Algo va mal

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“Hay algo profundamente erróneo en la manera en que vivimos hoy”. Así empieza el libro de Tony Judt, titulado Algo va mal, un libro interesante por tres razones: 1.-Por haber sido dictado en la fase final de la esclerosis lateral amitriófica que llevaría a Judt a la muerte en agosto del 2010; 2.-Por el momento de su redacción, cuya coincidencia con la explosión de la crisis financiera mundial permite considerarlo como un manifiesto político de los malestares del presente; 3.-Por ser el libro de un historiador que ha logrado encarnar en el siglo XXI el concepto de historia total de la escuela francesa del primer tercio del siglo XX (Escuela de los Annales). Su habilidad formal para trenzar nuevas conexiones entre la política, la economía y la cultura no sólo tiene la virtud de ofrecer una visión poliédrica de cómo se ha llegado a la situación actual; su mérito principal consiste en plantear el tipo de interrogantes que debe abordar una ciudadanía dispuesta a reflexionar sobre el modo de vida que lleva.
Tony Judt hace un diagnóstico claro del momento que vive el capitalismo: estamos ante una economía de mercado que impone reducir el peso del Estado social y acabar con las garantías laborales, con los derechos de los trabajadores y con las prestaciones sociales. ¿Puede la socialdemocracia resistir este envite desde los márgenes estrechos del Estado-nación? Lejos de reconstruir la confianza, la política se ha ido desdibujando en la resignada aceptación de los límites de lo posible, fijados por un pensamiento que ha hecho de la admiración acrítica de la riqueza el único sentido de la vida. Hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos hoy. Durante treinta años hemos hecho una virtud en la búsqueda del beneficio material: de hecho, esta búsqueda es todo lo que queda de nuestro sentido de un propósito colectivo.
En los últimos treinta años hemos arrojado todo esto por la borda. El <<hemos>> varía en cada país. Los mayores extremos de privilegios privados e indiferencia pública han vuelto a aflorar en Estados Unidos y en el Reino Unido, epicentros del entusiasmo por el capitalismo de mercado desregulado. En 2005, el 21.2 por ciento de la renta nacional estadounidense estaba en manos de sólo el 1 por ciento de la población. En 1968, el director ejecutivo de General Motors se llevaba a casa, en sueldo y beneficios, unas sesenta y seis veces más que la cantidad pagada a un trabajador típico de GM. Hoy, el director ejecutivo de Wal-Mart gana un sueldo novecientas veces superior al de su empleado medio. De hecho, ese año se calculó que la fortuna de la familia fundadora de Wal-Mart era aproximadamente la misma (90,000 millones de dólares) que la del 40 por ciento de la población estadounidense con menos ingresos: 120 millones de personas.
La desigualdad es corrosiva. Corrompe a las sociedades desde dentro. El impacto de las diferencias materiales tarda un tiempo en hacerse visible, pero, con el tiempo, aumenta la competencia por el estatus y las personas tienen un creciente sentido de superioridad (o de inferioridad) basado en sus posesiones, se consolidan los prejuicios hacia los que están más abajo en la escala social, la delincuencia aumenta y las patologías debidas a las desventajas sociales se hacen cada vez más marcadas. El legado de la creación de riqueza no regulada es un efecto amargo.
Nos dice Tony Judt que George Orwell observó una vez que lo que atrae a las personas corrientes al socialismo y hace que estén dispuestas a arriesgar la vida por él es la “mística” del socialismo, la idea de la igualdad. Esto sigue siendo así. Es la creciente desigualdad en y entre las sociedades lo que genera tantas patologías sociales. Las sociedades con desigualdades grotescas también son inestables. Generan divisiones internas, y más pronto que tarde, luchas intestinas, cuyo desenlace no suele ser democrático.
Usted cree que Algo va mal en Sinaloa, cuando se hacen marchas para liberar a narcotraficantes; cuando se mata con toda impunidad y con la indiferencia del gobierno a luchadores sociales; cuando se rompen huelgas de hambre, y se detiene a personas que luchan por la vida, y que quieren tener un trabajo y un salario digno. Algo va mal.
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