El crucigrama de Campbell y la memoria de Sciascia

Siascia y Campbell. Pensamiento.
Siascia y Campbell. Pensamiento.

Nino Gallegos 
Cuando Federico Campbell (1941-2014) escribió el prólogo al libro Crucigrama de Leonardo Sciascia (1921-1989), aún no había escrito La memoria de Sciascia, y al hacerlo tiempo después, una amistad entre los escritores se estableció de manera durable mientras estuvieron pendientes de lo que ambos escribieron desde Racalmuto, Italia y Tijuana, México.
Crucigrama, prologado por Campbell y La memoria de Sciascia, escrito por Federico, son dos libros escritos imaginariamente, a cuatro manos entre Sciascia y Campbell; así como la autoría de Crucigrama es de Sciascia y La memoria de Sciascia es de Campbell, no los temas, sino los asuntos más que los problemas, advierten sobre el origen de la dureza y la sequedad en la res publica y en el modus operandi de la Mafia y el sistema Jurídico-Penal de una Italia remotamente contemporánea, con la actualidad de un México-Estado vulnerado por la corrupción del narcotráfico.
En “¿Por qué leer a Leonardo Sciascia? Federico Campbell responde” a la pregunta de Armando Ponce:
—¿De dónde y cómo surgió su interés por la obra de Sciascia?
—La primera vez que oí hablar de Sciascia fue en 1978, en el Vips que está enfrente del Palacio de Hierro Durango. Tomás Pérez Turrent acababa de llegar del Festival de Cannes y estaba hablando de Cadáveres excelentes, la película de Francesco Rossi basada en El contexto, la novela de Sciascia. La idea del argumento me pareció buenísima: una serie de asesinatos de jueces en diferentes ciudades, lo cual parecía tener una extraña lógica criminal, un patrón de comportamiento homicida. El investigador Rogas, una especie de Florentino Ventura culto y melancólico, establece que el hipotético asesino tenía que ser alguien que había purgado una sentencia injustamente, debido a un error judicial. Pero luego el mundo se le viene encima, y el terror está a punto de estallarle en las entrañas cuando descubre que el crimen (un intento de desestabilización o de golpe de Estado) se ha fraguado en la casa misma del poder, en la presidencia de ese país imaginario, algo así como en Los Pinos.
Algo así como en Los Pinos es la aproximación de una doble lectura de Federico Campbell sobre lo escrito por Leonardo Sciascia, y desde aquel año 78, Campbell supo que el avieso camino de la incertidumbre era también el camino de la certeza en la trabazón de las especulaciones y las relaciones del poder de la mafia con el poder del Estado.
En Nunca se sabrá, Federico Campbell hace lo que Leonardo Sciascia le proporciona: “Se diría que el método sciasciano consiste en levantar las piezas ocultas de la historia —o de una pequeña, grave historia oscurecida— y volverlas a colocar para que las desmonte el lector.” Dadas, no tan fácilmente así las condiciones y las circunstancias del modus operandi, Campbell entra a la memoria crucigramática de Sciascia, porque la doble lectura es particular e indicial; no hay golpes de suerte, acaso hacer del caos un orden de indagación—investigación por encima y debajo de la historia, la Historia de las especulaciones y las relaciones de autores intelectuales, materiales, literarios y novelísticos.
En Sciascia prevalece la dureza y la sequedad de los asuntos públicos en el Estado italiano; en tanto, para Campbell, la duda y la sospecha “se vuelven cosas reales” en el Estado mexicano: elementos, fundamentos y argumentos reales, verdaderos, verídicos y verosímiles de una historia sin ficción, dura y seca como la duda y la sospecha:
“De lo que hablamos es de una asociación criminal con fines de enriquecimiento ilícito para sus asociados, que se sitúa como intermediación parasitaria e impuesta con medios de violencia entre la propiedad y el trabajo, entre la producción y el consumo, entre el ciudadano y el Estado”, remata Sciascia en Un modo de ser mafioso. Los hombres de la mafia que son las familias de la Cosa Nostra, iniciados, juramentados y sujetos a la disciplina de la violencia y el crimen: a la ley del silencio.
Federico Campbell, obsesivamente sciasciano, trazó el crucigrama y lo llenó con la memoria de quien indagó—investigó levantando las piezas ocultas y entre los libros lo que en verdad está disfrazado—simulado de un poder real: “La mafia, un poder invisible.” La contradicción y la contrariedad del poder ilegal es la legalidad del poder, siempre la ilegalidad sometiendo a la legalidad, recíprocamente, una no dejada de la otra: “La mafia está en todas partes y en ninguna. Es un modo de ser, de comportarse. Eso es: es un comportamiento, un estilo político, un derecho paralelo al del Estado, un poder de facto, extralegal y muchas veces ilegal”, lo consigna Campbell. El crucigrama como el hábeas corpus y la memoria como el hábeas data.
De Leonardo Sciascia a Federico Campbell, la literatura italiana y la literatura mexicana han sido una conexión —vía la narrativa policiaca y/o la novela negra— que ocupan a las editoriales, las librerías y los lectores hace tiempo, desde que la violencia y el crimen del narcotráfico han sido expuestos como temas, asuntos y problemas que afectan y han recreado afectos en los lectores de Europa e Iberoamérica con ¿el realismo imaginario o el imaginario realista? de varias líneas narrativas, novelísticas, periodísticas, críticas e investigativas en los contextos regionales, estatales, nacionales e internacionales por y desde donde el crimen organizado se ha posicionado local y globalmente.
Así como de Sciascia a Pasolini, Campbell fue el amigo escritor de Leonardo como lo pudo ser de Pier Paolo, no para cerrar y sí para abrir lo que Roberto Saviano ha escrito, no sin antes haber visitado a Pier Paolo Pasolini (1922-1975) en su tumba, en el cementerio de Casarsa, Italia, para afirmarse en el “Yo sé” de su tiempo.
El Yo Sé en el crucigrama de Campbell y en la memoria de Sciascia, fue y es una constante histórica, contradictoria y contrariada, dura y seca, dudosa y sospechosa, interrogativa y afirmativa: el poder y sus túneles.

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