Exhiben irregularidades en colegio Rébsamen, donde murieron 19 niños

 

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Obras de ampliación que fueron suspendidas por presuntas irregularidades; una clausura por exceder la altura permitida para una escuela, y la construcción de dos casas de los propietarios sobre las instalaciones escolares, son algunas de las anomalías detectadas en el Colegio Enrique Rébsamen, donde 19 niños y seis adultos murieron, luego del sismo de 7.1.

De acuerdo al diario Reforma, el colapso en el plantel inaugurado en los años 80, y que opera con el registro de incorporación a la SEP número 84281, no fue en los salones de clase, “sino de dos viviendas propiedad de la dueña y directora del colegio, Mónica García Villegas, y su hermano Enrique”.

 

“El área que colapsó era conocida como ‘edificio administrativo, un inmueble de cuatro niveles´, donde se ubicaban las direcciones de Primaria y Secundaria y dos patios techados, en la planta baja; un laboratorio, un salón de usos múltiples, una sala de cómputo y oficinas administrativas, en el primer piso; las dos casas de la propietaria y su hermano en el segundo piso, y una azotea habilitada como roof garden”, señala el texto.

 

Las fotografías del colegio Rébsamen antes del sismo permiten ubicar que el “edificio administrativo” era, en realidad, dos edificios contiguos cuyas fachadas fueron remodeladas para dar una sola vista.

 

Después del sismo, la estructura se veía como si sólo hubiera tenido un nivel, pues los pisos de arriba, los más pesados de la estructura, se desplomaron uno sobre otro hasta quedar como un sándwich.

 

Según la información oficial que difundió la Marina, en el momento del sismo, al menos 37 personas quedaron atrapadas en el primer nivel y en la planta baja.

 

El patio techado del Jardín de Niños era utilizado como el área donde, todos los días a las 13:30 horas, se reunía a los alumnos para organizar su salida de manera ágil, por la calle de Rancho Tamboreo.

 

En el momento del temblor, ya había infantes en esa área, y otros quedaron atrapados en la escalera ubicada entre el “edificio administrativo” y la escuela, la cual era utilizada como “la ruta de emergencia” en caso de temblor o incendio.

 

En las redes sociales, existen testimonios de alumnos que aseguran que salvaron la vida por no descender por esas escaleras, sino por las escaleras metálicas ubicadas al fondo de la escuela.

 

La dueña y directora del colegio fue rescatada pasadas las 17:00 horas del martes 19 de septiembre, según empleados. En los días siguientes, hizo presencia discreta en la zona, y fue su hija quien participó activamente en las labores de rescate.

 

También llamada Mónica, la hija de la dueña ayudó a los topos a mapear el edificio colapsado, para tratar de ubicar a los sobrevivientes, y pasó horas ayudando en el reconocimiento de las víctimas, una labor que se dificultó porque los archivos y listas quedaron bajo los escombros. La hija de la directora aprovechó también para rescatar sus pertenencias.

 

El miércoles 20, al mediodía, subió al edificio colapsado y, con ayuda de brigadistas, rescató bolsas, zapatos y vestidos envueltos en fundas de distintas marcas.

“De menos no perdimos todo”, comentó a su acompañante mientras se retiraba de la zona de desastre.

 

Al tratar de abordarla para tener su versión de los hechos, Mónica Villegas dijo que no haría comentarios a la prensa.

 

De acuerdo con vecinos y familiares de empleados del colegio Rébsamen, que contaba con 32 alumnos en preescolar, 185 en primaria y 130 en secundaria, operaba con 27 maestras y maestros, en 24 aulas. el “edificio administrativo” fue construido en dos etapas en los últimos 20 años, y tuvo al menos tres clausuras por presuntas irregularidades.

