Alexis, Marcelino y Vanesa. Tres de los pequeños son hijos naturales de Blanca y Enrique, pero dos no.
Ella dice que una cuñada se los regaló. Que un día llegó a su casa, pidiéndole que se los cuidara un momento. Ya pasaron seis años de aquel favor y aún los tiene con ese encargo. Con lo que puede, se las arregla para que todos tengan lo mismo. No relega a ninguno de los cinco. Y espera continuar así, porque hay un sexto miembro de la familia en camino. Blanca está embarazada.
Por eso, la Tarjeta Sin Hambre le será de gran ayuda. De vida o muerte, piensa, porque con un salario de albañil difícilmente viven seis niños y dos adultos.
La tarjeta incluye 638 pesos mensuales con los que se pueden comprar 14 productos de la canasta básica en la tiendas Dincosa, con un bajo precio de 30 por ciento menos que el valor comercial, además recibirá 230 pesos por cada niño menor de 5 años, hasta por 3 niños en cada familia. A blanca le quedaron dos niños por fuera de ese apoyo, pero para sus adentros es suficiente. “Porque donde come uno, comen dos”. Pero en su casa son ocho estómagos.
Sentada, no escucha los discursos, ni las porras de las mujeres gritonas. Más bien la divierten, y hasta la enfadan. “Son “grillas”, califica.
Y sigue absorta, poco le importa la perorata del alcalde, Arturo Duarte García, por una oreja le entra y por la otra le salen las explicaciones del Delegado Federal de SEDESOL en Sinaloa, José Regino López y mucho menos le interesan las del Gerente Regional de DICONSA, Jorge Humberto Cárdenas, que inauguraban el Centro de Atención a Beneficiarios de Diconsa –CABE-, que es el primero en el Estado, y en donde se atenderán a alrededor de 1500 familias beneficiadas con los programas de apoyo alimentario de la Cruzada Nacional contra el Hambre.
Doña Blanca continúa sentada y solo se mueve, cuando escucha que serán sorteadas 100 despensas. Intenta inscribirse, pero la muchedumbre que espera un boleta la retacha como hoja volando al viento. Lo intenta de nuevo, pero va de retache. No insiste más. La gente le ha aplastado su vientre y teme por lo que crece adentro.
Vuelve a sentarse en el tronco y a recargarse en el árbol.
Por su costado pasa Bernardino Antelo Esper, Director de Didesol. Ella no lo sabe, por lo absorta que está sintiendo su vientre, pero él la observa. Se acerca, se arrodilla a sus espaldas y se acuclilla. Le habla, le pregunta. Ella aún absorta, le responde. Pasan los minutos.
Bernardino da indicaciones. Llega alguien corriendo y le entrega una despensa. Se la da a Doña Blanca. Ella extiende sus manos, la toma, la abraza, y luego a su sobrina, ambas saborean la bolsa de hule en que se metieron los alimentos. Observa a la distancia y las lágrimas brotan. Quiere agradecer el gesto, pero no puede, sus gracias ya no alcanzan a Bernardino, que ahora atiende a otra persona, a la que toma del brazo y lo invita a seguirlo.
¿Quién es ese señor?, ¿Quién es? Pregunta insistente, pero nadie le responde, y sus lágrimas silenciosas siguen resbalado por sus mejillas.