El ladino es la lengua que se llevaron los judíos de España a finales del siglo XV. Fue conservada al interior de las familias por todos los países de Europa que esa comunidad fue ocupando a lo largo de los años, como Bulgaria, Yugoslavia, Francia e Italia, donde aprendió las lenguas locales, “pero nunca olvidó ese español, que se convirtió en un aglutinante, que los mantuvo juntos en su amor por España”, dice Myriam Moscona.
“La palabra sefardí viene de la palabra sefarad, que en hebreo quiere decir España. A veces me pregunto cómo en el inconsciente colectivo de toda esta comunidad permaneció vivo el amor por un país que los había expulsado”, explica la escritora, quien, junto con Jacobo Sefamí, realizó la compilación publicada en Por mi boka. Textos de la diáspora sefardí en ladino (Lumen, 2013).
Es un libro que privilegia textos en judeoespañol, “una lengua secreta que subyace debajo de nuestro español y que es una lengua entrañable, apasionante, porque nos permite tener un contacto por la boca, por el oído, con nuestro español en un estado naciente”, si bien aún en la actualidad se puede encontrar en diferentes países a los últimos hablantes de ese “español raro, distinto y parecido al nuestro, que es una lengua que, después de 500 años, está muriendo”, declaró Moscona.
El volumen incluye selecciones de la Biblia de Ferrara (1953), el Meam Loez (volúmenes publicados en el siglo XVIII), Clarisse Nicoidski (escritora francesa sefardí de origen bosnio, 1938-1996), Juan Gelman, Marcel Cohen (escritor francés sefardí, 1937) y Denise León (poeta argentina de origen turco), y cada uno de los textos tiene traducción al español actual.
“El libro trata de dejar una memoria de algo que ya no va a pasar a otra generación. Es tristísimo ver morir a una lengua y qué se pierde con ellos: sus palabras, sin duda, pero hay algo mucho más profundo, algo que ya no va a pasar a otra generación y que tiene que
ver con una concepción del mundo, con una filosofía que contienen las palabras. Pero también es dejar morir una lengua que conserva huellas de la historia que la mente de los hombres ha olvidado.”
Moscona reconoce que su objetivo, y el de Sefamí, fue trabajar un libro para que la lengua no muera, porque no sobrevive por decreto
o “porque dos loquitos han hecho un libro, pero tenemos la motivación de dejar una memoria de lo que ha sido esta lengua para muchos hablantes y también para la tradición de una literatura”.
Entre los textos seleccionados están un apéndice con “traducciones” al judeoespañol de fragmentos de El Quijote y del primer canto del poema Martín Fierro, además de un párrafo de El principito, con lo cual los escritos tiene un arco histórico que va del siglo XVI al XXI.
“No fue una tarea fácil”, destacó Sefamí, “porque los textos no eran fáciles de conseguir: viajamos mucho y en cada sitio buscábamos literatura original en ladino. Sí encontramos muchas cosas, pero desafortunadamente mucha de esta literatura está llena de clichés, de nostalgia, se repite mucho y está hecha por gente que no está formada como escritor, por lo que hicimos un libro de muy buena calidad literaria, afín a las poéticas actuales en la escritura, de modo que nos restringimos bastante y decidimos hacer una selección mucho más escueta.”
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