 

“Esto era como un penthouse de dos pisos; arriba ya era habitacional, ahí habitaban los dueños, y hasta arriba tenían asadores, sillas y carpas. La casa es de la directora, que es la hija de la directora original, se llama miss Mónica. Antes, ahí tenía un taller el hermano de la señora, y de repente quitaron el taller y se hizo la secundaria, hicieron salones, pero esa obra se paró porque la clausuraron, y la terminaban los fines de semana. Así se hizo la secundaria”, comenta la señora Zaida, quien habita justo en frente del edificio colapsado, en la calle Rancho Tamboreo.

 

La vecina asegura que esta escuela se fue expandiendo a base de permisos irregulares otorgados por alguna autoridad, pues tanto en el proceso de construcción como en su operación, tuvo varias veces sellos de clausura que, de la noche a la mañana, eran retirados.

 

“No puede haber tanta corrupción; todo mundo debe tener la astucia y sagacidad de saber a dónde le entra y a dónde no; tiene que haber límites, pero nadie se los pone, todo mundo dice ‘viene y vámonos, al cabo voy a estar dos años’, y vea: esta escuela tiene ya 30 años y cuántos niños muertos van. No es justo, porque les roban la vida a los que apenas van empezando”, añade.

 

Durante los trabajos de rescate, brigadistas del Grupo Topos, de la Cruz Roja y de la Sedena coincidieron en señalar que una de las dificultades para llegar hasta los posibles sobrevivientes era que estaban sepultados debajo de losas de mármol negro que cubrían los pisos de las viviendas y las escaleras del inmueble, así como dos barras de cocina hechas de granito.

 

Oswaldo y Andrea, topos que participaron en el rescate, aseguran que pudieron hacer contacto con una niña, pero una pesada losa les impidió llegar a ella.

 

Lo mismo dijo el capitán del Ejército Mexicano Israel Velázquez Gutiérrez, quien aseguró, a las 19:00 horas del miércoles, que un scanner le había permitido detectar movimiento, calor y pulso cardiaco de cinco personas con vida, entre ellas una niña de nombre Frida Sofía. Versión que generó, en las horas siguientes, la especulación sobre el posible rescate de más alumnos.

 

El militar también comentó que las labores se dificultaban por la presencia de pesadas losas que aprisionaban a las víctimas y no podían ser perforadas debido a su grosor.

 

Horas después del sismo, un nombre aparecía en todas las listas de desaparecidos que se distribuyeron en los alrededores del colegio: “Laura Jésica Castrejón Hernández (adulto)”.

 

Jésica, como la conocían en la escuela, era una mujer de 30 años que vivía en el barrio de Santa Úrsula, y todos los días llegaba a las 7:00 de la mañana para trabajar en labores de limpieza.

 

Ella quedó sepultada en el “edificio administrativo”, junto con Lucha, Yolanda, Rosalba, Reyna y otras muchachas.

 

Juan, un chico veinteañero que recorrió la zona de desastre durante 48 horas pidiendo informes de su hermana, Jésica, narra que las empleadas de intendencia también hacían labor de limpieza en las casas de los dueños.

 

“Mi hermana tiene como 15 años trabajando aquí, empezó como a los 17… yo a veces venía a ayudarle a limpiar el salón de usos múltiples. Antes sólo eran dos pisos, ya después hicieron los pisos de arriba, la casa de la dueña y hasta su jardín hasta arriba”, comenta, “la señora tiene mucho dinero y el señor también; ya sabes, con dinero baila el perro…”.

 

Entrevistado en la madrugada del miércoles 20, el joven se quejaba de que a su hermana no la estaban buscando, como sí se hacía con los menores que, supuestamente, aún quedaban bajo los escombros. Incluso, a él y al marido de Jésica les llegaron a decir que ese día no se había presentado a trabajar y que, por lo tanto, no estaba en la lista de víctimas.

 

Pero, Juan y media docena de familiares de la empleada se apostaron frente al colegio, esperando noticias y rezando para que su hermana no estuviera entre los cuerpos de las mujeres fallecidas en este siniestro.

La historia del colegio Enrique Rébsamen atrajo a miles de ciudadanos; primero, a los vecinos de la colonia Nueva Oriental Coapa y a los padres de familia, quienes se volcaron para rescatar a los niños. Pero lo cierto es que los últimos rescates de sobrevivientes ocurrieron al filo de las 23:00 horas del 19 de septiembre.

 

A partir de ese momento, y hasta la madrugada del miércoles 20, sólo fueron sacados cuerpos sin vida de entre la montaña de escombros en la que se convirtieron el “edificio administrativo” y las casas de los dueños.

 

Sin embargo, los rescatistas del Grupo Topos, de la Cruz Roja, y del Ejército trabajaron durante horas en busca de sobrevivientes y, en la tarde del miércoles, aseguraron que habían establecido contacto con cuatro menores, una de ellas de nombre Sofía o Frida Sofía, que movió la mano cuando la llamaron por su nombre.

 

La versión de los topos fue recogida por el Ejército y la Marina y, tanto el capitán Israel Velázquez, como el almirante José Luis Vergara, declararon a los medios apostados en el lugar que eran cinco los cuerpos detectados con vida y dos inertes.

 

La transmisión en vivo del supuesto rescate por parte de Televisa amplificó la versión de que un milagro podría ocurrir en el colegio Rébsamen, en medio de la tragedia nacional.

 

Incluso, el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, se trasladó hasta el lugar, confirmó a Televisa la versión de los cinco sobrevivientes y hasta hizo un llamado para que los padres de Frida Sofía, y de los demás menores, se presentaran en el puesto de mando ubicado en el patio del colegio, pues hacía 12 horas que no tenían contacto con ellos.

 

Fueron los militares quienes llevaron a las televisoras hasta el “núcleo” de la zona del siniestro, aproximadamente a las 10:00 horas del miércoles. Frente al “edificio administrativo”, se apostó una cámara de Televisa y, en el patio de la escuela, se habilitó un área delimitada con cordones de la Secretaría Armada de México para colocar otras cámaras de ésta y otras televisoras, con tiro directo hacia la estructura colapsada en la que “de manera inminente” ocurriría el rescate de Frida Sofía.

 

Fuentes de la delegación Tlalpan informaron que desde la medianoche se había corroborado, en las listas del colegio, que ya no había niños sin ubicarse entre los grupos de fallecidos, rescatados o sobrevivientes ilesos.

 

Aun así, se dejó correr la versión de que era posible el rescate de Frida Sofía. Pasaron más de 24 horas, y el rescate no se produjo y, después de la 1 de la tarde del jueves, la Marina tuvo que retractarse.

 

“Queremos puntualizar que con la versión que se sacó del nombre de una niña no tenemos conocimiento, nunca tuvimos conocimiento de esa versión y creemos, no creemos, estamos seguros que no fue una realidad. Se corroboró con Educación Pública, con delegación (Tlalpan) y con la escuela, y todos, la totalidad de los niños, desgraciadamente algunos fallecieron, otros, repito, están en hospital, y otros están su casa”, declaró el subsecretario de la Marina, Enrique Sarmiento Beltrán.

 

El mando militar agregó que un cuerpo sin vida fue rescatado a las 5:00 de la mañana del jueves. Presuntamente, se trataba de Jésica Castrejón, a quien sus familiares seguían esperando a las afueras del colegio.

 

Además, el subsecretario comentó que, en ese momento, ya sólo se podía confirmar la presencia de un cuerpo entre los escombros, el de otra mujer adulta.

 

Por ello, se mantendrían los trabajos de rescate, pero ya sólo con un grupo élite y reforzando el acordonamiento de la zona para evitar un accidente en caso de que colapsara la estructura.

 

Una grúa fue estacionada en frente del “edificio administrativo”, para sujetar desde arriba la losa superior y evitar el derrumbe definitivo. La búsqueda de la mujer continuó, pero a un ritmo mucho más lento que en los días anteriores. En ese momento, la estructura lucía endeble, y tuvo que ser apuntalada con barras metálicas.

 

En la mañana del viernes 22, la empleada fue identificada por sus familiares como Reyna Dávila, de más de 40 años, casada y madre de dos hijos.

 

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